Zapatero y La Gioconda

Zapatero y La Gioconda

A Rodríguez Zapatero, víctima de un apabullante complejo de posesión de la verdad, la sonrisa profesional con la que lleva ganadas dos elecciones legislativas se le está mutando a rictus forzado. Comienza a ser notorio su parecido con La Gioconda y sus propagandistas, muchos y muy capaces, habrán de revisar la circunstancia por ver si la disimulan o, por contra, la jalean y utilizan para convencernos de que el líder socialista es un valor clásico y respetable.

Ahora, en su entendimiento funcionarial de la responsabilidad que le compete, se va de vacaciones.

Escribe Manuel Martín Ferrand en ABC que no parece lo más oportuno en un Estado zarandeado por el terrorismo y en una Nación seriamente amenazada por las circunstancias económicas; pero nuestras estrellas políticas son así y, más que protagonistas del poder y de una inmensa responsabilidad, se sienten empleados eventuales discontinuos, incapaces de renunciar a las conquistas laborales vigentes.

Como para afearle su fuga vacacional, el semanario The Economist le recuerda a Zapatero que debiera aprovechar el momento para abordar las reformas que requiere la economía española.

La publicación tilda de «desastrosa» la situación del mercado laboral en España y entiende que la negociación colectiva es la génesis de una «aristocracia laboral» que ve subir sus salarios incluso cuando los precios bajan.

No será fácil que Zapatero atienda los sabios consejos del prestigioso semanario británico.

Según demuestra la experiencia de sus cinco años y pico como residente en La Moncloa, su prioridad absoluta es la electoral y todo lo demás debe someterse a ella.

Ahora prefiere contar con la inercia y el bálsamo del tiempo que, literalmente, gobernar.

Sabe el Gobierno que no acatar la voluntad de las grandes centrales sindicales, especialmente la de UGT, es asumir una huelga general en otoño. Más, muchísimo más, que la cuota de riesgo que le cabe en el magín al de León.

Prefiere doblegarse ante unos sindicatos que, en el mejor de los casos y dando por buenos los datos oficiales, representan al 8 por ciento de la población empleada -y habría que ver en qué fragmentos de la actividad- que perseguir el bienestar de la totalidad de los españoles.

La coacción, la razón sindical por excelencia, tiene más valor que la razón cuando está en juego la supervivencia en el poder de quien sonríe como La Mona Lisa sin estímulo alguno que pueda justificarlo.

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