Artur Mas, el Presidente de la Comunidad Autónoma más endeudada de España, ha roto los esquemas de los más sesudos economistas de Estados Unidos de América. Se ha dado una vuelta por allí a ofrecer Cataluña como paraíso para inversores yanquis y, antes de despedirse de las élites del «sueño americano», ha sembrado una surrealista semilla del somni catalán: «Cataluña es el 4º país más fuerte de Europa»
¿Cómo debe estar Europa…?
¿Cómo debe estar Europa?, habrán pensado en un primer pronto los centenares de millones de parientes del Tío Sam. Porque aquí, en el viejo continente, podemos pensar que todos allí son a imagen y semejanza de Homer Simpson.
Pero, aunque sólo sea porque es un pueblo aficionado a errar por el mundo, a hacer las maletas y viajar al viejo continente, como los mahometanos van por lo menos una vez en la vida a la Meca, ya les habrán contado en las agencias de viaje que en Cataluña quieren cobrar un euro o dos de peaje por el derecho a dormir en un hotel, y que andan así, así, las prestaciones sanitarias, y que los policías municipales y los mossos d´escuadra se han convertido talmente en cobradores del frac a la caza y captura de las divisas del turista, y que el viejo método del «tirón» ya no lo practican sólo los trileros que andan al acecho por las rutas de los guiris, sino la propia Generalitat, que ha elevado el atraco a mano armada a la categoría de norma legal.
La paradisíaca Cataluña que ha ido a vender el President a United States of América, es ahora mismo una enorme vaquería de unos 6 millones de cabezas humanas de ganado, en quiebra técnica, esquilmada por el Puyolismo, saqueada por el Tripartito y con un plan de emergencia láctea, ideado por el gobierno Mas, que consiste en ordeñar hasta la última gota de leche que les queda a los catalanes. Si ordeñan hasta la saciedad a sus compatriotas, ¿qué no harán con cualquier incauto inversor o turista yanqui que acuda al sugerente y sugestivo reclamo que ha practicado Artur Mas en Simpsolandia?
En esta cadena de inocentes que siempre buscan culpables allende sus fronteras, el paradigma catalán es un escándalo amortiguado por el patrioterismo y los delirios independentistas de sus habitantes.
El estado español es la causa de todos sus males, de la ruina anónima camuflada detrás de las esplendorosas fachadas de Gaudí, del estado de malestar de un pueblo cuyo equipo señero de fútbol es algo más que un club, pero en el que Barcelona, como paradigma de la Comunidad, ha dejado de ser bona porque la bolsa ya no sona.
Jugando al traspaso de las «patatas calientes»
¡Menos mal que les queda España como disculpa! Una Cataluña sola, independiente, si credenciales para pertenecer a la UE (como ya ha proclamado Bruselas) y con su solvencia rebajada por agencias calificadoras a «bono basura», estaría ahora mismo corriendo a «barretinazos» a los Puyolistos, a los Montiliistas y sus manirrotos satélites tripartitos y al dúo dinámico Mas-Durán Lleida, que deberían estar interpretando humildemente el «perdóname» de los genuinos Manolo y Ramón, en vez de engañar al personal incluyendo en su repertorio el «resistiré» a pesar de Rajoy y De Gunidos.
Cataluña le echa la culpa al Estado español, el Estado español le echa la culpa a Bruselas, Bruselas se disculpa con los mercados, los mercados practican el vudú con la banca y la banca cierra el círculo vicioso con las burbujas inmobiliarias, el despilfarro privado y la frivolidad generalizada de los ciudadanos que han hipotecado sus vidas. Puede que todo sea verdad.
Es posible que el mundo, las cúpulas de los Estados, los centros de decisión europeos, Las Moncloas, los Palaus de la Generalitat y los hogares y las calles de occidente hayan padecido, durante décadas, una plaga de miles de millones de seres humanos que se creían muy listos y pasarán a la historia como paradigmas de generaciones Guiness de estúpidos.
Ni somni ni seny catalán
Pero entre todos los axiomas que tendrán que revisar los historiadores cuando termine esta pesadilla, hay uno que se está haciendo merecedor de un capítulo aparte: el mito del seny catalán.
Hay que tener muy poco seny para decir lo que ha dicho Artur en Estados Unidos. Muy poco espíritu crítico para que los propios catalanes, con su proverbial sentido del humor, no empiecen a llamar a su President Artur Menos. Ni Cataluña es precisamente Camelot, ni su rey se parece al genuino Arturo de la leyenda, ni Durán i Lleida es Lanzarote, sino más bien un prosaico Sancho Panza que intenta venderle al mundo gato por liebre, Ínsula de Barataria por cuarto país de Europa.