El abrazafarolas Moratinos se carga 300 años de lucha por Gibraltar

El abrazafarolas Moratinos se carga 300 años de lucha por Gibraltar

(PD).- El ministro de Asuntos Exteriores ha dicho en una rueda de prensa junto a su colega británico y el ministro principal de Gibraltar que la soberanía del Peñón es «irrenunciable», pero ha añadido que «tenemos que mirar al futuro y no mirar al pasado». Miguel Ángel Moratinos se ha convertido en el primer ministro español de Asuntos Exteriores que en 300 años pisa suelo gibraltareño. Otro desatino por el que pasará a la historia.

El ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, ha afirmado este martes en Gibraltar que la reclamación española de la soberanía del Peñón es «irrenunciable», pero ha asegurado que la salida de este contencioso pasa por «la cooperación y el diálogo» con el Reino Unido y con la colonia británica.

Moratinos ha lanzado este mensaje en una rueda de prensa junto con su colega británico, David Miliband, y el ministro principal de Gibraltar, Peter Caruana, al término de su visita a Gibraltar, la primera de un ministro español al Peñón después de 300 años de litigio.

«Los problemas se resuelven a través del diálogo y la cooperación. Estamos en el siglo XXI y tenemos que mirar al futuro y no mirar al pasado».

El titular de Exteriores ha dejado claro que la reivindicación sobre la colonia británica es «permanente» y que su Gobierno «siempre la defenderá», pero ha reconocido que todavía no se dan las condiciones para reanudar las negociaciones sobre esta cuestión, interrumpidas en 2002.

Sobre este tema, Ignacio Camacho escribe una espléndida columna en el diario ABC, que titula «Diplomacia de abrazafarolas».

Hace tiempo que el Gobierno confunde el arte político de la diplomacia con el ejercicio de abrazar farolas. Sobre todo si se trata de farolas que despiden corriente de alta tensión capaz de electrocutar cualquier voluntad democrática. Farolas cubanas, farolas iraníes, farolas venezolanas, farolas palestinas, farolas guineanas. Moratinos debe de tener el cuerpo acalambrado de darse abrazos con lo mejorcito de cada casa. Pero hasta ahora al menos sus amigables obsequiosidades tenían lugar en el extranjero, ámbito específico y nominal de la actividad de su departamento. Ayer, sin embargo, el ministro de Asuntos Exteriores realizó la insólita pirueta de un viaje oficial… a España.

Con la visita a Gibraltar, el Gobierno de Zapatero ha dado un paso estrictamente histórico, porque es la primera vez en la Historia que un ministro español hace semejante ridículo. Hasta ahora todos los regímenes españoles de los tres últimos siglos, monárquicos o republicanos, absolutistas, despóticos o democráticos, habían venido considerando La Roca un vestigio colonial e ignorado con mayor o menor énfasis, con mayor o menor disimulo, sus pretensiones soberanas. Pero el espíritu adanista de este presidente, que siempre pretende reinventar la política, le ha empujado a este estrafalario salto simbólico que rompe una coherencia centenaria. Parafraseando al astronauta Amstrong, un paso pequeño para el hombre pero humillante para España. Un paso atrás, claro.

Gibraltar es un anacronismo irredento ante el que, mientras no se resuelva, conviene adoptar como mínimo una actitud de cortés contrariedad. Ya no es tiempo de manifestaciones patrioteras ni de pulsos grandilocuentes, sino de digno rechazo formalista y de suave presión democrática, aunque los tribunales europeos nos den revolcones como el de reconocer al Peñón su derecho a funcionar como una lavadora fiscal de dinero negro. Lo que no procede es arrodillarse para que nos escupan más cómodamente en la jeta, que es lo que ha hecho Moratinos con su abracadabrante excursión transfronteriza. Si había algún problema que negociar o resolver, bastaba con cualquier alto funcionario que no le diese al viaje rango de reconocimiento internacional. Y, a ser posible, del Ministerio de Interior, no de la Cancillería.

Pero el zapaterismo siempre tiene que dar su nota novelera, para que se note que nadie ha hecho nunca nada correcto hasta que ha llegado este Gobierno providencial a redimirnos de tanto error secular y tanta política trasnochada. Todos estaban equivocados hasta este momento estelar del buen rollito, hasta este instante sublime de la diplomacia contemporánea; lo moderno, lo progresista, lo chachi, es ser los primeros en hacer el primo. El otro primo, el de la chilaba, habrá tomado buena nota.

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