El Partido Socialista Obrero Español vuelve a ser protagonista de una crisis interna, esta vez a golpe de filtraciones. En las últimas 48 horas, la política nacional ha girado alrededor de los mensajes de WhatsApp entre Pedro Sánchez y su exministro y antiguo hombre fuerte en el partido, José Luis Ábalos. El contenido, lejos de ser anodino, está repleto de calificativos poco edificantes hacia algunos líderes territoriales del partido —especialmente Emiliano García-Page y Javier Lambán— y revela una estrategia dirigida desde La Moncloa para acallar las voces díscolas que cuestionaban las decisiones más polémicas del presidente.
La filtración ha caído como una bomba en el seno socialista. En un ejercicio de realismo político, tanto Page como Lambán han salido al paso para denunciar lo que consideran una “obsesión enfermiza” de Sánchez por controlar a los barones. El presidente manchego ha confesado que le asquea más el pacto con los independentistas que los insultos personales, aunque no oculta su sorpresa por el tono bronco y casi tabernario empleado desde la cúpula socialista.
Por su parte, Lambán ha relatado cómo las conversaciones telefónicas con Sánchez estaban marcadas por la “ira” y la “pérdida de control”, calificando el episodio como propio de una praxis partidista que convierte la disidencia en un pecado capital. El expresidente aragonés recuerda dos broncas muy serias con el líder del Ejecutivo, aunque todavía guarda detalles en la recámara. Eso sí, no esconde su estupor ante los intentos sistemáticos de censura interna: “se inauguraba una manera de censura, presión y descalificación en la que hasta los militantes se erigían en censores”.
La complicidad entre Sánchez y Ábalos: “uña y carne” en tiempos revueltos
Los mensajes publicados no sólo evidencian el afán controlador de Sánchez; también ponen negro sobre blanco una complicidad absoluta entre el presidente y Ábalos, incluso después del abrupto cese de este último. Entre 2020 y 2021, ambos compartieron impresiones sobre cómo atajar las críticas internas. Expresiones como “Que Page deje de tocar los cojones” o “Llamad al petardo de Lambán” pintan un retrato poco edificante del estilo presidencial: directo, autoritario y sin pelos en la lengua.
La relación entre Sánchez y Ábalos fue tan estrecha que incluso tras su destitución mantuvieron contacto cordial —felicitaciones por cumpleaños incluidas— y gestos mutuos de solidaridad ante las tormentas mediáticas. Ábalos, convertido en brazo ejecutor del presidente, hacía llegar toques de atención a los críticos siguiendo instrucciones claras: había que silenciar a Page, Lambán o Fernández Vara para evitar más ruido sobre pactos incómodos con independentistas o indultos a líderes catalanes.
No faltan voces que sugieren que esta complicidad rayaba lo tóxico. Desde sectores críticos se habla abiertamente del “macarra” Sánchez y su alianza con el “puter Abalos”, dos apodos surgidos tanto del sarcasmo político como del hastío ante unas formas más propias del club nocturno que del Consejo de Ministros.
El malestar entre los barones: presión, insultos y ambiente irrespirable
Page reconoce que siempre notó tensión pero nunca se sintió amenazado físicamente; eso sí, subraya que el ambiente era incómodo y hasta irrespirable para quienes clamaban libertad interna. Los mensajes muestran cómo desde Madrid se intentaba cortar cualquier atisbo de rebeldía regional: desde acusar a Felipe González de ser pura amargura hasta tratar a Lambán o Page como meros obstáculos para la estrategia centralista del sanchismo.
El propio Lambán rememora charlas frías o agrias donde la jerarquía marcaba distancia con quien osaba discrepar. “Me asquean estas situaciones”, señala con crudeza, mientras denuncia cómo el debate interno ha sido laminado progresivamente bajo fórmulas autoritarias ajenas al espíritu fundacional del PSOE.
Reacciones políticas y mediáticas: silencio público, ruido interno
Mientras dentro del PSOE algunos responsables prefieren mirar hacia otro lado e incluso cargar contra la filtración (el ministro Óscar López tilda el hecho de grave e insta a investigar quién ha abierto la caja de Pandora), fuera del partido las reacciones van desde el estupor hasta el sarcasmo.
El Partido Popular no pierde oportunidad para retratar a Sánchez como un dirigente vengativo y carente de escrúpulos, mientras algunos medios públicos apenas dedican 40 segundos a informar sobre la polémica. Por supuesto, nadie se atreve a negar la veracidad ni el tono soez de los mensajes filtrados; más bien se trata de minimizar daños e intentar pasar página cuanto antes.
Entre los curiosos detalles destaca cómo parte de los mensajes salieron a la luz tras ser localizados en un disco duro perteneciente al famoso Koldo García —el colaborador próximo a Ábalos implicado en otras causas judiciales— hallazgo digno de un thriller político made in Spain.
Curiosidades políticas para coleccionistas
- Los insultos utilizados (“petardo”, “hipócrita”, “impresentable”) han provocado no sólo malestar sino cierto cachondeo entre las bases socialistas.
- Lambán asegura guardar todavía secretos jugosos sobre sus discusiones con Sánchez… ¿serán carne para futuras memorias?
- El archivo digital con los mensajes apareció junto a otros documentos comprometedores en casa del entorno de Ábalos. El hallazgo fue descrito por Page como digno “de película”.
- Pese al terremoto mediático, solo Page sigue al frente de su federación; Lambán ya es historia reciente pero con ganas —parece—de contarla algún día.
- En plena polémica surge un debate clásico: ¿deben publicarse comunicaciones privadas cuando afectan directamente al funcionamiento democrático?
- El episodio alimenta aún más el mito del “Sánchez irreductible”, capaz de tejer alianzas improbables —y silenciar disidencias— aunque sea a costa del buen ambiente interno.
En definitiva, las nuevas revelaciones sobre los WhatsApps presidenciales reabren viejas heridas en un PSOE acostumbrado ya al ruido pero no tanto a verse desnudo ante la opinión pública… ni ante sus propios militantes.