Que contra un volcán no hay nada que hacer no es una verdad absoluta

La Palma: muchas cosas que mejorar

Transcurridos 11 días hay 6.000 personas sin realojar, viviendo hacinados con familiares y amigos y sin un euro de ayuda para un café.

El volcán Cumbre Vieja hizo erupción el 19 de septiembre. Hay 1.300 volcanes activos en el mundo, 500 millones de personas residiendo cerca de ellos, 22 en erupción y en La Palma, 600 edificios enterrados en lava. ¿Cuántas viviendas en el mundo han sido afectadas por lava de volcanes el presente siglo?

En 1669, los residentes de la localidad de Catania hicieron frente al avance de la lava «armados con picos, palas y protegiéndose del calor con pieles de oveja mojadas», según el relato histórico, abriendo una zanja para cortarle el camino. Los habitantes del vecino pueblo de Paterno, creyendo que el desvío de la lava la desplazaba a su comunidad, volvieron a llenar las zanjas de tierra y la lava siguió su camino.

Que contra un volcán no hay nada que hacer no es una verdad absoluta. La historia cuenta distintas estrategias contra ellos: bombardear la boca provocando el flujo de la lava por la zona menos dañina (Hawái, 1935, general Patton); enfriarla bombeando agua de mar durante tres meses (Islandia); con bloques de cemento (Japón), o con muros de tierra y zanjas para canalizarla (Italia).

En los últimos 500 años constan ocho erupciones en La Palma: 1430, 1585, 1646, 1677, 1712, 1949, 1971 y 2021, todas hasta ahora, con una duración entre uno y tres meses. Tras cinco días de erupción, los bomberos trataron de construir un muro de tierra y zanjas para evitar que la lengua de lava afectara a la iglesia de Todoque, pero la colada superó el obstáculo y acabó con ella y con las viviendas cercanas. Es posible canalizar la lava con muros y zanjas del terreno para que circule por ellas. Se precisa un plan de emergencia que permita trasladar la maquinaria pesada necesaria en el menor tiempo posible, y tener elaborado el plan de actuación para no improvisarlo. Si los bomberos hubiesen tenido más maquinaria y personal su intento habría tenido más posibilidades de éxito.

Hay vecinos alojados en un cuartel militar. Según medios subvencionados, los afectados deciden alojarse en casa de familiares y amigos, y unos doscientos que no tenía alternativa fueron alojados en el cuartel. Un día después, nuevos desalojados son asentados provisionalmente en un campo de fútbol en tiendas de campaña y les preguntan si tienen donde ir o los trasladan al cuartel; si la pregunta hubiera sido si tienen donde ir o los alojan en un hotel la decisión habría sido distinta. Imágenes de donde duermen, qué han comido, si tienen baños suficientes, agua caliente… no existen. Sobran promesas, visitas de políticos, periodistas y postureo y falta respeto y apoyo material a las víctimas. Transcurridos 11 días hay 6.000 personas sin realojar, viviendo hacinados con familiares y amigos y sin un euro de ayuda para un café.  

La improvisación y mala gestión de la crisis (responsables políticos, mandos de los cuerpos que intervienen y técnicos especialistas), ha castigado a los afectados, obligados a dejar sus casas en dos minutos treinta horas antes de que llegara la lava; quien lo decidió no tuvo en cuenta los intereses de los afectados sino el suyo propio, su seguridad en la toma de decisiones, aunque éstas perjudicaran a los desalojados. No tenía ni una fotografía familiar, decía una vecina. Han perdido casas, enseres, terrenos, animales y trabajo. Tres días después, los desahuciados prematuramente vieron por tv a periodistas y bomberos ante sus casas abiertas con todos sus enseres emitiendo en directo. Un espectáculo grotesco de súbditos, no ciudadanos, sometidos a decisiones arbitrarias y sin fundamento. El responsable recibirá una medalla, no será cesado.

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