(PD).- Ahora que la crisis económica afea su gestión y que todos los organismos internacionales subrayan la debilidad de la economía española, a Zapatero le ha salido un incondicional, dócil y ruidoso aliado en los subvencionados sindicatos madrileños, empeñados en que la grangrena del paro estimulada por la crisis y la parálisis del Gobierno socialista salpique también a Esperanza Aguirre, presidenta regional y una de las figuras más destacadas del Partido Popular.
Afirma Guillermo D. Olmo en ABC que los altercados sin precedentes que los trabajadores afectados por ERE´s en la regiónprotagonizaron el pasado jueves en la Asamblea de Madrid suponen sólo él último aunque relevante y violento hito en la estrategia de erosionar a Aguirre, la dirigente del PP por la que mayor aversión sienten quienes no simpatizan con esta formación.
El conato de asalto a una cámara parlamentaria autonómica, que fue lo que se vivió el jueves en la asamblea madrileña cuando el millar de trabajadores concentrados intentó irrumpir en el pleno de la Asamblea, supone un episodio sin precedentes en la España constitucional, un incidente de gravedad sólo parangonable al marasmo económico en el que se halla inmersa la sociedad española y que recuerda en las formas a tiempos pretéritos más turbulentos.
Altercado sin precedentes
Sin embargo, la cruda hostilidad de los sindicatos hacia el Ejecutivo de Aguirre no constituye ninguna novedad. Madrid sufre sistemáticas huelgas en sectores esenciales como la sanidad, la educación o el transporte.
Esta beligerancia contrasta con la pasividad que exhiben organizaciones como CCOO o UGT ante el Gobierno de Rodríguez Zapatero y su incapacidad para frenar la destrucción de empleo en España.
Precisamente, la vuelta de tuerca en el hostigamiento sindical al Gobierno de Aguirre coincide con uno de los peores momentos para Zapatero y el Gobierno que preside, acosado por unos datos económicos que tienen cada vez más tintes fúnebres y abandonado por los socios parlamentarios que le sostuvieron en el pasado.
Los únicos que no le fallan a Zapatero en mitad de su particular travesía del desierto son los sindicatos.
Son ellos los que a escala madrileña se han empeñado en darle la vuelta al calcetín de la crisis. Se intenta que lo que a escala nacional está menoscabando al Gobierno central, en Madrid a quien le pase factura sea a Aguirre.
Esta estrategia coincide plenamente con la de los partidos que se dicen de izquierda. En Madrid hace tiempo que es difícil encontrar diferencias, siquiera de matiz, entre el discurso de estos y los sindicatos.
Prueba elocuente de la sintonía entre unos y otros fue el aplauso cerrado que los representantes de la oposición dedicaron a los representantes de los trabajadores en el «pleno de la discordia» cuando fueron expulsados de la tribuna de invitados por interrumpir el normal desarrollo del pleno.
Ya el día siguiente, mientras se conocía que la asamblea denunciaría en los juzgados el lanzamiento de objetos contra la cámara, la portavoz de Izquierda Unida, Inés Sabanés achacaba las pedradas a la sede parlamentaria diciendo que «no se habrían producido si Aguirre hubiera dicho que estará del lado de los trabajadores».
La «guerra de guerrillas» de Tomás Gómez
Tampoco se antoja casual que esta virulencia sindical coincida con el reciente giro en la estrategia opositora de los socialistas madrileños.
Después de haber perdido el poder en la Comunidad hace ya década y media, periodo en el que han encadenado sucesivos batacazos electorales, a cada cual más estrepitoso, el nuevo líder del PSM, Tomás Gómez, ha apostado por una táctica de «guerra de guerrillas», en la que no le duelen prendas en ausentarse del acto institucional de homenaje a las víctimas del 11-M o no particpar en la fiesta oficial de la Comunidad.
Escándalos como el de la imputación de algunos miembros del PP madrileño en el «caso Gürtel» o la supuesta trama de espionaje en la Comunidad de Madrid son otros de los palos con lo que se arrea a un Partido Popular que encaja las embestidas parapetado al abrigo de su holgada mayoría absoluta.
Lo cierto es que la Comunidad de Madrid es la que ha registrado un mayor incremento del paro en el primer trimestre del año, en el que ha acumulado 114.700 parados más, y que su sector industrial afronta un panorama descorazonador, con Expedientes de Regulación de Empleo planteados en algunas de las principales empresas afincadas en la región: Iveco, Arcelor Mittal, y Bp Solar son sólo algunos ejemplos.
Sin embargo, aunque esta es una realidad dramática que se extiende por todo el territorio nacional, los sindicalistas en Madrid insisten en cargar las tintas sólo sobre la administración autonómica. En palabras de Juan Antonio Garrido, secretario general de UGT en Iveco, se exige a Aguirre, que «aporte medios técnicos y humanos como están haciendo los presidentes de otras comunidades para evitar que se destruya más empleo industrial». Del Gobierno de Zapatero y su responsabilidad en esta crisis, ni pío.
Ahora que Zapatero afronta la cita del Debate Sobre el Estado de la Nación, en la que de nuevo puede volver a quedar patente ante la opinión pública la soledad del Gobierno, el activismo sindical se presenta de nuevo como su último pero fiel báculo. Las próximas elcciones europeas dirán si basta con eso para restañar la credibilidad perdida.