El número dos de Griñán, Rafael Velasco, dimitió de su cargo esta semana tras desvelarse que nada más acceder a la cúpula socialista su mujer creó una academia que funcionó gracias a las subvenciones de la Junta
El pasado día 22, el secretario general del PSOE andaluz y presidente de la Junta, José Antonio Griñán, sufrió una pitada monumental cuando visitaba un conservatorio en Jaén. Dos días antes, había sufrido un recibimiento de similar hostilidad en Jerez.
Y el pasado viernes, la consejera de Hacienda tuvo que salir escoltada por la Policía de Torretriana, el corazón administrativo de la Junta de Andalucía, ante las protestas de los funcionarios.
Escribe Manuel Contreras en ABC que este agitado escenario de crispación y protestas no tiene precedentes en Andalucía, donde el PSOE siempre ha controlado no sólo la Junta, sino también -a base de subvenciones y favores políticos- todos los resortes de la sociedad civil.
El malestar tiene su repercusión electoral y, tras 28 años de gobierno ininterrumpido, el PSOE afronta por primera vez la posibilidad cierta de perder las elecciones e incluso el Gobierno.
¿Qué ha cambiado para que tiemble el gran bastión electoral del PSOE?
En primer lugar, hay un evidente desgaste político, acrecentado por las marrulleríasque han acompañado la trasnferencia de poder andaluz de Manuel Chaves a Griñán.
Por si fuera poco, el número dos de Griñán, Rafael Velasco, dimitió de su cargo esta semana tras desvelarse que nada más acceder a la cúpula socialista su mujer creó una academia que funcionó gracias a las subvenciones de la Junta.
Junto a este desgaste político, es evidente un creciente malestar social. Para no despedir a los más de 25.000 contratados de las empresas públicas creadas por el ‘régimen socialista andaluz’ -muchos de ellos con escasa preparación-, el Gobierno de Griñan pretende hacerlos funcionarios, lo que ha indignado a aquellos que obtuvieron su plaza por oposición. Y electoralmente no es cuestión baladí, porque Andalucía tiene 450.000 funcionarios.
Para completar este escenario decadente, las cifras económicas, especial la del paro. Quizás el ocaso del régimen andaluz se deba, en el fondo, a que sus dirigentes han terminado creyéndose la Andalucía irreal que llevan años pregonando.