La vida tiene formas curiosas de poner a prueba nuestras convicciones más firmes. Esto es precisamente lo que está experimentando Rubén Sánchez, uno de los activistas más visibles de Podemos y defensor a ultranza de las políticas implementadas por la exministra de Igualdad, Irene Montero. El que fuera portavoz y ferviente seguidor de la política podemita se encuentra ahora en una situación que contradice frontalmente los principios que ha defendido públicamente durante años: según denuncia, está siendo víctima de una falsa acusación de violencia de género por parte de su expareja.
El caso ha generado un auténtico terremoto en las redes sociales, donde Sánchez ha sido especialmente activo defendiendo que Montero es «la mejor política de todos los tiempos» y apoyando sin fisuras la controvertida Ley del «solo sí es sí». Ahora, el activista se enfrenta a la cruda realidad de verse señalado por aquello que siempre negó que existiera: una denuncia falsa de maltrato con el aparente objetivo de conseguir la custodia de sus hijas.
La denuncia que lo cambia todo
Los hechos salieron a la luz a finales de abril de 2025, cuando Rubén Sánchez publicó un vídeo en sus redes sociales que rápidamente se viralizó. En él, visiblemente afectado, denunciaba que su exmujer estaba acusándole falsamente de ser un maltratador ante sus propias hijas, impidiéndole además verlas.
«Decirle a tu hija que su padre es un maltratador sin serlo, es algo extremadamente aberrante y grave. Para obtener la custodia no todo vale», expresaba Sánchez en su mensaje, añadiendo con dolor: «El día del padre y sin mis hijas, no voy a rendirme jamás».
Lo que ha convertido este caso en especialmente llamativo es la contradicción que supone respecto a las posiciones que el propio Sánchez ha defendido públicamente. Como militante de Podemos y seguidor de Irene Montero, había apoyado firmemente el mantra de que «las denuncias falsas no existen» y que «hay que creer a las mujeres sí o sí por encima de los hombres», dogmas fundamentales de la formación morada.
Entre el feminismo y la realidad personal
La situación ha provocado que Sánchez matice ahora su postura, reconociendo que existen casos en los que algunas mujeres «se están aprovechando de estas leyes» para presentar acusaciones falsas contra hombres inocentes. Este giro en su discurso ha generado todo tipo de reacciones en las redes sociales, donde muchos usuarios le acusan de hipocresía por cambiar de opinión solo cuando el problema le afecta personalmente.
Curiosamente, incluso en medio de su denuncia personal, Sánchez ha intentado mantener cierta coherencia con su posicionamiento político anterior, advirtiendo en su vídeo que «de las denuncias falsas no se habla desde la izquierda, se habla más desde la extrema derecha, pero no compres sus discursos, porque son discursos totalmente machistas, fuera de contexto».
Esta matización no ha impedido que su caso se convierta en objeto de debate público, especialmente entre quienes han criticado durante años las consecuencias negativas de algunas políticas impulsadas por el Ministerio de Igualdad durante la etapa de Irene Montero.
Las políticas de Montero bajo escrutinio
El caso de Rubén Sánchez ha reavivado el debate sobre la Ley del «solo sí es sí», una de las banderas legislativas de Irene Montero durante su etapa como ministra. Esta normativa, que pretendía reforzar la protección de las víctimas de violencia sexual, generó una importante controversia por sus efectos en la reducción de penas a numerosos condenados por delitos sexuales.
La exministra Montero, que publicó en noviembre de 2024 el libro «Algo habremos hecho» donde relata los episodios más tensos de su etapa en el gobierno, siempre defendió que las críticas a su gestión respondían a una estrategia para «silenciar al feminismo» y «castigar el feminismo institucional».
Sin embargo, casos como el que ahora denuncia uno de sus más fervientes defensores ponen de relieve las complejidades y posibles efectos no deseados de algunas políticas implementadas durante su mandato.
Reacciones divididas en redes sociales
La viralización del vídeo de Sánchez ha generado una avalancha de comentarios en redes sociales. Mientras algunos usuarios muestran su solidaridad con el activista, otros no han perdido la oportunidad de señalar la ironía de la situación.
«Da gloria verle ahora decir que las denuncias falsas sí existen y que los hombres están desprotegidos», comentaba un usuario en Twitter, compartiendo capturas de antiguas publicaciones de Sánchez donde defendía posiciones completamente opuestas.
El caso ha trascendido las fronteras ideológicas habituales, provocando debates tanto dentro como fuera de los círculos de la izquierda sobre la necesidad de encontrar un equilibrio entre la protección a las víctimas reales de violencia de género y las garantías procesales para evitar condenas injustas.
Un debate necesario más allá de las ideologías
Lo que el caso de Rubén Sánchez pone sobre la mesa es la necesidad de abordar estos temas complejos desde una perspectiva que trascienda las trincheras ideológicas. La protección de las víctimas de violencia de género debe ser una prioridad social, pero también deben existir mecanismos que impidan el uso fraudulento de las herramientas legales diseñadas para este fin.
El propio Sánchez parece haber iniciado una reflexión personal sobre estas cuestiones, aunque intenta mantener un difícil equilibrio entre su nueva experiencia personal y sus convicciones políticas previas. Su caso ilustra las complejidades de un debate que no admite simplificaciones y que requiere un análisis riguroso más allá de posicionamientos dogmáticos.
La paradoja de ver a uno de los principales defensores de Irene Montero convertido en crítico de algunos aspectos de las políticas que él mismo apoyaba fervientemente constituye un llamativo ejemplo de cómo la experiencia personal puede modificar perspectivas que parecían inamovibles.
Datos curiosos sobre denuncias falsas
El debate sobre las denuncias falsas de violencia de género ha estado siempre rodeado de controversia. Según datos oficiales, el porcentaje de denuncias que acaban en sentencias condenatorias por falsedad documental o simulación de delito es muy bajo, inferior al 0,01%. Sin embargo, estos datos son interpretados de manera diferente según la perspectiva ideológica: mientras unos los ven como prueba de la práctica inexistencia de denuncias falsas, otros argumentan que muchas acusaciones infundadas nunca llegan a ser investigadas como posibles delitos de denuncia falsa.
El caso de Rubén Sánchez no es el primero que afecta a figuras cercanas a Podemos. Anteriormente, Juan Carlos Monedero, uno de los fundadores del partido, también denunció haber sido víctima de una falsa acusación, lo que generó similares debates sobre la coherencia entre el discurso público y la reacción ante experiencias personales adversas.
Lo que resulta indudable es que casos como el de Sánchez contribuyen a un debate necesario sobre cómo equilibrar la protección a las víctimas reales con las garantías procesales en un Estado de Derecho, un debate que debería trascender las simplificaciones ideológicas para buscar soluciones efectivas a problemas complejos.