La noche del 19 de junio de 2002 es ya histórica para Andalucía. El PP de Juanma Moreno, o Juanma Moreno por si solo como marca al estilo de Isabel Díaz Ayuso, ha conseguido una inédita mayoría absoluta, obteniendo (casi al 100% del escrutinio) 58 parlamentarios, tres por encima de la mayoría absoluta. Moreno Bonilla no solo se ha llevado por delante a Ciudadanos (Juan Marín presentaba públicamente su dimisión a las 22:20 horas) sino que ha bajado los humos a VOX y ha dejado cara de diputada rasa (autonómica o nacional) a Macarena Olona que, hay que contarlo, ha protagonizado una pésima campaña electoral, aún así ha ganado dos escaños (de 12 a 14), pero ha perdido muchos votos respecto a los de las últimas elecciones generales. Del 20% ha pasado al 13%.
El PP ha frenado a VOX en Andalucía. Santiago Abascal tampoco va a tener un feliz final de domingo.
Pero Juanma solo ha hecho unos rasguños en el centro-derecha si lo comparamos con la catarsis que ha provocado en la izquierda. Moreno ha liquidado al PSOE de Pedro Sánchez. Ha conseguido que en el feudo histórico de los socialistas, las tierras andaluzas, allí PSOE haya cosechado el peor resultado de su historia. A Sánchez ya le está pasando factura: fuentes solventes socialistas han confirmado al Periodista Digital que Ferraz ya ha recibido críticas ‘calientes» de los barones socialistas. Culpan directamente al presidente y a su secretario general del fracaso andaluz (30 escaños) por sus políticas nacionales y por su apuesta por Juan Espadas.
Es la hora -si no ellos sí sus colaboradores más directos este mismo domingo ya han presentado sus quejas a Ferraz y a Moncloa- de los Emiliano García Page, los Gillermo Fernández Vara, los Javier Lambán o incluso el acorralado Ximo Puig, la hora de que los barones muestren por fin lo que dicen en privado: ¡basta ya, Sánchez!.
Y Félix Bolaños, desde Sevilla, tal y como aseguran a PD las fuentes consultadas ha tenido que ejercer de rompeolas de las feroces críticas que hablan claramente de que Pedro Sánchez ya es un lastre electoral, resta y poco aporta -más allá de su supervivencia y la de algunos de sus ministros- al Partido Socialista.
Pero en el otro ala del Gobierno las cosas no pintan mejor. El mirlo blanco de la (extrema)izquierda, Yolanda Díaz, la ‘brillante’ esperanza de cara al horizonte electoral de las próximas generales se ha pegado un batacazo terrible, enorme, difícilmente de asumir. La vicepresidenta del Gobierno ha visto como su primer laboratorio electoral se diluía como un azucarillo en agua caliente. Más rápido, si cabe. Díaz y su ‘plataforma’ han conseguido la casi testimonial cifra de dos parlamentarios, dos. Aspiraban, eso lo decían off the récord, al menos a una decena.
Yolanda Díaz, además, creía en el sorpasso a Podemos. Ni una cosa ni otra. La ultraizquierda ya puede hacer las maletas. Cada cita electoral pierden representación institucional y lo de Andalucía (la región que más diputados aporta el Congreso de los Diputados) es la antesala de lo que puede ocurrir en las Generales.
Yolanda Díaz ha muerto en la orilla, pero no después de cruzar el río; antes de meterse en él. Ahora su equipo mira de reojo (para buscar otros responsables) en sus aliadas ‘guay’ de izquierdas: las dos imputadas (por graves delitos) Ada Colau y Mónica Oltra. Y es que, como todo en la vida, en política vale el dicho de ‘quien con niños se acuesta, mojado se levanta‘.
Se ha agotado el ciclo de la izquierda.