Garitano o cómo tirar una oportunidad a la basura.

MADRID, 24 (OTR/PRESS)

Conocí superficialmente a Martín Garitano cuando era él periodista; debo reconocer que, desde la lejanía, nunca tuve una opinión demasiado positiva de sus quehaceres profesionales. No solamente por su excesiva implicación en asuntos políticos -y menudos asuntos políticos…–, lo que le velaba la objetividad; resulta que el hoy diputado general de Guipúzcoa tampoco gozaba de una pluma ni de una dialéctica que pudiesen considerarse brillantes. Lo primero se puede constatar leyendo algunos de sus artículos; de lo segundo, para quien no lo supiese con antelación, tenemos amplia constancia escuchando su bastante pobre discurso de toma de posesión al frente de la Diputación guipuzcoana.

Advierto que no figuro entre quienes, sin más, demonizan a una persona por el hecho de pertenecer a Bildu, o de haber escrito en los panfletos abertzales. Creo que, una vez que el Tribunal Constitucional dio luz verde a la coalición batasunizante, Bildu tenía perfecto derecho a presentarse a las elecciones con su programa, por muy poco que a la mayoría nos guste ese proyecto político. A mí, personalmente, me horroriza y me parece peligroso; pienso que, con la complicidad del PNV, que abrió a Bildu la puerta de ayuntamientos y de la Diputación, se delinea un frente que propiciará, dentro de no muchos meses, movimientos políticos desestabilizadores.

Pero quien se descuelga de la violencia, y espero que Bildu haga buenas al menos esas promesas, todo puede plantearlo, incluso aquello que se encuentra fuera de la Constitución; es la grandeza del Estado de Derecho, una grandeza que no comparten ‘ellos’, pero no por eso renunciable para los demócratas.

Tampoco esperaba mucho más del discurso de Garitano, ni, como digo, estoy seguro de que el futuro de Euskadi vaya a a ser demasiado brillante con quienes quieren devolver el País Vasco a la sociedad pastoril, aislada, sectaria y cerril. Solo puedo concluir que, si eso es lo que quieren los votantes, pues hala, de cabeza al suicidio; arrastrando, es lo malo, a quienes piensan de otra manera, a quienes sienten diferente. A los que, pese a todo, son mayoría.

Creo, no obstante, que, incluso sin apartarse de esa línea aberrante en la que se equipara a las víctimas y a los verdugos, mi ex ‘colega’ Garitano perdió una oportunidad de oro: la de haberle echado un par y, en su discurso, haber pedido la disolución de ETA, de esa ETA que, según el informe que nos ha dado a conocer el Gobierno -precisamente ahora, qué curioso–, está más débil que nunca y al borde de la extinción. Si eso es así, bien podría haber aprovechado Garitano para darle la puntilla, ahora que la cuestión está de actualidad. Pero ya digo: hasta en eso ha mostrado ser un periodista más bien malo: se dejó en el cajón el tema estrella, seguramente por miedo al qué dirán los que de veras mandaban en su periódico.

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