El socialista Pedro Sánchez es así y nadie le va a cambiar a estas alturas.
El presidente del Gobierno, ya a punto de partir hacia Japón para la reunión del G-20, no desaprovechó el 25 de junio de 2019 para hacerse la foto de oportunidad estrenando el AVE que une Madrid con Granada.
En su estilo pomposo y engolado no perdió la oportunidad de vender las bondades de la alta velocidad española y de pedir a los españoles que apuesten por este sistema de transporte que une rápidamente varios puntos de la geografía española.
Sin embargo, nada más poner un pie en la ciudad de la Alhambra, Pedro Sánchez, como alma que lleva el diablo, hizo un nuevo uso y abuso de su avión presidencial, el Falcon oficial y se volvió volando a Madrid argumentando que tenía una reunión con Pablo Iglesias para hablar, dos meses después de celebradas las elecciones generales (un 28 de abril de 2019), de la investidura y de las exigencias de un Podemos que, a este paso, le pide más de la mitad del Ejecutivo, pese a que el presidente en funciones está empecinado en no darle ni un triste ministerio.
