(PD).- El soñado cambio constitucionalista en el País Vasco podría acabar como el rosario de la aurora. Lo parece a tenor de las primeras declaraciones socialistas tras el 1-M trufadas de la contaminación de algunas concepciones excluyentes e intolerantes del nacionalismo. El frentismo, sobre todo, un concepto nacionalista usado desde hace bastante tiempo para rechazar la alternativa constitucionalista.
Por considerarla provocadora, conflictiva y carente de legitimación. Una agresión política, que diría el PNV. Frente a los gobiernos nacionalistas, democráticos, plenamente legítimos y muy convenientes.
Explica Eduarne Uriarte en ABC que el deseo de gobernar en solitario proclamado por los socialistas en las últimas horas tiene una primera lectura que, simplemente, pertenece al humor político.
Con un partido que tiene 24 escaños de 75 y espera, sin embargo, gobernar en solitario sin haber negociado y obtenido aún el apoyo de quienes pueden darle la investidura y mantenerle en el gobierno.
Una segunda lectura nos dirige a la tremenda papeleta de un Zapatero que no quiere romper sus pactos con los nacionalistas pero está obligado a hacerlo en el País Vasco. Y quiere matizarlo y suavizarlo con acuerdos a varias bandas, con el PP de tonto útil para la investidura y con el PNV para lo que sea menester a partir de ahí.
Pero el deseo de gobernar en solitario de Patxi López tiene una tercera lectura más preocupante que es la aceptación de la tara del frentismo aplicada a los acuerdos con el PP y la UPyD. O su aceptación del rechazo nacionalista a un gobierno de vascos que se sienten españoles, defienden la pertenencia del País Vasco a la nación española y combaten a ETA.
Proclamarse español, defender la Constitución y el estatuto de autonomía y tener la pretensión de acabar con ETA sería frentista. Pero no lo sería gobernar con partidos que cuestionan la pertenencia del País Vasco a España, rechazan la Constitución, abogan por un referéndum independentista y quieren dialogar con ETA.
Difícilmente puede haber cambio si se acepta esta lectura nacionalista del País Vasco. Y el problema es que Patxi López parece haberla hecho suya.
