Del cazo a la caza

Del cazo a la caza

(PD).- Para ser malo en política se requiere una cierta profesionalidad, un grado de eficacia mayor incluso del necesario para resultar bueno, porque a la hora de ejercer la maldad sólo cuentan los resultados mientras que para la bondad pueden valer las intenciones. Y a este Gobierno le falta solvencia hasta cuando trata de hacer cabronadas. Le salen chapuzas porque ni siquiera acierta a la hora de elegir los pistoleros.

Subraya Ignacio Camacho en ABC que le ocurrió en las operaciones de ingeniería financiera que diseñaba la oficina siniestra de Miguel Sebastián en Moncloa: la Endesa que querían entregar a la Caixa ha acabado en manos de Berlusconi, y Sacyr pasó de caballo de Troya del BBVA a juguete roto manoseado por los amigos de Putin.

Le sucedió cuando quiso ponerse a bailar con los lobos de ETA, que acabaron mordiendo como siempre la mano tendida.

Y le está pasando ahora en el intento de enredar al PP en una red de corrupción que de momento, a salvo de que Garzón encuentre una nota fehaciente de pagos o una declaración incontestable, se ha quedado en un ovillo de corruptelas mientras el ministro de Justicia se lía en su misma madeja.

El «caso PP» va camino de convertirse en el «caso Bermejo», y el desagradable escándalo de cazo se ha mezclado con una indefendible polémica de caza.

El cabreo sordo de Zapatero ha condenado a Bermejo, pillado en todos los renuncios posibles y chamuscado con su propia pólvora. Lo echará del Gobierno en la próxima crisis, y no lo echa ya, como debería, por no entregarle esa baza al adversario, lo que le va a costar aún más disgustos porque al culebrón de la cacería sin papeles se ha sumado la rebelión de los profesionales de la Justicia.

La torpeza del ministro ha neutralizado el efecto de la operación Correa, con la que el Gobierno, la Fiscalía y su aliado judicial Garzón pretendían hacer un nudo corredizo que estrangulase a la oposición.

El PP ha sufrido indudable desgaste por el ruido mediático generado con filtraciones, insidias y medias verdades, y se va a dejar jirones de reputación en el enredo sumarial, pero lo que iba a ser una goleada se ha quedado por ahora en empate.

Es obvio que Rajoy tiene un problema ético con los mangazos del «clan de la gomina», pero Zapatero tiene otro estético con las andanzas cinegéticas de Bermejo. El killer contratado por el presidente para liquidar al enemigo ha acabado disparándose en el pie.

Lo peor es que en este sucio tiroteo van a quedar víctimas colaterales. La principal, el propio clima político, nuevamente viciado de crispación y desconfianza. La atmósfera pública se ha llenado de humo tóxico.

Volvemos al escenario cainita de la legislatura anterior: un Gobierno empeñado en acabar con la oposición por lo civil o por lo criminal, y una pelea a navajazos traperos en la que las heridas no cicatrizarán de cualquier modo.

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