La política española, siempre aficionada al suspense, ha encontrado en Carles Puigdemont su Hitchcock particular.
El líder de la xenófoba, separatista y derechista Junts, tiene cogido por las pelotas a Pedro Sánchez.
La supervivencia política del marido de Begoña en La Moncloa depende de los caprichos y presiones de este fugitivo de la justicia.
Cada cierto tiempo, Puigdemont aprieta con exigencias o amenazas que sacuden la estabilidad del Gobierno, dejando claro quién ostenta el verdadero control en esta relación de poder desequilibrada.
Los recientes papeles desvelados desde su residencia en Waterloo han puesto patas arriba el debate sobre la amnistía y han disparado las alarmas en La Moncloa.
No es la primera vez que el líder de Junts per Catalunya utiliza la información como arma estratégica, pero esta vez los documentos —calificados como “dinamitadores” por fuentes parlamentarias— amenazan con reconfigurar el mapa político nacional.
A día de hoy, 30 de agosto de 2025, la tensión entre el Gobierno Sánchez y sus socios catalanes ha alcanzado niveles inéditos.
Las filtraciones apuntan a pactos secretos, exigencias desproporcionadas y condiciones para el apoyo a los Presupuestos Generales del Estado que van mucho más allá del simple intercambio de votos por favores institucionales.
El chantaje parlamentario y la debilidad del Ejecutivo
El Gobierno socialista navega a duras penas por un mar embravecido, donde cada votación se convierte en una odisea. Los siete diputados de Junts son el flotador imprescindible para evitar naufragios legislativos, pero el precio es cada vez más elevado. Desde enero, Junts ha negociado cada ley “pieza a pieza”, retrasando incluso la aprobación de la propia amnistía que ellos mismos impulsaron. La frase que circula entre los pasillos del Congreso es clara: “Puigdemont tiene cogido a Sánchez por las pelotas”.
Este pulso constante no solo erosiona la imagen presidencial; también pone en evidencia la fragilidad del sistema cuando depende de un prófugo de la justicia española que maneja los tiempos y las alianzas desde su despacho belga. La última maniobra ha sido condicionar el apoyo presupuestario a nuevas competencias para Cataluña, especialmente en materia migratoria, además del eterno debate sobre infrafinanciación y déficit autonómico.
La amnistía, un castillo de naipes
El Tribunal Constitucional ha avalado recientemente la ley de amnistía, pero con matices que dejan al Supremo la decisión final sobre su aplicación práctica en los casos más mediáticos: Puigdemont y Junqueras. Así, aunque jurídicamente el terreno parece despejado, la ejecución sigue pendiente de recursos y cautelares que pueden prolongar el suspense hasta bien entrado el otoño. El expresident espera que las medidas cautelarísimas le permitan volver a Barcelona sin pasar por comisaría, mientras en Luxemburgo y Estrasburgo se cuecen nuevos dictámenes europeos que podrían cambiarlo todo.
En paralelo, Junts y ERC celebran el aval constitucional como un triunfo del independentismo, pero saben que nada está garantizado hasta que los jueces ordinarios se pronuncien. La ley ha sido presentada como solución definitiva al “conflicto político”, pero los papeles filtrados desde Waterloo sugieren que lo pactado incluye cláusulas secretas y exigencias adicionales.
Exclusiva: Junts sopesa forzar elecciones adelantadas
Las turbulencias no terminan ahí. En exclusiva, fuentes cercanas al círculo de Puigdemont revelan que Junts baraja seriamente forzar unas elecciones generales adelantadas en 2025 si sus demandas no son satisfechas. El objetivo no es solo mantener la supremacía sobre ERC dentro del independentismo catalán, sino también derribar a Sánchez y redibujar el espectro político nacional.
Puigdemont —impulsivo según sus propios correligionarios— se siente traicionado por promesas incumplidas: primero le aseguraron ser socio preferente en Madrid; luego vendrían las competencias autonómicas y hasta un posible referéndum; finalmente, ni foto ni reconocimiento público ni mucho menos garantías jurídicas plenas. Su agenda personal se entrelaza con la estrategia partidista: o Sánchez cede ante todas las exigencias o Junts votará con PP y Vox para tumbar cualquier iniciativa gubernamental clave.
Xenofobia y fractura interna: Junts juega con fuego
Uno de los aspectos más inquietantes es cómo los sectores más xenófobos dentro de Junts aprovechan este clima de confrontación para endurecer su discurso. La cesión integral de competencias migratorias forma parte del paquete negociador, bajo argumentos difíciles de justificar desde una perspectiva progresista. El partido se debate entre ampliar su espectro social —como exige Puigdemont— o radicalizar posiciones para marcar diferencias con ERC.
La fractura interna amenaza con abrir una nueva etapa política en Cataluña. El reciente congreso del partido ha mostrado divisiones entre quienes apuestan por renovar liderazgos y discursos inclusivos frente a los sectores duros que ven en Madrid poco menos que un enemigo histórico. El resultado es una estrategia dual: presión máxima sobre Sánchez en Madrid y reinvención discursiva en Barcelona.
El futuro inmediato: pactos in extremis y suspense judicial
Mientras tanto, Sánchez se ve obligado a tender puentes públicamente con todos los interlocutores políticos —incluido Puigdemont— para sacar adelante unos presupuestos “sociales” que ni sus propios ministros creen seguros. Cada negociación es una partida de póker donde nadie muestra todas sus cartas; Waterloo sigue siendo un casino donde los papeles revelados pueden doblar apuestas o tirar abajo toda la banca.
El Tribunal Supremo mantiene el suspense sobre si aplicará o no finalmente la amnistía a Puigdemont por malversación; mientras tanto, él reclama suspensión cautelarísima para volver sin sobresaltos. El Gobierno vive instalado en el alambre parlamentario: ni bloque compacto (ERC, PNV y EH Bildu) ni socios estables (Podemos vende caro cada voto). Cada día puede ser el último antes del gran giro electoral.
Curiosidades y datos llamativos
- La fuga inicial de Puigdemont incluyó paradas secretas en dos pisos particulares antes de regresar sin escalas a Waterloo tras su última visita a Barcelona.
- Junts retrasó varias leyes clave este año solo para mostrar músculo negociador ante Moncloa.
- Se rumorea entre diputados socialistas que hay “más papeles guardados” esperando salir si las negociaciones se enquistan.
- El propio Sánchez prometió hace un año traerlo “de vuelta para rendir cuentas”, pero hoy parece más probable verlo negociando presupuestos cara a cara.
- Algunos portavoces parlamentarios bromean con instalar una webcam permanente en Waterloo “para seguir las instrucciones del verdadero jefe”.
