
Alfonso Basallo.- Recuerdo perfectamente el desencanto. Los socialistas llegaron en 1982 con las alforjas llenas de promesas éticas. Eran los heraldos del cambio. Muchos nos alegramos tras el golpe-interruptus del 23-F. Pero la alegría felipista duró poco. Entraron como un elefante en una cacharrería, blandiendo la demagogia, practicando el mensaje robin-hood, de robar a los ricos para dárselo a los pobres.
A quienes esquilmaron a modo fue a las clases medias, convirtieron los virreinatos autonómicos en máquinas tragaperras, y quienes se enriquecieron no fueron los españoles sino… ellos mismos.
Desalojaron del Palacio de Invierno no a los potentados franquistas, reciclados en potentados demócratas de toda la vida… sino a profesionales liberales, pequeños empresarios, la gente que carga sobre sus espaldas el peso del país y que saca las castañas del fuego a los espabilados de la política. Fueron sustituidos por un ejército de funcionarios, y de amiguetes del Partido, los famosos estómagos agradecidos.
Recuerdo perfectamente la amenaza. Las incompatibilidades.
Fue una de las armas que esgrimieron, allá por 1982, para apretar las tuercas a los padres de familia, a los trabajadores apolíticos, a los pardillos de siempre. Abogados, médicos, profesores… sufrieron una pequeña caza de brujas. No podían tener dos trabajos… había que repartir lo poco que había entre los descamisados, a lo Alfonso Guerra. Aunque eso significara dejar en la cuneta o disminuir la capacidad adquisitiva de esas clases medias que si se pluriempleaban no era por placer, sino por sacar adelante a una familia.
Veintinco años después, se les han escapado vivos dos conspicuos socialistas, gente que no lo necesita para comer, pero si para devolver favores políticos o sencillamente para mangonear, ciscándose en las Normas de Buen Gobierno.
Por ejemplo, David Taguas, un señor que ha pasado de ser director de la Oficina Económica del Gobierno a estar en Seopan, el lobby de los constructoras. Ese señor cobrará 300.000 euros y un 80% de su sueldo en La Moncloa.
David Taguas no es un clase-media sino un alto ejecutivo. Y además ha formado parte del Gobierno. Es de los suyos. Sin embargo, el propio Gobierno dijo No Problem No hay nada más que hablar porque la Oficina de Conflicto de Intereses ha dictaminado que Taguas no incurría en incompatibilidad.
Oficina que depende del Ministerio de Administraciones Públicas… es decir que es juez y parte.
Otro caso es el de Angeles González Sinde, una señora que se dedica al cine, que vive de las generosas subvenciones y que desde hace cuatro meses dirige el Departamento que decide a quién se reparte el maná: el Ministerio de Cultura. Como dijo Victor Domingo, presidente de los Internautas, es como si nombran ministro de Trabajo al líder de la patronal.
Pero como en el caso de Taguas, No Problem. La Oficina de Conflicto de Intereses, es decir el propio Gobierno, lo arregla todo. Acaba de archivar la denuncia presentada por incompatibilidad contra la guionista de ‘Mentiras y gordas’. Alegaban los denunciantes que la señora Sinde tiene media familia colocada en productoras, y que ella misma ha sido productora, directora y guionista hasta cinco minutos antes de ser nombrada por el Gobierno; y que siendo ya ministra ha concedido ayudas económicas al sector. Incluida la Academia del Cine que ella misma había presidido antes de fichar por Zapatero.
Sinde estaba tan segura de que no le iba a pasar nada que ni siquiera tuvo la cautela de cambiar su nombre en el Registro para no seguir figurando como responsable de Alcalá Producciones, que no se dedica al textil precisamente.
Se ha permitido la chulería de cambiar su nombre cuatro meses después de ser nombrada ministro. Y, acto seguido, la Oficina de Conflicto de Intereses ha archivado la denuncia de incompatibilidad.
Esa seguridad tiene algo de chulesca como la de Capone durmiendo como un niño porque tenía a jueces y policías convenientemente comprados.
Ahora serán los tribunales los que decidan si Sinde es o no incompatible, si los millones que ha concedido al cine suponen prevaricación (al vulnerar con un par el artículo 7 de la Ley de Incompatibilidades). Porque materia hay. Un hermano de la ministra, el cineasta José María González Sinde, sigue figurando como apoderado de Alcalá Producciones.
¿Qué ocurrirá? Nos tememos lo peor.
Lo único que cabe concluir es que personajes como Taguas o como Gonzáles Sinde no son como los demás españoles. Como aquellos currantes de la clase media, que hacían horas extras para sacar adelante a su familia y que no tenían la inmensa suerte de tener amigos en el Gobierno, o de formar parte del club de los tiriteros de la ceja que succionan dinero público como garrapatas para hacer luego unas películas que nadie quiere ver.
Lo sé muy bien. Porque mi padre, un médico perseguido por incompatible, era uno de aquellos pardillos.
ARTÍCULO DE ALFONSO BASALLO EN LANACION.ES.
