La ocurrencia de la Presidenta de la Comunidad de Madrid de reducir el número de parlamentarios, ha dejado retratada a la clase política española. La sociedad percibe a esta casta como tercer gran problema en las encuestas del CIS, pero ellas y ellos, sus señorías de las Cortes Generales, de los parlamentos autonómicos, de las diputaciones provinciales y de los plenos locales, en un alarde de control de su autoestima, siguen considerándose piezas fundamentales de la solución. —Esperanza Aguirre propone un gran ERE del parlamentarismo clientelar—
No sobra ninguno. Ni los que tienen el culo pelado tras pasarse décadas sentados en los escaños, hasta los recién llegados al club, que todavía tienen dudas sobre cuál de las tres opciones digitales coincide con la consigna de su correspondiente corifeo parlamentario: ¿cuál es el botón del sí, cuál el del no, cuál el de la abstención?. Sus señorías se enfrentan varias veces al mes a tan estresante dilema.
Un repaso a los distintos y distantes medios digitales, que han trasladado a sus lectores la «proposición indecente» de Esperanza Aguirre, demuestra que los españoles apuestan decididamente por un ERE en la sobredimensionada nómina de representantes del pueblo. Sólo era un referéndum digital y en absoluto vinculante, naturalmente.
Pero la reacción de los políticos ante la voz virtual del pueblo que clamó en el desierto de las redes sociales, permite llegar a una de estas dos conclusiones: estas señoras y señores, que representan en distintos ámbitos a 47 millones de ciudadanos, o no navegan por la red (a pesar de que tenemos sus post y sus tuits hasta en la sopa) o les importa un huevo lo que piensen los españoles hasta que se acerque la próxima cita con las urnas.
El Partido Popular se lava las manos
Rajoy, en plan rey y sabio de la tribu, concedió libre albedrío a sus barones autonómicos para ajustar o mantener sus plantillas parlamentarias. Pero sólo con el sacrosanto objetivo de cumplir con el tope de déficit.
Ni la mínima referencia a la racionalización y los principios de eficiencia en el ejercicio de la representatividad de los ciudadanos. Ni una palabra sobre la ejemplaridad de los representantes ante millones de representados a los que cada viernes se les exige que se aprieten un agujero más los cinturones.
Desde Toledo, en pleno Corpus Christi, María Dolores Cospedal califico de «muy buena idea» la sugerencia de Esperanza, siempre que tan buena idea no se aplique en Castilla-La Mancha. Alberto Núñez Feijóo, desde Galicia, la consideró «sensata» y digna de un estudio pormenorizado.
Pero el portavoz de su grupo parlamentario, Pedro Puy, que ha debido heredar la rapidez mental de su tío Manuel Fraga, ha declarado que «el tema no está en la mesa» y que existen otros caminos (por alguno de los cuales ya circula el Parlamento Gallego) para reducir costes en las Cámaras.
Salvo el President del Govern mallorquín, José Ramón Bauzá, que aseguraba que ya llevaba días con las manos en la masa, el resto de la derecha española se ha lavado las manos como Pilatos. La pela es la pela, el escaño es el escaño, las dietas son las dietas, y el partido necesita estímulos, cargos, actas de diputados, sillas para calentar culos, si quiere mantener adhesiones inquebrantables.
El PSOE apela a la «democracia cuantitativa»
Rubalcaba, en cambio, guardó un sepulcral y sospechoso silencio, ni sí, ni no, ni todo lo contrario. Es de suponer que no ha sorprendido ni a la opinión pública ni a la publicada. Porque un señor que está diseñando un ERE en el partido, una escabechina en la calle Ferraz, se queda sin autoridad moral para oponerse a un ERE parlamentario. Por una vez el Jefe de la Oposición ha preferido ser dueño de su silencio y no ha caído en la permanente tentación de convertirse en esclavo de sus palabras.
El espectáculo del pleno de la Asamblea de Madrid, es para nota. El Aguila Roja del socialismo madrileño, Tomás Gómez, se ensañó con las tasas, con los recortes, con los peajes, con las rebajas salariales a los funcionarios, con todas y cada una de las medidas discutibles de la Presidenta.
Pero hizo un descarado mutis por el foro, y nunca mejor dicho, y anduvo con paños calientes con la reducción de representantes en la Cámara madrileña. Tiene las manos exactamente igual de atadas que su Secretario General del partido. En pleno ERE en la Federación Socialista de Madrid, ¿con qué cara puede oponerse a un ERE en la Asamblea?
La socialdemocracia española no está dispuesta a aceptar regulaciones de plantillas parlamentarias. Seguramente considera que cada uno de los 78 mil representantes del pueblo en el Congreso, en el Senado, en los parlamentos autonómicos, en las diputaciones provinciales, en los ayuntamientos, en los Cabildos insulares y hasta en el Consejo del Valle de Arán, forma parte fundamental del Estado de Bienestar, como la Sanidad o como la Educación.
No han debido leerse la última encuesta del CIS, que proclama con nitidez que la clase política ocupa, precisamente, un lugar destacado en el «estado de malestar» de los españoles.
Ya se han enrocado en una consigna que repiten por todos los parlamentos autonómicos, como un mantra, los diferentes portavoces de sus grupos parlamentarios: «la derecha quiere reducir diputados para reducir la democracia». Lo proclamaba ayer mismo el pregonero del grupo socialista gallego, Abel Losada, sin que se le subiesen los colores a las mejillas. Han descubierto la democracia cuantitativa para salir de éste apuro, en un mundo, una Europa, una España y unas Comunidades Autónomas que claman indignadas por una DEMOCRACIA CUALITATIVA.
Cuantos más diputados, más democracia. ¡Ahí queda eso! Lo demás, listas abiertas, transparencia cristalina, democracia interna en los partidos, cultura de la dimisión, erradicación de inmunidades parlamentarias, independencia de poderes, son utopías de un pueblo ignorante e ignorado.
Las minorías quieren pescar en aguas revueltas
Las minorías han vuelto a jugar su baza de ganancia de pescadores en aguas revueltas. Aprovechando que el Pisuerga pasaba por Valladolid y la propuesta de Esperanza Aguirre por la opinión pública y la opinión publicada, izaron la bandera contra las leyes electorales que les penalizan. Lo importante no era reflexionar sobre el número de representantes que se puede permitir una España y diecisiete comunidades autónomas al borde de la quiebra, sino el incremento de diputados que podrían obtener si consiguen enviar a D´Hont al paro y algunas clausulas de las respectivas leyes electorales al trastero.
Todo muy edificante, muy esperanzador y muy adaptado a los anhelos de los indignados callejeros y los indignados caseros que crecen y se desarrollan por la geografía española. ¡La democracia cualitativa no es que haya muerto, es que ni siquiera ha nacido!; ¡Viva la democracia cuantitativa!