Ministro de propaganda

(PD).- La primera ventaja que tiene Pepe Blanco como ministro de Fomento es que sucede a Magdalena Álvarez. Simplemente con que no hiciese nada bastaría para mejorar a quien hubiera sido mejor que nada hiciese.

Subraya Ignacio Camacho en ABC que el hecho de que su lamentable antecesora -no saben en el Parlamento Europeo lo que les espera- fuera en tiempos una brillantísima estudiante con Premio Extraordinario relativiza bastante el principal hándicap de Blanco, que es su falta de titulación académica.

Conviene no menospreciarle por eso; debería ser obligatoria una titulación para llegar a ministro, como lo es para director general, pero en tanto no lo sea hay que atender a la habilidad política de los sujetos.

Álvarez carecía por completo de ella; es un volcán de conflictos en erupción permanente. Blanco la tiene, al menos para la política actual, que es una mezcla de aparatismo partidario y propaganda. Por eso lo ha nombrado Zapatero, a quien le importa bastante menos la eficacia de la gestión que la destreza publicitaria.

Fomento hará o no hará más autovías y más Aves, pero los va a vender como si los hiciese a pares, y cada metro de infraestructuras que construya va a parecer el Gran Salto Adelante de Mao Tse Tung.

Blanco llenará España de carteles, se hará mil fotos firmando un millón de convenios, pondrá cientos de primeras, segundas y terceras piedras, e inaugurará todo lo que se pueda inaugurar y hasta lo que ya esté inaugurado.

Este hombre es un publicista nato, un experto del agit-prop, un activista del gesto, el signo y la palabra, capaz de crear, como hizo en la dirección del PSOE, un ¡laboratorio de frases!

Durante sus nueve años de «aparatchik» máximo ha sido el sumo sacerdote de la democracia del canutazo, ese concepto político que consiste en tomar la iniciativa cada mañana soltando a primera hora una diatriba que abra la agenda del debate.

Y ya ha batido el récord, en la primera semana de ministro, de fotos de reuniones con las que aparentar un frenético azacaneo de hiperactividad a la medida del «cambio de ritmo» que este Gobierno trata de imponer como nuevo mantra.

Blanco es zapaterismo en estado puro; quizá sea, junto a Andrés Torres Mora, el colaborador que mejor entiende al presidente. Posee una intuición específica para generar estados aparenciales de gran potencia demótica; consignas, eslóganes, escenografías. Sabe vender. Le falta fondo doctrinal pero al igual que su jefe concibe la política desde una superficialidad esquemática de consumo masivo.

ZP (el acróstico fue idea suya, o más exactamente patrocinada por él) lo ha llamado para que lleve al Gobierno ese estilo de mercadotecnia comunicativa, para que haga sonar cada euro invertido o por invertir en una caja acústica. Y en ese sentido garantiza desparpajo y eficacia. El resto a su favor lo pone la comparación con Magdalena Álvarez.

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