¿Tiene motivos Rajoy para la euforia?

(PD).- El último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas ha situado al PP por delante del PSOE, lo que no ocurría desde el año 2004. El estudio le otorga una ventaja de 1,2 puntos sobre el PSOE. Pero también tiene su cruz para los de Génova: poco más del 10% de los españoles aplaude el estilo de hacer oposición de Rajoy, frente a un abrumador 85% que lo considera regular, malo o muy malo. Pero, ¿son creíbles estas encuestas? Los socialistas, decía el CIS antes de las elecciones, iban a ganar las europeas; perdieron por tres puntos y medio. «O sea, que están mucho más hundidos de lo que benévolamente le estiman sus augures de cabecera». Entonces, ¿tiene razones Rajoy para la euforia?

La encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas publicada ayer representa un muy mal dato para el PSOE y para Rodríguez Zapatero. Apalancado hasta ahora en el «empate técnico», el CIS desvela que el Partido Popular adelanta a los socialistas en 1,2 puntos porcentuales.

Sin embargo, dice el editorial de ABC, «ninguna interpretación de la encuesta del CIS debería conducir al PP a la autocomplacencia, porque su porcentaje de voto estimado sigue siendo el mismo que en abril y porque -incida más o menos en la opinión del elector- la imagen de Mariano Rajoy sigue siendo negativa, incluso en un alto porcentaje de los encuestados que declararon haber votado al PP. Pero lo cierto es que, a pesar de todo, en el informe del CIS hay para Mariano Rajoy un brote verde especialmente oportuno«.

En la misma línea, el diario El Mundo cree que «Rajoy y el PP pueden estar hoy moderadamente satisfechos por cuanto ya pueden mirar al PSOE desde arriba en las encuestas. Pero el problema para ellos y para el país, que sigue sin ver la luz al final del túnel de la crisis, es que presumiblemente no habrá elecciones hasta dentro de 3 años, dado que Zapatero tiene ahora una mayoría parlamentaria estable. Falta mucho, pues, para comprobar si el CIS acierta o no. Por ello, el reto de Rajoy debe ser convencer a Zapatero de la necesidad de un gran pacto de Estado que permita a España acelerar los pasos para su recuperación«.

La Razón es más optimista:

El hecho de que sea el propio Centro de Investigaciones Sociológicas el que confirme esta tendencia refuerza la voluntad de cambio que los ciudadanos expresaron en las urnas con motivo de las elecciones Europeas y de las Autonómicas gallegas y vascas. Ni siquiera la intensa campaña dirigida contra el PP a partir de la manipulación interesada de presuntos casos de corrupción, pendientes de resolverse judicialmente, parece hacer mella en una gran parte del electorado que cree en el proyecto sólido y coherente que Rajoy y su equipo han construido. Que la preocupación por el paro se dispare como el principal problema del país para tres de cada cuatro encuestados, o que cerca del 65% califique la situación económica como mala constituyen síntomas evidentes del deseo de los españoles de que se concrete el relevo en La Moncloa.

Ignacio Camacho, columinista de ABC, hace un análisis lúcido de la encuesta del CIS:

La desconfianza es general, pero el poder se lleva como es lógico la peor parte: por primera vez desde 2004, el PP va por delante en intención de voto. Los analistas más conocedores saben que en las democracias estables los cambios políticos no se producen tanto porque la oposición genere expectativas como porque los gobiernos pierden el crédito y la confianza. Eso ya ha empezado a ser un hecho en la sociología electoral española. Zapatero ni siquiera puede consolarse con el escaso entusiasmo que despierta su adversario; sin hacer nada relevante y cercado por el escándalo Gürtel, el Partido Popular se basta a día de hoy para comerle la merienda. Y ello con un sesgo interpretativo del recuerdo de voto según el cual, tomado literalmente, los socialistas habrían ganado las elecciones europeas, que en realidad perdieron por tres puntos y medio. O sea, que están mucho más hundidos de lo que benévolamente le estiman sus augures de cabecera.

Desgastado por un rechazo creciente, implacable, el Gobierno acaba el curso sin ideas, sin rumbo, sin proyecto, sin pulso. Prematuramente agotado, quemado como los bancales serranos tras un incendio forestal. En estas descorazonadoras condiciones de desgaste político, de abatimiento psicológico y de postración social, agosto no va a ser un mes de vacaciones, sino de tregua.

En definitiva, ¿tiene motivos Rajoy para irse satisfecho de vacaciones? ¿Ha acertado con el rumbo que marcó al partido en el congreso de Valencia?

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