Rasgarse las vestiduras

(PD).- La política española se ha convertido en un espectáculo dramático que se desarrolla a impulsos de moralina. Justo lo contrario de lo que necesitamos. El gobierno se aprovecha de la cruzada de Garzón y se escandaliza con Camps y la corrupción en los ayuntamientos populares, pero mira para otro lado cuando el número dos del PSOE valenciano es imputado por desviar fondos municipales a su partido.

Utiliza unas desafortunadas manifestaciones del Papa sobre el uso de los preservativos en África para hacer avanzar su objetivo de transformar el aborto, de una tragedia permisible en supuestos concretos, en un derecho universal y una práctica anticonceptiva más. Concibe la crisis económica como una oportunidad inmejorable para mejorar sus credenciales progresistas y estigmatiza a banqueros y paraísos fiscales, según escribe acertadamente Fernando Fernández en ABC.

Si queremos acabar con la corrupción en los ayuntamientos bastaría con abordar seriamente su financiación, retirarles las competencias urbanísticas, liberalizar el suelo y fiscalizar las finanzas de los partidos políticos. Pero eso exigiría trabajar, estudiarse los temas, llegar a acuerdos y sobre todo jubilar a toda una generación de políticos, algunos de apenas treinta años que la conversión de los partidos en maquinaria de predicadores de verbo fácil y púlpito dispuesto solo ha ido a peor.

Tenemos un buen ejemplo en la crisis económica. El gobierno no está dispuesto a ofrecer soluciones sino culpables. Se prepara para el G-20 con un único objetivo, convertir al presidente Zapatero en el líder de la progresía mundial ante las vacilaciones de un Obama entregado al pragmatismo. Ha identificado dos temas sencillos, fáciles de entender y de convertir en eslóganes propagandísticos desde unos medios de comunicación que, como los bancos, andan más preocupados en solucionar sus propios problemas financieros que en cumplir su función. Me refiero a los paraísos fiscales y el sueldo de los banqueros.

Da igual que no haya ninguna relación causa efecto entre ambos y la crisis financiera. No busca Zapatero evitar que la implosión de los bancos se transforme en la gran depresión, sino asegurarse que los cinco millones de parados no se revuelven contra él. No importa que el Tesoro español emita títulos al portador para que desde esos mismos paraísos fiscales se financie la explosión del déficit público. Esos son curiosidades de entendidos, ocurrencias de personalidades que como Krugman o el Papa Benedicto XVI, acuérdense de la guerra de Irak, son de usar y tirar. No se trata de ser coherente, sino eficaz inquisidor para que otros sean los castigados.

El país continúa inmerso en una crisis económica y social, ojo a las violentas manifestaciones de Barcelona con la excusa de la reforma universitaria, que no parece preocupar al gobierno más que en su vertiente electoral. Necesitamos políticos que, como decía Emilio Lamo de Espinosa el martes en una espléndida Tercera, sean capaces de articular un nuevo consenso. O en palabras del comisario Almunia un nuevo Pacto Social.

Nos sobran en el gobierno Savonarolas y Torquemadas. Necesitamos comerciantes y mercaderes, empresarios y pactistas. También en la oposición, pero me niego a esa maniobra torticera de equiparar responsabilidades. No me hago ilusiones, el partido socialista se ha convertido en una extraordinaria máquina de aniquilar al enemigo. Se ha entregado totalmente a un presidente cuya obligación moral, en su desvarío ideológico, consiste en demonizar al Partido Popular y expulsarlo del terreno de juego.

Las circunstancias económicas y políticas han cambiado radicalmente, pero el presidente no se ha enterado y su partido está secuestrado Así nos va. Dirán que en la Champions pero a mí me recuerda cada vez más a la Argentina, tal es el descrédito institucional y la deriva populista.

ARTÍCULO VÍA ABC

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