En el planeta Tierra hay miles de millones de personas en la miseria, con hambre, sin luz, agua y todo tipo de penalidades, de los que 28.000, 18.000 de ellos niños, mueren cada día por esas carencias. El estado de bienestar (sanidad, educación, pensiones… lo disfrutan 600 millones y entre ellos hay bolsas de miseria y pobreza extrema), frente a 7.400 millones viviendo con dificultades, en estados fallidos con corrupción, abusos y sin ley. En la UE somos el 6% del mundo y tenemos el 50% del gasto social. Solo esto ya supone un efecto llamada a toda la humanidad, especialmente al continente africano asolado de hambre, miseria, guerras, corruptos y criminales millonarios robando la riqueza de los países.
Europa es un castillo con bajas murallas y puertas entreabiertas, por donde se cuelan personas necesitadas que por su cultura y religión nunca se integrarán en los valores de Occidente. El buenismo está llevando a Francia al abismo y ya hay barrios ajenos a los valores occidentales en Suecia, Bélgica o Reino Unido; hay calles, barrios y zonas donde las leyes y los valores de Occidente son perseguidos. Zonas donde una mujer no puede ir con minifalda, entrar a un bar ni llevando velo y gais o lesbianas no pueden pasear cogidos de la mano. Lleva pasando 30 años y nadie ha querido verlo. Si queremos mantener los valores de occidente en Europa hay que actuar fuera de sus fronteras para que prosperen otras sociedades, pero no enviando fondos a dirigentes nacionales que se hacen millonarios robándolos, sino con inversiones finalistas y asegurando, incluso con el ejército (crear una alianza por la paz y la prosperidad), que los millones destinados a potabilizar agua, carreteras, escuelas, hospitales… se dedican a eso y comprobarlo sobre el terreno. Ingentes cantidades de dinero de ayuda han acabado en Suiza.
Hay mafias que meten en barcos a inmigrantes y llaman para que los recojamos y los traslademos aquí. Sin ningún futuro. Hay que recoger a cualquier persona que esté en el mar, aunque sea a un kilómetro del país de procedencia. No hacerlo es criminal. Pero no hay que desembarcarlo en Europa. Hay puertos en países africanos que reciben millones de turistas que se supone son seguros a los que hay que conducirlos, habiendo acordado antes con esas naciones cuánto cuesta esa recepción. Se acabaría la mafia de la inmigración que usan los criminales a costa de miles de muertos en el mar y el desierto. Hay que canalizar el flujo migratorio de ciudadanos hacia sociedades de similares culturas, y si son musulmanes que practican el islamismo hay que dirigirlos a países que se rijan por esa norma, que no son pocos: Irán, Arabia Saudí, Qatar, EAU, Egipto, Pakistán… Y si se oponen, expulsarlos de organismos internacionales. Porque el sueño de la Alianza de Civilizaciones no sirve, no funciona, provoca guerras civiles en los barrios y ciudades. Que nadie que no haya vivido en un barrio obrero rodeado de inmigrantes sin trabajo o islamistas hable de Alianza desde su chalet paradisiaco en una zona cara bien protegida. Es inmoral y hay muchos, de izquierda y derecha, que lo hacen.
Para mantener nuestro Europa hay que acabar con las desigualdades internas. Nadie sin vivienda, luz, agua, trabajo digno con salario digno y ayuda del Estado. Para eso hay que controlar cuántos ciudadanos tenemos ese derecho. Porque no tenemos riqueza ni posibilidad de repartirla a toda África. Austeridad en el gasto, administración eficiente (sin chiringuitos estatales, autonómicos ni locales), sin prebendas ni privilegios a la casta política y sus 400.000 enchufados, con el actual esfuerzo impositivo o menos, con sentido común y sin corrupción es posible. Con inmigración ilegal, sin garantizar las fronteras, no lo es. Ni se les puede dejar morir en el mar, porque es un crimen (y está ocurriendo), ni que mueran de hambre y enfermedades en nuestras ciudades tratados peor que perros. Humanidad con justicia social son compatibles.
La UE debe dejar algunas políticas-basura al servicio de los emporios económicos, esos mismos que financian ONG para llenar Europa de inmigración ilegal, y pensar en el bienestar de su ciudadanía. Un fondo de inmigración para países exportadores de inmigración gestionado desde consulados europeos. Allí los nativos se inscriben para venir y firman un compromiso de formarse y aprender la lengua del país al que quieren ir. Reciben una cuantía económica que para la UE es insignificante y para ellos, la vida. Un camionero marroquí tras 40 años conduciendo y ganando 500 euros/mes se jubila con una pensión de 150 euros. 50 o 100 euros/mes y se llenan las aulas. Quien intente entrar en Europa ilegalmente sale de la lista. Acogerlos aquí, darles limosna y que los exploten o ignorarlos es, además de mucho más costoso, el origen de lo que ha pasado en Francia, aunque allí son nacionales porque la mayoría proviene de Argelia que fue Francia hasta hace poco. Aprender la lengua (inglés, francés, español o alemán) y lo más importante, compromiso de aceptar los valores de nuestra civilización muy diferente a la suya. Eso se puede concretar en la igualdad del hombre y la mujer, el respeto a todas las orientaciones sexuales y la práctica de la religión en templos o domicilios, pero siempre que la misma acate los principios morales antes expuestos: libertad de orientación sexual, igualdad hombre-mujer. Quien venga y no lo cumpla será devuelto. Quien cometa delitos violentos, será devuelto. Quien siendo nacional de un país occidental (Francia, por ejemplo) no acate las normas de convivencia antes señaladas perderá derechos (ayudas sociales, viviendas, becas…). Todo ciudadano de la UE tiene que aceptar estas reglas. Todos tienen derecho a una vivienda modesta al alcanzar la mayoría de edad, a un trabajo con un sueldo digno, a un ingreso mínimo vital (IMV). A partir de ahí, quien progrese podrá comprarse una vivienda propia (la social del Estado es siempre del Estado), coche y mejorar su nivel de vida por méritos, trabajo y esfuerzo. La misma política será aplicable a los países de América del Sur cuyos ciudadanos hablan mayoritariamente nuestra lengua y tienen nuestra cultura.
Los que hablan de resolver el problema con integración, ayudas etc. no han vivido ni conocen un barrio pobre. Mienten porque quieren otra sociedad o por su ignorancia supina. ¿Alguien en los partidos políticos conoce la realidad de los barrios pobres? ¿Conocen a alguna persona que acuda a colas de hambre? ¿Conocen el malestar que despiertan las pagas a extranjeros que no trabajan? ¿Conocen el abismo de los jóvenes formados que deben salir al extranjero, o de los no formados para sobrevivir en este país? ¿Conocen las barbaridades que se hacen en el mercado de trabajo contra personas en la primera industria del país, el turismo, con camareros, cocineros, empleados de hotel, de comercios, etc.? No saben nada. Viven en su burbuja con nuestro dinero. Hay tanto por hacer que la casta política con sus pompas y reuniones para la guerra provocan asco, están a lo suyo. Hagan la paz, repartan mejor la riqueza y acaben con el hambre, será más barato. Nos jugamos la libertad y nuestra forma de vida.