Se creyó que iba a vivir una vida de cuento como otro sobresaliente prófugo, el expresidente catalán Carles Puigdemont, al que le pagan su costoso escondrijo en Waterloo (Bélgica).
Pero no, Anna Gabriel, la que fuera diputada de las CUP, está viendo que su vida en Ginebra, en Suiza, no está siendo precisamente un camino de rosas.
La antisistema, que contó con ayudas de los fanáticos del separatismo al comienzo de su fuga en el país helvético, ha visto como al final ha tenido que ponerse manos a la obra y buscar un trabajo en un despacho de abogados laboralistas.
Las donaciones de los acólitos del lazo amarillo dan para lo que dan y a Anna Gabriel tenía que encontrar una ocupación porque su estancia en Suiza se hacía cada vez más cuesta arriba.
De hecho, aunque la cupera pretende seguir con su activismo político, quienes la conocen relatan que se ha ido apartando de esa línea e incluso ha cambiado su estética.
Según cuenta ‘La Otra Crónica’ (El Mundo) este 9 de noviembre de 2019, su vida en Ginebra es de lo más austera y no le permite vivir, al contrario que Puigdemont, de grandes lujos. Un placer cotidiano como es tomar un café le puede suponer un gasto mínimo de 4 euros, cuando en cualquier bar de España sale por 1,30-1,50. O un menú en la mundialmente conocida cadena de hamburgueserías como es McDonalds le sale a 12 euros, prácticamente el doble de lo que cuesta en nuestro territorio.
A eso súmenle 70 euros de un abono transporte o las clases de inglés y demás cursos para poder ser profesora universitaria y está claro que a Anna Gabriel la fuga le está saliendo por un pico cuando en la cárcel en España estaría a cuerpo de reina y sin gastar un solo euro.
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