En política, como en casi todo en la vida, el liderazgo se demuestra andando.
A la hora de publicar este artículo, el socialista Pedro Sánchez continuaba en el palacio de La Mareta, en Lanzarote, panza al sol y disfrutando de unas espléndidas vacaciones apagadas por el sufrido contribuyente español.
Cierto que que ha sido un año duro para él —peor será el próximo—, pero lo que tendría que haber hecho el marido de Begoña es ponerse al timón, organizar los trabajos de extinción y visitar las zonas afectadas.
Asumiría el riesgo de tener de que salir corriendo, como en Paiporta, porque la ciudadanía no lo traga, pero el cargo conlleva esas cosas.
En cualquier caso, viendo como ha distribuido los dineros y asignado las partidas desde que ocupó La Moncloa, parece claro que el fuego y la devastación le importan un comino.
El Tribunal de Cuentas Europeo ha señalado que España destina, de media, 500 millones de euros menos en la lucha contra los incendios forestales que Grecia y Portugal.
De los 559 millones recibidos por la Unión Europea, el PSOE únicamente ha destinado 221 millones a la regeneración y el cuidado de la fauna natural.
¿Dónde está Mañueco en mitad de agosto habiendo incendios? ¿ Y Juanma Moreno? ¿Y Ayuso?…
Pues no lo sé, lo que sí sé a ciencia cierta es donde está Pedro Sánchez: en La Mareta.
Sectarios, que sois unos sectarios. pic.twitter.com/KCwsRGGP12
— Trastrás por detrás 🖤 (@detrastrastras) August 13, 2025
El Gobierno Sánchez ha gastado el triple en ‘políticas de género’ que en prevención de incendios.
La paradoja no puede ser más evidente.
El Ministerio dirigido por Ana Redondo recibe este año 525 millones de euros, cifra que supera con creces —más del triple— lo asignado a la prevención de incendios forestales en todo el territorio nacional.
Todo ello, mientras la temporada incendiaria se presenta ya como una de las más dramáticas que se recuerdan.
A día de hoy, 15 de agosto de 2025, España sigue cercada por el fuego: tres muertos, miles de evacuados y más de 98.000 hectáreas calcinadas.
El balance empeora el cómputo anual, doblando ya las cifras del año anterior antes siquiera de terminar el verano. La situación es tan crítica que, en algunas regiones, los dispositivos de emergencia trabajan al límite y los alcaldes lanzan mensajes desesperados solicitando medios para proteger sus municipios.
MIENTRAS VOLUNTARIOS MUEREN, DECENAS DE MILES DE PERO SON EVACUADAS, MILES DE HECTÁREAS ARDEN Y LOS BOMBEROS GANAN AL MES LO QUE SÁNCHEZ EN 3 DÍAS, EL PRESIDENTE SE NIEGA A DECLARAR LA EMERGENCIA NACIONAL AUNQUE LA LEY LE OBLIGA, PARA NO QUEDARSE SIN VACACIONES EN LA MARETA.… pic.twitter.com/N9wpMG78YJ
— UN ABOGADO CONTRA LA DEMAGOGIA (@UACD_Youtube) August 14, 2025
El Ministerio de Igualdad: millonarios presupuestos y eficacia discutida
El reparto presupuestario no deja lugar a dudas. El Ministerio de Igualdad ha visto cómo sus recursos no han dejado de crecer bajo el mandato socialista.
Solo para la lucha contra la violencia de género, el Gobierno central ha distribuido este año 179,8 millones entre comunidades autónomas y ciudades como Ceuta y Melilla.
De esa cifra, 160 millones van directos al desarrollo del Pacto de Estado contra la Violencia de Género. Pero la dotación total del departamento se eleva a esos 525 millones anuales si se suman iniciativas como el Plan Corresponsables o los programas formativos gestionados por el Instituto de las Mujeres.
Llama la atención que parte del gasto se dedique a cursos virtuales que apenas llenan plazas: solo la última edición de la Escuela Virtual de Igualdad ha costado más de 370.000 euros. Talleres feministas para colectivos específicos —como jóvenes gitanos— o campañas institucionales completan una lista cada vez más larga y variada.
Sin embargo, pese al crecimiento exponencial (el presupuesto contra la violencia machista ha aumentado un 600% en la última década), los datos oficiales muestran que las mujeres asesinadas apenas han descendido un 11% en ese periodo. Es decir: más dinero no siempre implica mejores resultados.
La prevención contra incendios: un presupuesto que arde por los cuatro costados
En paralelo, los fondos destinados a la prevención y extinción de incendios forestales no solo no crecen al mismo ritmo, sino que languidecen en comparación. Por ejemplo, en Madrid —una comunidad especialmente golpeada este verano— solo 6,4 millones se destinan este año a gestión forestal sostenible y trabajos silvícolas orientados a reducir riesgos. A escala estatal, la diferencia es abismal.
Y mientras los bosques arden, los profesionales denuncian carencias estructurales:
- El personal operativo dedicado a estas tareas es mayoritariamente temporal: hasta un 40% solo trabaja en verano.
- En invierno, las plantillas se reducen drásticamente; tareas clave como desbroce o limpieza quedan aparcadas hasta que llega la emergencia.
- La inestabilidad laboral es norma en muchas regiones; cerca del 43% de los contratos son temporales.
Si algo evidencia esta situación es que los incendios “se apagan en invierno”, como repiten expertos y brigadistas: invertir cuando ya hay llamas es llegar tarde.
Políticas climáticas y exceso normativo: ¿ayudan o agravan?
El Gobierno defiende que su apuesta por políticas climáticas contribuye a prevenir estos desastres naturales. Sin embargo, sobre el terreno las críticas arrecian: agricultores y expertos forestales advierten que el endurecimiento ambiental y el exceso normativo dificultan labores tradicionales como las quemas controladas o la limpieza preventiva.
- Las restricciones impuestas por nuevas normativas verdes complican trabajos esenciales para mantener el monte limpio.
- Se penaliza con sanciones actividades agrícolas ancestrales que reducían combustible vegetal.
- El resultado: más biomasa acumulada, mayor riesgo ante cualquier chispa.
No faltan voces que subrayan cómo estas políticas bienintencionadas acaban agravando un problema al que se pretende poner solución. Paradójicamente, la hiperregulación ambiental puede estar alimentando el fuego más que apagándolo.
Un Gobierno pasivo y lento ante la crisis incendiaria
La respuesta gubernamental ante cada ola incendiaria se repite como un mal déjà vu:
- Retrasos en declarar zonas catastróficas.
- Medios enviados tarde o insuficientes.
- Mensajes institucionales centrados más en culpar al cambio climático global que en revisar fallos propios.
Esa “pasividad”, según critican editoriales recientes, contrasta con una agilidad asombrosa para activar partidas presupuestarias orientadas a políticas sociales o campañas institucionales sobre igualdad. La gestión del Ejecutivo deja una sensación amarga en territorios rurales donde cada hectárea perdida es empleo destruido y paisaje irrecuperable.
La obscena utilización política del drama incendiario
Nadie duda del drama humano tras cada incendio. Sin embargo, sorprende —por su frecuencia— la utilización política casi obscena de cada tragedia:
- Declaraciones grandilocuentes sobre “emergencia climática”.
- Mensajes buscando rédito político entre llamas aún humeantes.
- Promesas recurrentes… hasta el próximo incendio.
Mientras tanto, quienes pierden sus casas o sus campos asisten atónitos al espectáculo parlamentario donde lo urgente queda sepultado bajo lo ideológico.
Cifras para entender una prioridad discutida
Una simple comparación arroja luz sobre las prioridades:
| Concepto | Presupuesto anual aproximado (2025) |
|——————————–|————————————-|
| Políticas de igualdad (Ministerio) | 525 millones € |
| Lucha contra violencia género | 179,8 millones € |
| Prevención incendios (Madrid) | 6,4 millones € |
| Formación online género | 371.470 € |
Mientras tanto:
- Más de 98.000 hectáreas calcinadas este año.
- Tres fallecidos confirmados.
- Miles de evacuados.
- Municipios enteros solicitando ayuda con recursos limitados.
Curiosidades y datos llamativos
Quien piense que todo esto es nuevo desconoce nuestra geografía política: ya en tiempos del “España va bien”, los incendios eran noticia recurrente. Lo llamativo ahora es ver cómo mientras arde media península ibérica —y con ella parte del futuro rural— crecen partidas para cursos virtuales cuyos alumnos ni siquiera llenan aulas digitales. La paradoja está servida… con llamas reales y presupuestos muy virtuales.
