Revilla recibió decenas de cartas de españoles que le ofrecían un riñón cuando se creía que tenía cáncer
Tarambana y bufón lo califican sus adversarios políticos más enconados y aquellos cántabros que preferirían una imagen, dicen, menos paleta de su tierra. Otros aseguran que ha puesto a Cantabria en el mapa y que detrás de las anchoas y los taxis hay un político sincero y honrado que se emociona con la gente y que llenaba sus clases de Economía Aplicada en la Universidad. Es el perfil de Miguel Ángel Revilla que Virginia Drake ha compilado en la biografía de este presidente autonómico.
Revilla. Políticamente incorrecto (Esfera de los libros) es el libro que glosa la vida de un hombre con pasado rural obsesionado con que Cantabria rompa el cerco psicológico y físico que le imponen las montañas. Esa fue, destaca la periodista Virginia Drake, una de sus luchas desde el principio.
«El regionalismo no estaba en la mente de los cántabros (durante la Transición). Pero él lo vio muy claro desde el principio y lo peleó. Ni siquiera sus detractores le quitan el derecho a considerarse el padre de la Comunidad Autónoma de Cantabria».
Lo que nunca le perdonaran sus adversarios es que tras dos legislaturas apoyando al PP, en 2003 aceptara el ofrecimiento de José Luis Rodríguez Zapatero para, aun siendo el partido menos votado, se hiciera con la presidencia.
«A las pocas horas de conocerse los resultados electorales recibió una llamada de Zapatero. Y cuando el entonces líder del PSOE le ofreció a Revilla la presidencia éste dijo que se lo tenía que pensar».
Y es que en aquel momento, Miguel Ángel Revilla no sabía quien era Zapatero y le pidió tiempo para pensarlo porque «tú no te juegas nada en Cantabria. Yo sí».
Cuando le vio llorar en un par de ocasiones, Virginia Drake confesó que se quedó perpleja y descubrió hasta que punto llega esa cercanía de la que hablan sus defensores.
«Una de estas veces volvíamos de inaugurar una biblioteca y me contaba cómo uno de los bedeles le ofreció un riñón cuando se creía que el presidente cántabro padecía cáncer. Y luego vi en su despacho una veintena de cartas de españoles ofreciéndole un órgano a aquel político.»