Feijoo se dijo aquello de vade retro y decidió navegar sobre tierra firme. Lo que puedas asegurar hoy no lo dejes al albur de mañana
«El señor Feijoo puede equivocarse, como cualquiera; pero si decidió adelantar las urnas gallegas al 21 de octubre ha sido por las tres razones que ayer enumeró, pero se calló la cuarta: es el momento más apropiado para renovar su mayoría absoluta. Su modelo podría ser ese del anuncio de una multinacional: «Yo no soy tonto».»
Nuñez Feijóo ha convocado las elecciones gallegas para el 21 de octubre de 2012 y el calendario de los comicios se cruzará con diferentes hitos que planearán sobre la campaña y pueden interferir de manera determinante en el proceso: el juicio del Prestige, los acuerdos para reflotar el naval o las pérdidas que deberán asumir quienes suscribieron participaciones preferentes, aunque los principales nubarrones vendrán con la posibilidad de que España sea sometida a un nuevo rescate europeo, con las consecuencias sociales que eso supondría.
El brillante Fernando Ónega analiza la decisión en La Voz de Galicia en una columna titulada Y Feijoo dijo: «Yo no soy tonto».
Principio número uno: tal como dice el señor Núñez Feijoo, la competencia de convocar elecciones es exclusivamente suya. Si consulta a compañeros o superiores, es para reafirmar su criterio, compartir la responsabilidad o por pura cortesía.
Y principio número dos: no hay presidente de Gobierno en España ni en el mundo que, teniendo mayoría suficiente para aguantar, no elija la fecha electoral que más le conviene.
El señor Feijoo puede equivocarse, como cualquiera; pero si decidió adelantar las urnas gallegas al 21 de octubre ha sido por las tres razones que ayer enumeró, pero se calló la cuarta: es el momento más apropiado para renovar su mayoría absoluta. Su modelo podría ser ese del anuncio de una multinacional: «Yo no soy tonto».
Y es que de aquí a marzo puede pasar de todo, y nada bueno: puede agravarse la recesión, podemos ser rescatados con duras medidas sociales y podemos acercarnos al nivel de paro que prevén los profetas del desastre. Políticamente, el Partido Popular puede acelerar su desgaste; el Gobierno Rajoy puede agravar su crisis; el PSdeG puede volver a convertirse en alternativa, aunque no sea previsible; al BNG le puede entrar un ataque de cordura y volver a la unidad; y hasta Mario Conde tiene tiempo para construir una oferta perdedora, pero suficiente para arañarle unos votos al PP. Y, como en política todo es posible, Feijoo se dijo aquello de vade retro y decidió navegar sobre tierra firme. Lo que puedas asegurar hoy no lo dejes al albur de mañana.
Solo hay dos detalles delicados en la elección del mes de octubre. El primero es que las elecciones se van a celebrar en pleno otoño caliente, y temo que la lucha electoral agrave la tensión política y la agitación social. Si tiene que haber un rescate, con recortes que afectarán incluso a las pensiones, la prioridad de Rajoy no será dulcificar sus condiciones, sino tratar de que se retrase a después de las urnas. Y, si no hay rescate, pero sí necesidad de adoptar decisiones de impacto popular, podría ocurrir lo mismo que en Andalucía: que el interés nacional decaiga ante los intereses electorales del partido.
El segundo detalle delicado es la coincidencia con las elecciones vascas. Tal como está el patio, la campaña de Euskadi va a monopolizar la atención mediática. Cada encuesta de intención de voto va a ser la medida de la solidez de España. Cada palabra de un Urkullu o de cualquier nacionalista, la conquista de la independencia y cada mitin, un desafío al Estado. Ante ese vértigo, las demandas de Galicia, las necesidades de Galicia o las soluciones que se proponen para Galicia pasarán inadvertidas para el resto del país. Será el precio de la normalidad. Es más confortable, pero se vende peor.