Julio Álvarez del Vayo (Villaviciosa de Odón, Madrid, 1890 – Ginebra, 1975) fue periodista de joven, socialista temprano, y conspirador insistente a favor de la llegada de la Segunda República, que le hizo embajador, diputado, ministro de Exteriores, representante en la Sociedad de Naciones, y comisario del Ejército a lo largo de su corta y atribulada existencia,e ntre su proclamación en 1931 y su derrota definitva en 1939 tras una terrible guerra civil.
Socialista de izquierdas, filocomunista, prosoviético, fue de los que se negaron a aceptar la derrota y quisieron mantener la lucha armada contra el franquismo. Fue calumniado y ridiculizado, fracasó en sus intentos de organizar una resistencia interior armada, y atravesó un largo ostracismo, hasta que por fin en los años setenta contactó con los que emepezaban a levantar la misma bandera, los comunistas marxista-leninistas y el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP) que éstos crearon para llamar a la insurrección popular armada. Para entonces su partido, el PSOE, ya lo había anatemizado, el PCE lo repudiaba por extremista, y el conjunto de la oposición moderada de dentro y fuera del país lo menos que decía de él era acusarlo de agente provocador y extremista trastornado.
Pero inesperadamente en estos días, el radical y tachado ‘don Julio’ ha vuelto a la actualidad. Porque el PSOE le ha rehabilitado oficialmente, junto a Juan Negrín y el grupo de dirigentes y militantes a los que expulsó tras la guerra, y porque se publica un libro que recoge unas largas declaraciones suyas poco meses antes de morir en la primavera de 1975, una larga grabación realizada a lo largo de una semana de la que sólo se publicaron en su momento extractos y que ahora ha sido recuperada.
Estas “Conversaciones con Alvarez del Vayo” fueron una iniciativa militante en el ámbito de la lucha de los últimos años en contra de la dictadura, nos dice la editorial que se ha atrevido a publicarlas: ‘refleja el optimismo de Alvarez del Vayo, la absoluta seguridad que tenía en sus posiciones, su gran firmeza. Algunas de sus afirmaciones, vistas desde hoy en día, sabiendo lo que realmente ha sucedido después, pueden parecer demasiado atrevidas, inclusive fuera de la realidad. Sin embargo, hay que pensar que Alvarez del Vayo no hacía previsiones, no preveía la realidad del futuro, Alvarez del Vayo hacía un llamamiento a la lucha, y trazaba las líneas con optimismo, delineando el esqueleto de una España que esperaba construir, a través de la lucha, suya y de todo el pueblo español. Esta esperanza optimista, esta voluntad de lucha, no produjo sus frutos, y es nuestra tarea entender el por qué. Las grabaciones de las “Conversaciones” se hicieron junto con una serie de llamamientos rodados en 16 mm., que fueron proyectados por la RAI y por otras televisiones europeas, imágenes que acompañan el presente volumen’.
Efectivamente, en esta entrevista Vayo se retrata a sí mismo como ejemplo preclaro de esos intelectuales agitadores a los que no importa la realidad objetiva sino para examinarla en busca de razones para lo que defienden a capa y espada. Resulta impresionante lo sesgado de sus análisis sobre la situación española y lo equivocado de su visión desde el exilio deformante. Mientras el país protagonizaba un despegue económico espectacular, mientras se creaba una próspera clase media, mientras se iniciaba una mejora importante en las condiciones de vida de la población, con el paso de una economía agrícola a otra industrial, y comenzaban a generalizarse educación, sanidad, utilitario y tele, él y los dirigentes del FRAP con que retroalimentaba su desenfoque sólo veían dominio de una oligarquía terrateniente vendida al imperialismo yanqui, y planteaban una lucha de liberación nacional con las armas en la mano suponiendo que existían condiciones objetivas para el alzamiento desesperado de las masas populares en pos de una república popular y federativa.
Aunque solamente fuera por ello, el libro es un testimonio bien interesante de la España del siglo XX vista por los ojos de un hombre con toda la grandeza y miseria de las militancias dogmáticas de la época. Va firmado por el mismo autor de la larga entrevista de hace 35 años, Miguel Herberg, un español que se defien ‘exiliado por el mundo, cineasta y periodista’, que ha vivido en Italia, y ahora trabaja en el cine de animación en China.
Entre sus afirmaciones, Vayo cuenta que su mentor y último presidente de la República española, Juan Negrín, terminó distanciándose mucho de la Unión Soviética, «de modo que esa teoría de que era un agente soviético es ridícula», y lo define como «un patriota español exaltado». Tanto Negrín como Álvarez del Vayo fueron rehabilitados el pasado mes de octubre por el PSOE, que les había expulsado en 1946, y les ha devuelto ahora con todos los honores el carné del partido y el honor vilipendiado, en una recitificación apadrinada por Alfonso Guerra, que sin embargo silencia y oculta al Vayo de la posguerra, al creador del FELN, al amigo de Argelia, al fundador y presidente del FRAP, al prochino enfervorizado y al hombre que quiso encarnar el llamamiento desesperado a la lucha armada en 1975 para cambiar el curso ya previsible de los acontecimientos, una decisión que resultó simplemente suicida, y que tuvo como resultado únicamente algunas muertos y heridos, y los fusilamientos de tres militantes del FRAP junto a dos de ETA el 27 de septiembre, apenas tres semanas antes de que el dictador recayera en una grave enfermedad que se lo llevó a la tumba el 20 de noviembre siguiente, dando inicio a la atada y bien atada transición política a la democracia.
Para Herberg, Álvarez del Vayo fue expulsado del PSOE durante la guerra fría porque «su alianza con los comunistas en la Guerra Civil resultaba molesta». Con la caída del gobierno de Largo Caballero durante la Guerra Civil perdió el ministerio de Estado (Asuntos Exteriores), acusado de estar al servicio de los soviéticos. Lo recuperó con Negrín, y desde él luchó contra el Pacto de No Intervención firmado por las grandes potencias del momento. Según Herberg, «Álvarez del Vayo fue el artífice de la línea de resistencia a ultranza en 1939, porque era evidente la proximidad de la Segunda Guerra Mundial, y defendió la idea de que, aún perdiendo Madrid, se podía hacer una guerra de guerrillas en el resto del territorio». El que a comienzos de los años 70 aceptara la presidencia del Frente Revolucionario Antifascista Patriota (FRAP), manteniendo el cargo hasta su muerte en 1975, es valorado por el entrevistador, al parecer de ideología anarquista, diciendo que «colaboró con el FRAP porque era el único grupo que promovía la lucha directa».
Por su parte, uno de los dirigentes históricos del PCE(m-l), Riccardo Gualino, colabora en la edición con un prólogo en el que cuenta algunos recuerdos compartidos y se pregunta: ‘Esta esperanza optimista, esta voluntad de lucha, no produjo sus frutos, y es nuestra tarea entender el por qué’.
¿Del Vayo finalmente consiguió el objetivo de toda su vida, causar un daño irrecuperable al odiado régimen franquista en sus últimos momentos de existencia? ¿Influyó el FRAP en los acontecimientos, acelerando una salida reformista que de otra forma se hubiera visto pospuesta? ¿El ataque de aquel David furibundo al Goliat agonizante tuvo finalmente algún sentido? Son preguntas pendientes a las que habría que intentar dar alguna respuesta.
‘La guerra de España y la resistencia española (entrevistas con Julio Álvarez del Vayo, 1974)’
(100 pp, con un cuadernillo con obras del pintor Julián Pacheco, y un DVD con la filmación de la entrevista y llamamientos al pueblo español y a la solidaridad europea)
Miguel Herberg
Ediciones Amargord
www.edicionesamargord.com
Madrid, 2009