Directa.
Rosa Díez, la fundadora de Unión, Progreso y Democracia, dejó bien a la claras que la nueva norma impuesta para poder acceder a la Comisión de Secretos Oficiales es un mero artificio.
La política vasca, que fue partícipe en alguna reunión de ese órgano durante sus legislaturas como parlamentaria en la Carrera de San Jerónimo, aseguró que lo de la obligatoriedad de tener que dejar fuera de la sala el teléfono móvil es una soberana tontería.
Lo de ayer fue puro bochorno. Es que es como si nos hubiera mirado un tuerto. Con Sánchez, todo lo que puede empeorar, empeora y a las pruebas me remito. Cuando me enteré ayer por la mañana que a los miembros de la comisión de secretos oficiales les habían obligado a dejar los teléfonos fuera de la reunión es que no daba crédito.
Díez recordó que a ella ni a quienes estaban con ella en su etapa de parlamentaria en la Cámara Baja nunca les exigieron tener que dejar fuera los teléfonos móviles:
A ver, yo he sido miembro de esa comisión y desde luego nadie nos obligaba ni nos pedía ni se les ocurría que dejásemos el teléfono fuera de la reunión porque se sobreentiende que es una reunión en la que las personas que van son de confianza. Y esa confianza es la base para que esas personas puedan estar allí.
Si tú les pides que dejen el teléfono fuera es que no reúnen las condiciones de confianza requeridas y, por tanto, no pueden sentarse en esa reunión. Pero, claro, es que esto es el esperpento de los esperpentos. Lo de ayer fue el bochorno absoluto, la demostración de que con este tipo (Sánchez) todo lo que puede empeorar, empeora.
Abundó en la deriva errática del presidente del Gobierno:
Fíjate, parecía que Sánchez no podía desprestigiar más a un servicio fundamental del Estado como es el CNI después de la semana de filtraciones gubernamentales contra la profesionalidad de los servidores públicos del Estado que componen ese servicio. Se les ha llegado a desprestigiar porque se daba por bueno lo que decían los independentistas, lo que decían los golpistas.
Y todo después de una semana bochornosa, después de que Bolaños se fuera a Barcelona a entregar el teléfono antes de una reunión con un Gobierno golpista como si él fuera un vulgar delincuente. Y encima va el propio Bolaños y hace una rueda de prensa para explicar que a su señorito también le han espiado, pero que el suyo fue externo. Aquí el mal es Pedro Sánchez, los demás son adornos.