¿Por qué se va Jordi Sevilla y se esfuman los mejores?

¿Por qué se va Jordi Sevilla y se esfuman los mejores?

Escribe Santiago González en su blog que no hay manera de saber por qué circuitos cerebrales se forman los criterios del presidente del Gobierno para elegir equipos, salvo que estemos ante un caso patológico de horror a la excelencia.

Tal vez se trate de una concepción humilde del poder, que no quiera apabullar al personal votante llenando el consejo de ministros y ministras de eminencias. Hay que recordar la confesión que le hizo a Millás en entrevista publicada el El País Semanal el 5 de septiembre de 2004:

Yo, cada noche, le digo a mi mujer: “Sonsoles, no te puedes imaginar la cantidad de cientos de miles de españoles que podrían gobernar”

.

Una respuesta sencilla sería: porque pueden. Así se explica que en los partidos y los Gobierno haya una ley de bronce del talento y se vean condenados a un empobrecimiento paulatino de su material profesional y humano.

El caso es que entre los Zapateristas de primera hora estaba este economista, joven, brillante y -nadie es perfecto-capaz de un pensamiento crítico y ajeno a dogmatismos y al sectarissmo mediambiental. Quiso enseñarle economía en dos tardes al presidente, lo que podría haber provocado en él algún remordimiento a la vista del estado de la cuestión.

Escribió un libro, ‘De nuevo socialismo’, que amablememente se prestó a prologar su secretario general, José Luis Rodríguez Zapatero. Tuvo que quedarse algo perplejo al leer:

«Ideología significa idea lógica y en política no hay ideas lógicas, hay ideas sujetas a debate que se aceptan en un proceso deliberativo, pero nunca por la evidencia de una deducción lógica».
«si en política no sirve la lógica, es decir, si en el dominio de la organización de la convivencia no resultan válidos ni el método inductivo ni el método deductivo, sino tan sólo la discusión sobre diferentes opciones sin hilo conductor alguno que oriente las premisas y los objetivos, entonces todo es posible y aceptable, dado que carecemos de principios, de valores y de argumentos racionales que nos guíen en la resolución de los problemas».

Se va a la empresa privada, donde le apreciarán en lo que vale (o en una cifra aproximada), pero en esta hora, parece que final de su vida política, cabe dedicarle un epitafio:

Pudo ser ministro en cualquier Gobierno, con cualquier presidente. Y le fue a tocar con José Luis. Qué mala potra.

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