Un derrota mal digerida, mal interpretada y mal analizada

Un derrota mal digerida, mal interpretada y mal analizada

(PD).-Hasta este fin de semana va a durar la resaca electoral y van a proseguir los análisis sobre los resultados del pasado domingo 7 de junio de unos comicios europeos que los dos principales partidos han querido interpretar en clave exclusivamente de política doméstica.

Para el Partido Popular, según el análisis que ha hecho el sociólogo que más influye en Rajoy, Pedro Arriola, el PP hubiera ganado el 7-J unas elecciones generales con veinte diputados de diferencia: 169 frente a 149 del PSOE, lo que significa –escribe Pepe Oneto en Estrella Digital– que en ninguna circunstancia hubiese podido formar Gobierno.

Por su parte, José Blanco, número dos del PSOE y experto en campañas electorales, cometido que ha heredado la nueva y criticada secretaria de Organización, Leire Pajín, aduce que el domingo hubiera ganado, con una participación similar a la que hubo en las elecciones de marzo del año pasado (en torno al 75 por ciento), el Partido Socialista, que además hubiera sacado entre un punto y medio y dos al Partido Popular, algo -ha añadido Blanco- que le tiene que hacer reflexionar a Rajoy.

Cosa que probablemente ha hecho el dirigente popular, según se deduce de su discurso pronunciado ante el Comité Ejecutivo Nacional, donde intentó, por todos los medios, contener la euforia de muchos y en el que insistió en el largo camino que queda por recorrer hasta las elecciones generales.

Con un discurso moderado (nada que ver con el que perdió en el debate sobre el estado de la nación), Rajoy, que cree que su liderazgo está definitivamente asentado y que será el cabeza de cartel de las próximas generales, dirigió todos sus mensajes hacia esa estrategia que se marcó en el congreso de Valencia de entenderse con los nacionalistas vascos y catalanes, pensando en una futura pero difícil victoria.

Una estrategia que ha provocado muchos enfrentamientos dentro del partido y, sobre todo, la grave crisis que vivieron los populares en el País Vasco con la dimisión de María San Gil, bien vista por Jaime Mayor Oreja, que ahora, recuperado por el «marianismo», la avala, aunque insista que quien ganó el domingo fue el PP de siempre, y de ahí su reivindicación de Aznar y de Rodrigo Rato.

Bien asumida la victoria (que tampoco es para tanto) en el Partido Popular, la derrota ha sido mal dirigida sin embargo por el Partido Socialista. No sólo mal digerida, sino mal interpretada, mal analizada y nulamente autocriticada.

La culpa ha sido de otros. De los votantes socialistas que se han quedado en casa. De muchos ciudadanos que no han comprendido algunos de los disparatados mensajes electorales. De la propia oposición, que ha conseguido convertir los casos de corrupción últimos en una maniobra política del Gobierno utilizando a la judicatura y a la Fiscalía Anticorrupción.

Salvo algunos diputados del grupo parlamentario socialista que, por primera vez, se han atrevido a criticar abiertamente el tipo de campaña que se ha hecho y a quien la ha llevado a cabo (Leire Pajín), ni la dirección socialista ni su máximo representante, el secretario general del partido Rodríguez Zapatero, se han dignado explicarles a sus votantes y al ciudadano el significado de la derrota, las causas de la misma (al margen de la crisis económica) y cuáles son las medidas a tomar para recuperar la iniciativa política una vez descartada la cuestión de confianza y, teniendo en cuenta que el presidente del Gobierno ha rechazado por completo un adelanto electoral ya que, dice, sigue teniendo el apoyo de once millones de votantes para desarrollar y cumplir su programa. Un programa que, por otra parte, esta parcialmente paralizado por una notable debilidad parlamentaria que le impide presentar en el Congreso proyectos de leyes importantes por miedo a ser derrotado.

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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