(PD).- Vaya si la presidenta de la Comunidad de Madrid lo tiene claro. Será por aquello de dar ejemplo, aunque el recorte del gasto – alrededor de unos 300 euros – no sacará a nadie del bache. Pero ahí queda. Y es que el pasaje del vuelo que el pasado sábado día 18 de abril hacía el trayecto Santiago de Compostela-Madrid se sorprendió al ver a la lideresa madrileña, Esperanza Aguirre, viajando en clase turista.
Sobre todo, porque, según cuentan a Garganta Profunda de El Semanal Digital testigos presenciales, la plana mayor popular tenía tomada la clase preferente. En los primeros asientos estaban, por ejemplo, el presidente del partido, Mariano Rajoy, o el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón. Todos a una regresaban de la emotiva y ganada toma de posesión de Alberto Núñez Feijoo como nuevo presidente de la Xunta de Galicia.
Por decisión propia, Aguirre viajó discretamente en clase turista, un gesto interpretado por los pasajeros como una particular contribución a su lucha contra la crisis económica. En las actuales circunstancias, guiños como el de la presidenta de la Comunidad tienen un enorme recorrido para el personal de a pie. En todo caso, su ataque de austeridad coincide con la batalla a gran escala por meter la tijera al propio Gobierno regional.
Y es que Esperanza Aguirre va ya por la cuarta consejería suprimida, la última de ellas la de Cultura, Turismo y Deportes, pasando sus competencias a otras áreas. El mismo destino corrieron las de Vivienda (que pasó a Medio Ambiente y Ordenación del Territorio), Justicia e Interior (que fue asumida por Presidencia) y Deportes (que englobó en el área de Cultura). Ahorrar y no gastar, o al menos, gastar menos, y rebajas de impuestos. Esa está siendo la receta de la presidenta para hacer frente a la recesión.
Aguirre apunta en la buena dirección para salir de la crisis. Por desgracia, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, está protagonizando la senda opuesta. La política hasta el momento del Ejecutivo central es la de un alocado endeudamiento y, por el momento, un sostenimiento continuado de la presión fiscal. Sin duda las peores de las políticas, junto a las notas de color de un Zapatero más optimista que un San Luis, en un momento tan grave como el presente.
