Zapatero o el bombero indolente

Zapatero o el bombero indolente

(PD).- En una carrera de ineptos, el Gobierno ZP quedaría segundo porque su ineptitud le impediría ganar. En un año ha quedado hecho trizas, sobrepasado por los acontecimientos, náufrago de una asombrosa incompetencia; el país se le ha ido de las manos, la crisis provoca destrozos descomunales y en medio del desplome social se ve pasar al presidente preso del desconcierto, como un bombero indolente que llega tarde al incendio equivocado.

Exlica Ignacio Camacho en ABC que esta recesión vertiginosa habría tumbado a cualquier Gobierno que le intentase hacer frente, atrapándolo en la impopularidad de unas medidas de choque, pero al de Zapatero lo ha arrollado por incomparecencia.

Bien porque no detectase los síntomas o porque se empeñase en despreciarlos, perdió toda capacidad de reacción al desperdiciar unos meses cruciales. Ahora está hecho cenizas, envuelto en un bloqueo catastrófico, abrasado con sólo nueve meses reales de existencia funcional.

Quizá el presidente llegó a creerse de veras que no era para tanto, y diseñó un equipo liviano para llevar a cabo sus políticas retóricas y gestuales. La crisis ha puesto en evidencia la falta de solidez del gabinete, desleído en la insustancialidad. Faltan puntos de referencia, pesos pesados.

De la Vega ha perdido pulso, Solbes ha tirado la toalla y Rubalcaba se ha enrocado. Todos parecen sugerir que no tienen papel en una función supeditada al protagonismo iluminado de Zapatero, que sigue creyendo en la eficacia de una resistencia pasiva.

No emprende reformas porque le preocupa el coste político, confiado en que la solución sólo es cuestión de tiempo.

Las únicas ideas que se le ocurren son paliativos sociales, a cuenta de un déficit a mansalva que dificultará la recuperación si alguna vez escampa la tormenta. Pero las elecciones parciales del día 1 han marcado un punto de inflexión; se está extendiendo la desconfianza ante un Gobierno cruzado de brazos que ha pasado de la negación de la evidencia al colapso catatónico. Y la oposición ha comenzado a levantarse del desmayo que le provocó la derrota del 2008.

El aniversario electoral no se ha celebrado porque no hay nada que celebrar: sólo un generalizado desánimo nacional, un desempleo rampante y un revolcón en Galicia que puede marcar el punto de inflexión en un electorado en estado de alarma.

El presidente está aislado, su equipo es un montón de pavesas y todos los sectores sociales claman por un golpe de timón, aunque no se pongan de acuerdo hacia dónde. Lo próximo serán movilizaciones sociales, más desgaste político y cuatro millones de parados.

El argumento de echarle la culpa a los americanos y a la banca ya no funciona, y no quedan más chivos expiatorios. El problema ya no es la falta de crédito, ni de ahorro, ni de recursos; estamos ante una crisis de ideas que está a punto de provocar el síncope de la esperanza.

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