No hay nadie al timón.
Y si ocasionalmente se pone alguno, da la impresión de no saber navegar.
La política exterior y de seguridad española atraviesa un momento muy delicado.
No solo por el pulso geopolítico global, sino por la suma de decisiones contradictorias, silencios incómodos y apuestas tecnológicas arriesgadas que han encendido alertas entre aliados.
.En ese telón de fondo, la sensación de país a la deriva vuelve al centro del debate público, mientras Pedro Sánchez intenta cuadrar la agenda internacional con una aritmética parlamentaria frágil y socios heterogéneos.
Una pieza influyente de la prensa nacional describe este cuadro como una “pérdida de rumbo en defensa y seguridad”, subrayando el impacto de decisiones improvisadas y el sectarismo en la gestión estratégica del Estado, justo cuando la disuasión, la ciberseguridad y la interoperabilidad aliada exigen rigor, previsibilidad y confianza mutua.
En un ecosistema OTAN donde cada elección tecnológica o diplomática tiene consecuencias, España parece haber elegido varias veces el carril más estrecho.
La “pifia de la OTAN” y el coste de la desconfianza
- La arquitectura de seguridad euroatlántica funciona por confianza. Cuando un aliado se desmarca, la factura llega en forma de pérdida de acceso, retrasos en información sensible o sillas marginales en reuniones críticas. La crítica a la gestión gubernamental apunta a un deterioro de esa confianza, con decisiones que “desalinean” a España de los consensos operativos de la Alianza.
- El desgaste no es solo simbólico. El caso Huawei —y su impacto sobre el intercambio de inteligencia— ha levantado recelos explícitos en Washington y preocupación en Bruselas: congresistas estadounidenses solicitaron revisar el flujo de inteligencia compartida con España tras la adjudicación a Huawei de un contrato para el almacenamiento de escuchas judiciales (SITEL). Interior defendió que el sistema es estanco, que la empresa no accede a los datos y que cumple con el marco del Centro Criptológico Nacional. Pero en seguridad, la percepción es parte del activo: cuando el aliado duda, la OTAN se resiente.
- ¿“Pifia” o mal cálculo? La polémica no se circunscribe a una compra pública. Entidades como ARTICLE 19 han reclamado una evaluación independiente de impacto en derechos y seguridad, y organizaciones y medios subrayan la contradicción con las recomendaciones europeas sobre proveedores “de alto riesgo”. La oposición ha solicitado fiscalización del Tribunal de Cuentas y comparecencias ministeriales por el mismo motivo. La erosión reputacional ya está hecha.
El error de apostar por los “espías” de Huawei
- Hechos clave:
- Contrato de 12,3 millones para equipamiento Huawei OceanStor 6800V5 vinculado al sistema SITEL.
- Defensa oficial: “no hay conexión exterior”, la Policía y la Guardia Civil custodian la data, y la tecnología china es una pieza menor del conjunto.
- Reacción internacional: líderes de inteligencia en el Congreso y Senado de EE. UU. pidieron revaluar el intercambio con España por potencial riesgo de acceso del PCCh a información sensible.
- Riesgos señalados:
- Dependencia tecnológica en un segmento crítico (interceptación judicial).
- Divergencia con el estándar OTAN/UE sobre proveedores de alto riesgo, con efecto directo en interoperabilidad y confianza.
- Peticiones de suspensión temporal y evaluación independiente desde el ángulo de libertades y derechos.
- Política y narrativa:
- El Gobierno habla de soberanía tecnológica “de facto” al subrayar el encapsulado del sistema.
- La oposición enmarca el caso como “riesgo de espionaje” y reproche de alineamiento con el espacio euroatlántico.
- En Washington, la semántica cuenta menos que el vector: si el proveedor es Huawei, el umbral de sospecha sube, y con él las barreras en el intercambio de inteligencia.
Aliados impresentables: el ruido de Hamás y los torturadores chavistas
- Orientación en Oriente Próximo:
- España condenó los atentados terroristas de Hamás el 7 de octubre y respaldó la legalidad internacional, pero su estrategia pública ha pivotado hacia el reconocimiento de Palestina y la presión diplomática sobre Israel.
- En julio, Exteriores impulsó en foros internacionales la solución de los dos Estados y el reconocimiento pleno, iniciativa celebrada por actores palestinos —incluido Hamás, según crónicas— y por gobiernos árabes, a la vez que generó fricción con Israel.
- España, junto a otros socios europeos, advirtió contra planes militares israelíes con elevado coste humanitario, en línea con su postura de contención.
- América Latina, el caso Venezuela:
- La crítica recurrente apunta al trato preferente con el chavismo, régimen señalado por torturas y represión. Aunque el Gobierno enmarca su relación en la diplomacia multilateral, el coste reputacional se acumula: un vector de afinidad con gobiernos autoritarios, a contramano de la narrativa de “valores” occidentales. Las advertencias sobre la presencia de redes como Hezbolá o Hamás en Venezuela añaden ruido a la foto de socios en la vecindad latinoamericana, un recordatorio de que las fronteras entre seguridad y política exterior son porosas.
- Efecto acumulado:
- La insistencia en el reconocimiento de Palestina —con apoyos que incluyen a Hamás en la retórica de aplauso— y los guiños al chavismo son munición para quienes ven una deriva ideológica que complica la cooperación antiterrorista y la influencia española en el eje transatlántico.
¿Sánchez apartado de las reuniones sobre Ucrania?
- En la narrativa de debilidad, otro frente es Ucrania. España defiende un compromiso por una “paz justa” y por mantener el apoyo a Kiev en el marco europeo, con ambición de proyección exterior. La crítica mediática, sin embargo, pone el acento en la pérdida de centralidad: menos presencia en cónclaves clave, menos ascendencia en debates de impacto militar y financiero, y el riesgo de que socios perciban a Sánchez como un “socio de segunda fila”. Ese diagnóstico de deterioro de influencia aparece en valoraciones editoriales recientes.
- En diplomacia, estar en la foto a veces importa tanto como hablar en la sala. La combinación de frentes abiertos (Huawei, Palestina, Venezuela) rebaja el margen de maniobra español en un expediente —Ucrania— donde la coordinación con Estados Unidos y los socios del Este es especialmente sensible.
El subtexto doméstico: el “Gobierno Frankenstein” y la seguridad como rehén
- La lógica parlamentaria:
- La etiqueta de “Gobierno Frankenstein” describe una coalición dependiente de partidos con agendas territoriales propias y prioridades dispares. En defensa y seguridad, esa inestabilidad se traduce en mensajes cruzados, anuncios grandilocuentes y decisiones técnicas discutibles, según el reproche editorial.
- Las tres grietas que señalan los críticos:
- Coherencia: reconocimiento de Palestina y críticas rotundas a Israel, pero sin blindar canales con Washington y Bruselas para amortiguar el coste.
- Capacidad: externalizar nodos críticos a proveedores polémicos, negociar después los daños colaterales.
- Credibilidad: reclamar liderazgo europeo mientras se tolera una brecha entre discurso y práctica operativa.
- Lo que viene:
- Fiscalización de contratos y comparecencias ministeriales por el caso Huawei.
- Mayor escrutinio OTAN/UE de la cadena de suministros críticos y de la alineación española.
- Una presión añadida sobre Moncloa para recomponer puentes con Washington y aliados del Este.
Claves, riesgos y escenarios
- Claves inmediatas:
- Restablecer confianza con EE. UU. y la OTAN en intercambio de inteligencia.
- Alineación tecnológica con estándares europeos para infraestructuras sensibles.
- Diplomacia calibrada en Oriente Próximo que evite “aplausos” indeseados sin ceder en objetivos humanitarios.
- Riesgos:
- Segmentación del acceso a información aliada por dudas sobre ciberseguridad.
- Pérdida de peso en foros decisivos sobre Ucrania y sobre el flanco sur.
- Efecto dominó: más coste de capital político para negociar apoyos en Bruselas y Washington.
- Escenarios:
- Corrección técnica: auditoría independiente del caso Huawei y sustitución progresiva de equipamiento de alto riesgo.
- Reencuadre político: mensajes coordinados sobre Palestina y vínculos con regímenes autoritarios para reducir fricciones con socios clave.
- Persistencia: si nada cambia, más “sillas pequeñas” en reuniones grandes y un país con menos palanca estratégica.
Un toque de humor (amargo) y un puñado de datos
- En la OTAN, la regla no escrita es simple: si dices que todo está “estanco”, tus aliados te piden una auditoría; si dices que vas “alineado”, te piden el plan de migración tecnológica; y si dices que lideras, te piden que presidas un grupo de trabajo… y que no faltes a la foto.
- Datos y curiosidades:
- 12,3 millones de euros: valor del contrato ligado a SITEL y Huawei que ha desencadenado la controversia.
- Washington elevó formalmente la inquietud: líderes de inteligencia pidieron revisar el intercambio con España por posible riesgo de filtraciones al PCCh.
- España condenó el terrorismo de Hamás tras el 7-O y, en paralelo, ha impulsado el reconocimiento de Palestina en foros internacionales; esa dualidad alimenta lecturas contrapuestas sobre la coherencia estratégica.
- La oposición reclama al Tribunal de Cuentas auditar todos los contratos con Huawei de los últimos cinco años y cita un “riesgo de espionaje” como motivo central.
- En la crítica editorial, la palabra más repetida es “rumbo”: no es el viento —ni la OTAN, ni Ucrania, ni Oriente Próximo—, es el timón.
