Un tipejo llamado Alfonso Sastre

Un tipejo llamado Alfonso Sastre

(PD).- Alfonso Sastre ha aprovechado la conmoción provocada por el último crimen de ETA para hacer de altavoz de la banda y reclamar lo que los terroristas reivindican a golpe de bomba y gatillo. O se cede al chantaje o habrá más muertos, afirma al modo etarra, quien fuera candidato de Iniciativa Internacionalista en las últimas elecciones europeas, por obra y gracia del Tribunal Constitucional. Todo muy miserable.

Los sindicatos policiales y el presidente del PP vasco, Antonio Basagoiti, reclamaron la actuación de la Justicia contra Iniciativa Internacionalista, mientras el portavoz del PSE en el Parlamento vasco, José Antonio Pastor consideró que el artículo de Sastre en el proetarra GARA pudiera ser un nuevo indicio que condujera a la ilegalización de Iniciativa Internacionalista (II).

Santiago González escribe en su blog un texto muy esclarecedor sobre este «tipejo», Alfonso Sastre, que pone los puntos sobre las íes. Pero sus señorías del Tribunal Constitucional preferirán seguir con sus pugnas internas y sus fidelidades inquebrantables a las consignas del partido que les ha impuesto.

Gara reproduce en su edición de hoy un artículo de Alfonso Sastre que es un autorretrato moral. A finales de 1974 este tipo fue detenido por la Policía como uno de los responsables del atentado que ETA perpetró contra la cafetería Rolando, donde fueron asesinadas doce personas. Aquello nos pareció a muchos entonces un desmán de la Policía franquista. Sastre aprovechó su estancia en la cárcel para escribir un poemario que tituló ‘Balada de Carabanchel y otros poemas celulares’, parafraseando la ‘Balada de la cárcel de Reading’, de Oscar Wilde.

Quien puso a este tipo en su sitio fue la abogada feminista Lidia Falcón, detenida en aquella misma operación policial. En la transición escribió dos libros muy necesarios sobre el caso: «Es largo esperar callado», (Ed. Pomaire, Barcelona, 1975. Vindicación Feminista, Madrid, 1984) y ‘Viernes, 13 en la calle Correo’ (Ed. Planeta, Barcelona, 1981) en el que deja pocas dudas sobre la complicidad de Sastre y su esposa, Eva Forest, en aquella masacre, en la que ETA esperaba asesinar a mansalva a policías franquistas de la contigua DGS.

Escribe sobre semántica este miserable y sobre el correcto uso de las palabras, negando sentido metafórico alguno al verbo «fumigar», empleado por Carlos Iturgaiz en frase inadecuada. Ah, la añoranza de las cámaras de gas. En el preciso momento de escribir el artículo, Sastre se sentía judío gaseado por los nazis, lo que no le impide simpatizar con los terroristas palestinos que hacen explotar sus cinturones de explosivos en un cine o restaurante de Tel Aviv. Esa persistente memoria de Auschwitz, convocada 64 años después por el verbo ‘fumigar’ en boca del enemigo.

Si hubiera querido escribir sobre el lenguaje real y el sentido recto de las palabras, podría haber reproducido una frase del presidente del partido de Iturgaiz en Euskadi. La misma información de El Correo, de la que toma Sastre su cita, reproduce otra, rigurosamente exacta, de Antonio Basagoiti:

Basagoiti se mostró convencido de que la candidatura de «comuneros o dramaturgos» -surgida en Castilla y León y liderada por el autor teatral Alfonso Sastre- es un disfraz al servicio de ETA y calificó la decisión de los magistrados de «paso atrás».

Y cocluye Santiago González:

No es posible que un escritor no tenga un concepto claro de los que es una metáfora, dirán ustedes muy razonablemente. Y acertarán. Alfonso Sastre, este tipejo, escribía su artículo mientras los telediarios escupían todavía las imágenes del coche de Eduardo Puelles envuelto en llamas con su cadáver dentro. Él considera que el asesinato de ayer es una metáfora del conflicto. No sé si he escrito ya que este sujeto es un miserable.

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