Pedro Sánchez es un desmemoriado, un jeta o una mezcla de las dos cosas. En un momento de su plúmbeo, podemita e interminable discurso, consiguió hacer estallar en una sonora carcajada al Congreso de los Diputados tras decir que uno de sus objetivos era luchar contra las ‘fake news’ y las mentiras.
Sánchez citaba las denominadas ‘fake news’ como uno de los fenómenos «más dañinos para la confianza», olvidando que él mismo tiene una tesis plagiada, un libro lleno de errores e imprecisiones o que su hemeroteca política es un canto al Donde dije digo, digo Diego.
La mentira, la calumnia y la falsedad no son fenómenos nuevos, pero la irrupción de la digitalización ha perfeccionado su producción y facilitado su expansión.
En el momento en el que se ha referido a las mentiras y la desinformación como un mal para la democracia, el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo ha estallado en carcajadas y aplausos irónicos.
El líder del Partido Popular, Pablo Casado, se ha llevado la mano a la cara y se le ha visto decir claramente: «¡Qué cara más dura!»