En el corazón del poder sanchista, donde el sigilo es ley y la lealtad moneda de cambio, vuelan los cuchillos.
José Luis Ábalos, exministro y antiguo número dos del PSOE, ha pasado de verse arrinconado por la Justicia a convertirse en el protagonista absoluto de la política española.
Tiene, casi literalmente y en palabras de un alto dirigente socialista, ‘agarrado por los huevos’ a quien fuera su amigo del alma, compinche, jefe y colega de tropelías: Pedro Sánchez.
Las alarmas han saltado en Moncloa: ministros, asesores y cargos intermedios confiesan en privado que viven “a ciegas” y con el pánico instalado en los despachos, tras constatar que el novio de Jésica estaría chantajeando al mismísimo presidente, al marido de Begoña, con la filtración selectiva de sus mensajes privados.
El runrún no cesa: ¿qué tiene realmente Ábalos?, ¿hasta dónde está dispuesto a llegar?, ¿qué podría hacer saltar por los aires?
La incertidumbre es total.
Los whatsapps publicados hasta ahora no comprometen personalmente ni a Sánchez ni al propio Ábalos, pero sí dejan entrever estrategias internas, comentarios sobre ministros y políticos rivales e incluso rencillas que podrían ser dinamita pura si se revelan los mensajes más delicados. El Gobierno aparenta tranquilidad, pero la inquietud es manifiesta: nadie sabe qué bomba puede estallar mañana.
Filtraciones y amenazas veladas: cómo hemos llegado aquí
La tensión entre Pedro Sánchez y su antiguo lugarteniente no es nueva. Desde su abrupta salida tras el estallido del caso Koldo, Ábalos se sintió víctima de una vendetta interna. Pero lo que pocos podían imaginar era que acabaría admitiendo públicamente –como hizo esta semana en La Sexta– haber participado en la filtración de mensajes privados con el presidente, publicados desde el domingo por El Mundo.
Los ministros consultados empiezan ya a utilizar sin tapujos la palabra “chantaje”. Se preguntan si las filtraciones son sólo un aviso o si detrás hay una estrategia para obtener algún tipo de contrapartida política o judicial. En público, todos repiten el argumentario oficial: condena por la vulneración de la privacidad presidencial y denuncia de supuestos delitos en la filtración. Pero en privado, reconocen estar “acojonados” ante lo desconocido.
En este contexto de sálvese quien pueda, no faltan comparaciones con otros grandes escándalos políticos nacionales, como la operación Kitchen o las guerras sucias del pasado reciente. “¿Por qué Sánchez no ha dado luz verde a una operación como la que activó Rajoy contra Bárcenas?”, se preguntan algunos columnistas con ironía ácida, poniendo en duda la astucia del actual presidente frente a los métodos expeditivos del PP en tiempos pretéritos.
El círculo se estrecha sobre Ábalos… ¿o sobre Sánchez?
El trasfondo judicial añade más leña al fuego. Ábalos está acorralado por las investigaciones sobre presuntas mordidas y corrupción; pero lejos de amilanarse, ha optado por pasar al ataque. Según fuentes del Gobierno próximas a Sánchez, el exministro se siente abandonado por sus antiguos compañeros y estaría dispuesto a llevar su pulso hasta las últimas consecuencias.
En plena vorágine parlamentaria, mientras el PSOE pelea cada voto como si fuera el último (y literalmente lo es), Ábalos juega con su escaño en el Grupo Mixto como moneda de cambio y factor desestabilizador. No han faltado episodios rocambolescos: peticiones públicas de protección frente a la UCO y la Fiscalía, solicitudes para ser readmitido como militante socialista e incluso amagos de rebelión interna contra la actual dirección.
La publicación selectiva de mensajes –algunos relativos a 2023, cuando Sánchez incluyó a Ábalos en sus listas pese a las sospechas– parece diseñada para mostrar músculo y advertir que lo peor aún puede estar por llegar. Mientras tanto, todo el Gobierno teme una nueva entrega que contenga material más sensible o que exponga disputas internas capaces de desestabilizar al Ejecutivo.
Clima preelectoral enrarecido y batalla mediática
Este terremoto político llega en un momento especialmente delicado para Pedro Sánchez: encuestas adversas, socios incómodos (Junts o Sumar) que aprietan pero no ahogan y una oposición crecida que aprovecha cualquier resquicio para cargar contra un Gobierno al borde del colapso parlamentario.
No faltan ingredientes para un thriller político: llamadas desesperadas para asegurar apoyos clave antes de cada votación; diputados (como Ábalos) que deciden si acudir o no al Pleno en función del clima interno; mensajes cruzados entre dirigentes temerosos de ser los próximos sacrificados; e incluso comparaciones irónicas entre las habilidades políticas de Sánchez y las viejas glorias del PP.
Por si fuera poco, todo sucede bajo los focos mediáticos y con un debate público encendido sobre los límites éticos del periodismo cuando se trata de mensajes privados entre cargos públicos. Parte del Ejecutivo sostiene que su difusión podría constituir un delito contra la intimidad presidencial; otros ven legítimo el interés general por conocer las cloacas políticas cuando afectan al núcleo duro del poder.
Curiosidades y datos jugosos
- Ábalos asegura que guardaba los mensajes con Sánchez porque quería escribir unas memorias. Al final ha terminado escribiendo –de momento– titulares para todos los medios nacionales.
- El miedo es tan palpable que varios ministros han optado por comunicarse exclusivamente cara a cara para evitar dejar rastro digital.
- Entre los comentarios publicados figuran valoraciones internas sobre otros miembros del Gabinete: desde bromas privadas hasta descalificaciones poco edificantes.
- La expresión más repetida estos días en Moncloa es “caminamos a ciegas”, síntoma inequívoco de que ni siquiera el presidente sabe qué vendrá después.
- En círculos parlamentarios ya circula una apuesta informal sobre quién será el próximo objetivo de una filtración “accidental”.
El pulso entre Ábalos y Sánchez deja claro que en política nadie está seguro… ni siquiera quienes creían tenerlo todo atado y bien atado.