Gotas de sangre Gil de Biedma en la venas de Esperanza

¡El “esperancismo” ha muerto! ¡Viva la disciplina de partido!

'La Espe' le evita a Rajoy un duelo en la Conferencia de Presidentes

Esperanza Aguirre ha cumplido su viejo sueño de hacer un hoyo en uno. De un solo golpe. Ante el asombro del respetable público de derechas y la decepción del respetable público de izquierdas, que se queda sin la esperanza de poder contemplar cómo la Espe perdía al fin el Grand Slam electoral de Madrid.

La bestia negra del medio Madrid que lleva décadas intentado doblegar al otro medio, se ha escapado invicta. Ha privado a la vengativa corte de Génova del placer inconfesable de presenciar cómo le cortaban la cabeza; a Ferraz con una muñeca que se parecía a ella, con la que ya no podrán practicar el vudú por las noches; a media España de las redes sociales sin su Juana de Arco y a la otra media si su bruja favorita para enviar a la hoguera.

En política alcanza toda su magnitud el proverbio de que hablen de uno, aunque sea bien. Algunos consiguen que hablen de ellos sólo mal. Pero muy pocos consiguen que se hable tan mal y tan bien al mismo tiempo, en tan distintos y distantes foros ideológicos, como esta mujer que ayer presentó formalmente su divorcio del poder, con el que formaba una pareja pública estable, ante la opinión pública y la opinión publicada.
 
¿Por qué se va Esperanza Aguirre?
 

Probablemente, por el cáncer. Pero quizá no por el suyo, cuyo pronóstico actual forma parte del secreto del sumario. Es posible que lo sacase ayer a colación como una alegoría de España, del Estado de las Autonomías, de la decadencia del poder tutelado por Bruselas, tras la semana cómico-trágica de Cataluña, con La Moncloa convertida en franquicia de la Troika, con el principal partido de la oposición a la deriva, sin poder recuperar el rumbo orientándose por la estrella polar apagada de François Hollande.

Hay en las venas de esta mujer gotas de sangre Gil de Biedma, y tal vez ha comprendido que corren malos tiempos para la lírica y la gesta política en España. Que el poder, las ideologías, la gobernanza, la política, padece cáncer de soberanía al sur de los Pirineos, leucemia sociológica, anemia democrática, y no se resigna a conjugar el verbo estar tras varias décadas conjugando el verbo ser.

Entre todas las teorías que se barajan tras la excedencia voluntaria que ha formalizado la Presidenta de Madrid, debe quedar un sitio para su dimisión como síntoma colectivo: la prematura decadencia de una joven España que apenas reestrenó la democracia hace tres décadas y media. El «esperancismo» era al PP en Madrid, lo que el Juancarlismo es La Corona en España: un comodín, un antídoto de esos que, en el último segundo, suaviza inclinaciones antipopulares en Madrid y antimonárquicas en el Estado.

Pero algo ha cambiado. Algo languidece en un horizonte en el que la Comunidad de Madrid ni siquiera va a proponer, en el que La Moncloa no va a disponer y en el que Europa va a decidir. Y una política de raza, con sus muchos detractores y sus muchos seguidores, no está  dispuesta a hacer el papel de marioneta en la cuerda.

¿Por qué aquí, por qué ahora? Porque hay una Conferencia de Presidentes el próximo día 2 de octubre. Porque sabe que padece incontinencia verbal. Porque, si hubiese acudido por imperativos de su cargo, le iba a decir cuatro cosas a Rajoy, con la correspondiente amplificación mediática.

Porque ha querido prestarle un último servicio a su partido, aunque en su interior piense que hay muchas personas de su partido que no se lo merecen. Debe estar suspirando de alivio Mariano Rajoy, sabiendo que en la Conferencia de Presidentes no sonará la borrascosa voz de Esperanza Aguirre, sino la anticiclónica voz de Ignacio González.
Genio y figura hasta su sepultura política.
 
Aguirre contra Gil de Biedma
   
 ¡Lo siento, amigos! Tomases Gómez que habéis dejado de ser actores secundarios, Rajoys que habéis perdido a pepita grillo, derecha dura que se ha quedado sin escudo humano, derecha blanda sin amazona que la espolee. Mi más sentido pésame al «El Mundo» que se ha quedado sin ariete, a un Madrid que se ha quedado sin una de sus dos Cibeles, a una izquierda que ha perdido a su mejor sparring, a una prensa que echará de menos a su musa.

Hubo un antes, y empieza ahora un después de primeras planas con derechos reservados de admisión de calcetines, de micrófonos abiertos huérfanos de pilladas, de tejados de zinc calientes sin la última gata que habría pasado un casting de Tennessee Williams. Ha decidido desvanecerse lentamente en la historia, miradla, la genuina gata madrileña que ha demostrado que su especie tiene muchas vidas: un «tamayazo», un helicóptero en caída libre, un atentado en Bombay, varios cánceres públicos de partido y un cáncer privado personal e intransferible.

Lo siento por sus amigos y sus enemigos de derechas y de izquierdas, por sus seguidores y sus detractores, por sus fans y sus francotiradores enzarzados en las redes sociales, por la gris, monótona y esterilizada política española que, en su mediocridad, cree que sólo ha perdido la prosaica audacia, ambición y trayectoria invicta de una tal Esperanza Aguirre. ¡Llamadme loco, si queréis! Juraría que ayer, 17 de septiembre de 2012, se incrementó el déficit nacional de lírica y de pasión, de controversia espontánea, de gritos destemplados y susurros irónicos, de política en carne viva, cuando hizo mutis por el foro el yo Gil de Biedma de Esperanza:

«Si yo no supiese, hace tiempo,
que tu eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco…»

 

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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