A Félix de Azúa (Barcelona, 1941) la pandemia le pilló en la ciudad en la que reside, Madrid. «No ha cambiado mucho mi vida porque tanto mi mujer y yo trabajamos en casa», comenta en esta entrevista con Periodista Digital que tiene lugar justo en el momento en que se recrudece la guerra política entre la Comunidad de Madrid y el Gobierno a cuenta de las medidas sanitarias a aplicar en la capital de España.
«Juego con mi hija al fútbol en el pasillo», comenta el autor, que acaba de publicar su última novela, ‘Tercer acto’ (Literatura Random House), un retrato generacional que cierra un ciclo en la obra de su autor, a modo de falsa autobiografía.
«Solo echo en falta las tertulias con amigos y las reuniones de la RAE con los colegas por quienes tengo aprecio y amistad. En cuanto a los viajes, ya volverán, pero me ilusiona pasear con la niña por Parma, Brujas, Sevilla y Aquisgrán».
En ‘Tercer acto’, Azúa teje un mundo a partir de las vivencias y recuerdos de un grupo de amigos que pasan de la Cataluña franquista al sueño del exilio en el París republicano hasta que la muerte de Franco les devuelve a la auténtica realidad.
– ¿Por qué la ilustración de portada de ‘Tercer acto’ es ‘El entierro de la Sardina’ de Goya? Ya sabe que con esa obra Goya intentó plasmar su rechazo a la política absolutista de Fernando VII
En la novela, los personajes, que han estado viviendo unos años en París huyendo del franquismo, se encuentran en Barcelona, tras la muerte del dictador y la ciudad entera es un Entierro de la Sardina gigante. Su equivalente en Madrid fue la movida. En todo España hubo una explosión dionisíaca que duró unos años y sirvió de placebo para la población juvenil.
– En las líneas introductorias, usted dice que «tener conciencia de un mundo o de una parte del mismo es todo lo que podemos llevarnos a la tumba, y esa es la tarea de la literatura». Me gustaría preguntarle entonces por su opinión, en base a eso, de cuál es la tarea del periodismo.
El periodismo debería ser el espejo de la sociedad y su testigo más fiel. Eso implica una rigurosa labor de investigación y la investigación es muy cara. De ahí que buena parte del periodismo actual aparezca en los libros. Mis modelos siempre fueron George Orwell y Tony Judt. Ahora que es tan barato editar un libro deberían nacer periodistas como setas.
«El actual Gobierno, apoyado por el de Zapatero, ha logrado resucitar a Franco»
– La novela combina las vivencias personales de los protagonistas con los episodios históricos que ellos vivieron, como el franquismo y la Transición. ¿Le sorprende que más que en las novelas, la palabra Franco esté más tiempo en el Parlamento y en determinados medios de comunicación?
Sí, el actual gobierno, ayudado por el de Zapatero, ha logrado resucitar a Franco. Es la conclusión a la que también llegan algunos de los personajes de la novela después de pasar unos años, en la época de González, en los que concibieron esperanzas de que España fuera un país europeo. Duró poco y hemos vuelto a la vieja tradición del odio y la destrucción de la mano de megalómanos del siglo XIX.
– ¿Cómo cree que los protagonistas de ‘Tercer Acto’ acogerían hoy, en pleno 2020, la Memoria Democrática del Gobierno de Pedro Sánchez?
Pues como los decretos del ministro Solís o las baladronadas de Fraga Iribarne, con una mezcla de rechifla y perplejidad. En este país llevamos siglos mandados por codiciosos inútiles que resultan cómicos de tanta seriedad como muestran. Bobos solemnes.
«Es lógico que el actual Gobierno quiera destruir la herencia de la Transición. La mitad son políticos peronistas, chavistas e incluso leninistas»
– Usted como autor y los protagonistas de la novela como ficción conocieron la Transición española, ese periodo que en algunos libros de texto se nos contó como «modélica» y que ahora para algunos políticos relevantes del Consejo de Ministros fue una imposición «del Régimen del 78»
En la novela aparece una juventud, la de mi generación, por lo general impregnada de comunismo y anarquismo, que tardó mucho en creer en las reformas de la Transición. Poco después de haber perdido el escepticismo se encontraron de nuevo con la España eterna. Y en ella estamos.
Es lógico que el actual Gobierno quiera destruir la herencia de la Transición. La mitad son políticos peronistas, chavistas e incluso leninistas. Para esos desdichados el modelo es Venezuela. No pararán hasta destruir lo que se pudo construir tras la muerte de Franco.
– ¿Cuánto más analiza la realidad en sus columnas y más novela la ficción en sus obras, cree conocer mejor al nacionalismo, o lo da por imposible?
El entendimiento con los nacionalistas es imposible, como se demostró en tiempos de Franco, Hitler, Perón o Mussolini. Son movimientos viscerales, violentos, excluyentes, ignorantes y que se alimentan del odio. Buscan una víctima propiciatoria y lanzan sobre ella todo el horror que llevan en su corazón. No se puede razonar con ellos, ni mucho menos alimentarlos como hace el actual gobierno. Sólo entienden la firmeza moral de quienes tienen principios.
– El final del franquismo y la Transición trajeron consigo libertades individuales nunca antes imaginadas. En España gustamos de hablar de libertad de prensa y derechos fundamentales pero jamás habíamos llegado al punto de que un vicepresidente de Gobierno reproduzca unos insultos a un periodista (Vicente Vallés) desde La Moncloa sin que nadie le desautorizara…
El país vive atemorizado y los sectores que debieran mostrar más valentía, como los medios de difusión, están comprados, arruinados o amenazados. Para acabarlo de arreglar el Ibex protege a Sánchez y a Iglesias. Es un momento muy duro.
«Manuel Castells es un ministro de Monty Phyton»
– Escribe en ‘Tercer acto’: «La vida universitaria es un mundo ajeno sin apenas roces con el mundo real y verdadero. Encerrados en su burbuja artificial, profesores y estudiantes creen tener una grandiosa importancia social. En realidad, si tuvieran que pagar lo que en verdad cuestan sus estudios a la sociedad trabajadora comprenderían el engaño en el que viven.»
La universidad (me refiero evidentemente a las facultades de Letras y Humanidades) ha sufrido su derrumbe en los últimos veinte años, aunque se venía anunciando desde los años ochenta.
La corrupción, la endogamia, la cobardía y el analfabetismo han acabado con ella. En la actualidad un título de universidad española no sirve para nada y por eso la ministra de educación ha decidido que no exista el suspenso. Los pocos profesores honrados e inteligentes que quedan están desesperados porque viven rodeados de caníbales.
– Y por si fuera poco ese panorama tan poco halagüeño, está el hastío y la dejadez en manos del desaparecido ministro de Universidades Manuel Castells…
Bueno, es un ministro de Monty Phyton.
– ¿Cómo ve ahora a Ciudadanos desde la marcha de Rivera y con el mando de Inés Arrimadas?
Está en un momento muy difícil, pero yo creo que España necesita un partido de centro, ilustrado, liberal y combativo. Es un lugar que sólo puede ocupar Ciudadanos. Están en horas bajas, pero ya sabe usted que en este país las cosas cambian de la noche a la mañana. Sigo creyendo en ellos.