El PSOE andaluz vivió en 2021 uno de sus episodios más controvertidos en décadas. Un proceso de primarias que debería haber sido un ejemplo de democracia interna terminó transformándose en un caso de ingeniería orgánica que hoy, con el paso del tiempo y el avance de investigaciones judiciales, sigue arrojando sombras sobre la legitimidad del liderazgo impuesto por Pedro Sánchez en Andalucía. La anécdota, lejos de ser menor, refleja la capacidad —y la voluntad— del aparato socialista para condicionar, a cualquier precio, el futuro de sus federaciones más díscolas.
En el centro del huracán se encuentra la célebre jornada en la que 78 empleados de Lipasam, la empresa municipal de limpieza de Sevilla, fueron afiliados al PSOE en cuestión de horas. El proceso fue tan rápido y masivo que ni siquiera se disimuló: las altas se concentraron en distritos clave como Macarena y Triana, feudos tradicionales del susanismo. La mecánica era sencilla pero efectiva: recursos humanos del Ayuntamiento, bajo control del entonces candidato Juan Espadas, emitían certificados laborales para avalar la inscripción de trabajadores sin vínculo real con las agrupaciones locales. Incluso hubo casos tan llamativos como el de una mujer de 92 años empadronada ficticiamente para engrosar el censo.
El toque a rebato: basureros y limpiadoras al rescate
La operación, según relatos recogidos por medios digitales solventes, incluyó un auténtico “toque a rebato” entre empleados municipales: se movilizó a basureros y limpiadoras para afiliarse “contra Susana Díaz”, rival directa del sanchismo andaluz. La urgencia era máxima; el objetivo, garantizar que los votos orgánicos favorecieran a Espadas frente a Díaz, que representaba la resistencia frente a Ferraz y su líder nacional.
Entre los detalles más jugosos:
- Las afiliaciones exprés se realizaron en menos de 24 horas.
- Muchos nuevos militantes no residían ni trabajaban realmente en los barrios donde fueron inscritos.
- Algunas inscripciones eran tan forzadas que ni siquiera cumplían los requisitos mínimos del reglamento interno.
El episodio generó un profundo malestar entre los cuadros tradicionales del partido. No sólo por la manipulación evidente, sino porque supuso una “bajada a los infiernos” en términos éticos y procedimentales para una organización que había hecho bandera —al menos formalmente— de la regeneración democrática.
Ferraz lo sabía… y miró hacia otro lado
Uno de los aspectos más polémicos fue la actitud de la dirección federal. Todas las denuncias internas sobre las irregularidades fueron inadmitidas. Ferraz validó sin pestañear las afiliaciones “a medida”, ignorando impugnaciones e informes críticos que alertaban sobre un censo inflado artificialmente.
La explicación es tan pragmática como descarnada: la prioridad era tumbar a Susana Díaz —considerada un obstáculo para consolidar el poder sanchista— y asegurarse una federación andaluza alineada con el liderazgo nacional. Para ello, Sánchez encargó a su círculo más cercano hacer “lo que fuese necesario”. Según distintas fuentes internas, los entonces altos cargos socialistas José Luis Ábalos (Organización) y Santos Cerdán (secretario adjunto) recibieron instrucciones directas para garantizar el triunfo de Juan Espadas.
“Haced lo que haga falta”, habría ordenado Sánchez a sus lugartenientes.
La consigna incluyó no solo el manejo del censo sino también promesas políticas.
Obras públicas como moneda de cambio
Según ha trascendido posteriormente, Ábalos y Cerdán desplegaron una intensa campaña entre alcaldes socialistas andaluces. Se les ofrecieron proyectos y obras públicas como incentivo para movilizar apoyos hacia Espadas. El mensaje era claro: quien ayudara al candidato oficialista sería recompensado con inversiones en su municipio.
Esto provocó una movilización inédita entre los ediles locales:
- Promesas específicas de obras o mejoras urbanas.
- Llamadas personales desde Organización para “recordar” lo mucho que estaba en juego.
- Presiones soterradas para evitar deserciones o neutralidades incómodas.
La combinación de incentivos materiales y manipulación orgánica hizo posible lo impensable: darle la vuelta a unas primarias que, según todas las previsiones iniciales, debía haber ganado Díaz.
¿Un caso aislado o una nueva normalidad?
Lo sucedido en Sevilla dejó al descubierto algo más profundo que un simple amaño localista. Se trataba, como han señalado varios analistas políticos, de una lógica sistémica: la utilización sistemática del aparato partidario y los recursos públicos para asegurar el control interno. Una práctica que deja tocada —cuando no hundida— cualquier pretensión ética o regeneradora.
Para muchos veteranos socialistas, lo peor no fue tanto perder las primarias como comprobar hasta qué punto se había degradado el proceso democrático interno. Y aún peor: cómo Ferraz estaba dispuesto a sacrificar cualquier principio si eso garantizaba su hegemonía territorial.
Consecuencias abiertas… e incómodas preguntas
El escándalo sigue vivo porque ha trascendido lo meramente orgánico. En la actualidad:
- Hay investigaciones judiciales abiertas sobre las afiliaciones exprés.
- El PSOE andaluz atraviesa una crisis interna sin precedentes tras este episodio.
- Los métodos empleados han generado una desafección creciente entre militantes históricos.
Además, algunos protagonistas centrales —como Ábalos o Cerdán— han visto cómo otros escándalos recientes aumentan el interés mediático sobre sus maniobras pasadas.
Curiosidades sobre el caso
- El récord de afiliación exprés lo ostenta una limpiadora sevillana dada de alta dos veces en distintas agrupaciones… ¡en menos de 48 horas!
- Un buen número de empleados municipales admitió después no saber exactamente “a qué se habían afiliado”, creyendo que era parte del proceso laboral rutinario.
- La mayor parte de las nuevas altas causaron baja automática meses después, cuando ya no eran necesarias para las votaciones internas.
- Hay quienes aseguran que algún sindicato llegó a ofrecer café gratis durante todo un mes… solo por firmar el alta socialista.
Lo cierto es que este episodio ha dejado huella indeleble en la memoria colectiva del socialismo español. Y aunque desde Ferraz insistan en mirar al futuro —y no al pasado— cada vez resulta más difícil barrer bajo la alfombra tanta basura orgánica acumulada.