Hay que ver como se les llena la boca a los políticos cuando hablan de la mal llamada «España vaciada», esa España en la que las oportunidades laborales brillan por su ausencia, esa España muy similar a Cercedilla y La Granja de San Ildefonso, cuando dentro de poco, si se consuma la destrucción del imán turístico que supone la Estación de Esquí de Navacerrada, que lleva varias décadas siendo un generador económico, laboral y turístico de la zona, lo convierta en un paraje desolado.
Pues ha sido llegar esta peste de Gobierno y en lugar de dedicar al Ministerio de transición energética a hacernos la vida más fácil a los españoles, a intentar abaratar el consumo eléctrico, gasístico y de los combustibles, se dedican a generar la ruina en donde proponen desarrollar sus ideas comunistoides y a destruir una de las pocas industrias de la España rural que hacen viable mantener puestos de trabajo y calidad de vida. Cerrar la estación se ha convertido en un mantra, que por un supuesto problema ecológico y ambiental, se han empecinado en llevar a cabo, caiga quien caiga.
El Gobierno de Sánchez se decidió a terminar con la estación de esquí según llegó a Moncloa y han sido numerosos los episodios que han llevado a cabo con el objetivo de destruir el proyecto. La Abogacía del Estado, en un recurso contencioso administrativo en contra de la Junta de Castilla y León, ha solicitado medidas cautelares que eviten la práctica de actividades de esquí y la utilización de las instalaciones en Navacerrada hasta la resolución del recurso.
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¿Que necesidad mueve a un Gobierno de España a finiquitar el modo de vida de un territorio como el de Navacerrada? No deja de ser curioso que la zona afecte a dos Comunidades Autónomas gobernadas por el PP y eso parece ser un aliciente para destruir lo que sea necesario en la cabeza calamitosa de Sánchez y sus cuates, sobre todo si afecta a Isabel Díaz Ayuso, y teniendo en cuenta que el 76 por ciento de las estaciones de esquí de España están en manos de la administración pública (gobiernos autonómicos, diputaciones y ayuntamientos) y solo unas pocas pertenecen al sector privado, ¿Porqué solamente se han propuesto destruir la de Navacerrada? pregunta sin respuesta y que hace que uno se pregunte si algún día se atreverán a lanzarse a destrozar el modo de vida del Pirineo Catalán y sus Estaciones de Esquí, o toda la testosterona que derrochan en Madrid, se la tienen que envainar en otros territorios.
El alcalde de Cercedilla, Luis Miguel Peña, comunista de pura cepa, se «quedó tan pichi» cuando a principio de año se desayunó la noticia del cierre de las instalaciones y augura una «pérdida importante» al no renovar concesión de tres pistas de esquí en Navacerrada. Ni una sola acción ha llevado a cabo para solucionar el problema, y habría que escuchar al susodicho, si este desastre hubiera llegado propiciado por un Gobierno del PP.
Igualmente, el alcalde, de la Granja de San Ildefonso, el socialista Samuel Alonso, j se ha reunido con la ministra, Teresa Ribera, a la que ha pedido algún plan que compense el cierre de la estación de Navacerrada, todo muy zen y muy apañado, callado como una puerta y sin mover un puñetero dedo para que semejante barrabasada no se lleve a cabo.
Y por último, la alcaldesa de Navacerrada, la socialista Ana Paula Espinosa, que desde niña ha sido una asidua usuaria de las instalaciones, se ha instalado en el mutismo sobre el asunto y no ha movido un solo dedo para solucionar el problema más importante de su municipio en las últimas décadas.
Lo peor de todo, será ver como estos tres calamidades, si vuelven a ser alcaldes dentro de año y medio, montarán un circo diario para exigir al Gobierno del PP y VOX, que estará en Moncloa con toda probabilidad, proyectos que palíen la situación creada por sus partidos y con su complacencia y sumisión.
