La amenaza etarra en Lazcano obliga al «justiciero de la maza» a exiliarse

(PD).- Emilio Gutiérrez, «el justiciero de la maza», engrosó este miércoles la ciclópea lista de los exiliados del País Vasco. Una «diáspora» causada por los asesinos de la banda terrorista ETA, la presión de sus compinches batasunos y el silencio cómplice del nacionalismo oficial.

La presión asfixiante orquestada por los proetarras, en forma de pancartas y carteles amenazantes, obligó a Emilio Gutiérrez a poner pies en polvorosa, al parecer a un punto de laComunidad Valenciana.

Una huida forzada de quien sabe que su vida está en peligro. La campaña contra él se inició ya en la noche del martes, cuando los amigos de ETA esparcieron por toda la localidad una suerte de «bando» en el que además de identificarle y acusarle se apuntaba como culpables a la prensa y a los partidos PNV, PSE y PP.

También aparecieron, como surgidas de la nada, varias pancartas de grandes dimensiones en las que se tildaba a Gutiérrez de «fascista» y se conminaba a los vecinos a asistir a la marcha de repulsa.

EMPAPELADO

Y este miércoles por la mañana Lazcano amaneció empapelado de decenas de carteles que portaban las mismas consignas, pero que estaban más elaborados, con fotografías del ataque a la taberna. Es una vieja táctica de ETA y sus acólitos: primero se deshonra a la víctima y luego se la asesina. Como si esa «justificación» previa restara dosis de barbarie al crimen.

Junto a los carteles del acoso y derribo a Gutiérrez, se podían ver decenas más de propaganda de D3M y unas cuantas pegatinas en las que se llama al PSE «fascista» sobre una bandera de España y junto a una esvástica. Aunque esos «adornaban» el pueblo desde hace semanas.

LO POLÍTICAMENTE CORRECTO

Y en medio de todo esto, abundan las voces de esos analistas y ciudadanos supuestamente ejemplares que pontifican contra el ojo por ojo de Lazcano y claman por el respeto al Estado de Derecho.

Son los mismos que pasan habitualmente de puntillas sobre el auténtico hecho esencial de esta historia. Y es que el Estado de Derecho, ése al que apelan, apenas existe en Lazcano y en todo el País Vasco.

Y el arrebato de rabia, indignación y furia de Emilio Gutiérrez se produce en un lugar donde los ciudadanos como él han sido abandonados por el Estado de Derecho mientras los matones etarras campan a sus anchas. Sin que la ley se cumpla, casi nunca, en lo que a los matones concierne.

El escándalo de Lazcano y de todo el País Vasco no es el ataque de furia de este ciudadano. El auténtico escándalo, el escándalo cotidiano que ha dejado de ser noticia de tan repetido, es que los proetarras se salten el Estado de Derecho una y otra vez sin que haya una actuación policial y judicial inmediata como la que se ha producido con Emilio Gutiérrez.

Se pregunda Edurne Uriarte en ABC:

Si la ley que sí se aplica a Gutiérrez se cumpliera, la herriko taberna, la sede del brazo político de ETA, no estaría abierta, para empezar. ¿No estaban legalmente cerradas? ¿No está ilegalizado el brazo político de ETA? ¿No son ilegales sus actividades? ¿Por qué no son llevados a comisaría sus responsables, tal como se ha hecho con Emilio Gutiérrez, cada vez que abren un local de propaganda y organización de actividades criminales como son las herriko tabernas? ¿Por qué no se actúa inmediatamente contra el brazo político etarra cada vez que organiza un acto público, es decir, todos los días? ¿Por qué la policía no detiene inmediatamente a quienes colocan carteles etarras como los colocados en las últimas horas contra Emilio Gutiérrez?

EL TUNEADO DE LOS COBARDES

Afirma Hermann Tertsch en ABC que Emilio Gutiérrez debe de ser uno de los pocos de su edad que no se ha tuneado el nombre para ser Jemilio o Txutierrez. Cierto, no todos lo hacen por gusto. Se hace por miedo.

Papá y mamá quieren que el niño vaya a la ikastola integrado. Y por eso dan ellos el primer paso para ese principio de la vida en cobardía. Emilio se sigue llamando Emilio y Gutiérrez. Y pensó el otro día que estaba hasta las pelotas.

Vendrán muchos cursis a decirnos que uno no se puede tomar la justicia por su mano y que su maravilloso grito de guerra de «ojo por ojo» les parece peligroso.

Si hubiera habido en las últimas tres décadas más Emilios Gutierrez en el País Vasco, quizás no hubiéramos llegado a sumirnos en el lodazal moral, en la sociedad cobarde, chata y miserable que hoy tenemos en sitios que tanto amamos.

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