El Honorable aplica la venganza del Flautista de Hamelín

Más convoca a los catalanes a un “botellón soberanista” en las urnas

Cataluña, entre el ruido evidente y la incertidumbre de las nueces

Ahí están los políticos catalanes, en un nuevo brote de acné soberanista, prologando su cándida y conmovedora adolescencia por los siglos de los siglos y las siglas de las siglas. ¿Quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos?

Si les sirve de consuelo a los súbditos del rey Artur, es lo mismo que se están preguntando españoles de todos los puntos cardinales, europeos de todas las nacionalidades, occidentales en todas sus lenguas vernáculas, ahora que empiezan a verle las orejas al lobo de la decadencia, cuya llegada anunció Oswald Spengler en los primeros estertores del siglo XX.

No ha sido España, ni el pueblo catalán, ni nadie. Han sido las manos miserables que le dan cuerda al reloj de la historia. Esta vez Cataluña tiene miedo, España está acojonada, Europa paralizada y occidente huyendo de sí mismo hacia adelante, impregnado de la soberbia que no le permite admitir el reciente y doloroso axioma sociológico: que la paradigmática civilización llamada a ser la solución, se ha convertido en el problema global enquistado.
 
Artur Más no tiene hoja de ruta
 
No es verdad, como aseguraba ayer La Vanguardia en su primera página, que Artur Más acudiese al Parlament a fijar su hoja de ruta para Catalunya. ¡Qué más quisiera él, Merkel, Hollande, Rajoy, Obama, que poder mostrarle al mundo un diseño del futuro! El Honorable se ha limitado a convocar al personal para celebrar en las urnas un decadente “botellón soberanista” con efluvios etílicos del pasado. Porque occidente, Europa, España, Cataluña, están condenados a beberse cada día sorbo a sorbo su pasado, en enternecedoras bacanales de historia de garrafón, y a levantarse cada día siguiente con resaca.

Tampoco dio en el blanco Pilar Rahola, que pedía “respeto” desde las mismas páginas del buque insignia de papel periódico de la familia Godó. La polemista profesional solicitaba exclusivamente respeto exógeno, de fuera hacia dentro de Cataluña. Pero ni una sola palabra sobre el respeto endógeno, el que se debe Cataluña a sí misma, el que le debe el Honorable a sus compatriotas, que le han escuchado convencidos de que, algún día, fuera de España, todo el monte será orégano.
 
España le mata; sin España se muere
 
¿Por qué hizo trampa el señor Más cuando se subió a la tribuna del Parlament? Sólo un tahúr de la política se habría atrevido a anunciar elecciones anticipadas al compás exclusivo de una patriótica sardana. Sólo un ventajista egocéntrico, un frío y calculador hombre de negocios políticos, habría privado a los catalanes del contraste de sus impetuosos delirios de independencia, con la duda metódica que recoge la lúcida letra de una vieja copla: “ni contigo ni sin ti, España, tienen mis males remedio. Contigo porque me matas. Sin ti porque yo me muero”.

¡Toma!, como a España le mata Europa, la sombra alargada de la troika, el orgullo herido de tener que pedir árnica en Bruselas, pero sabe que sin ella entraría en agonía irreversible. Precisamente ahora que Cataluña estaba pidiendo a gritos un estadista, se ha topado con un vendedor de feria construyendo Estaditos en el aire.

La consistencia de CIU en la historia reciente de España y Cataluña, estaba basada, precisamente, en que nunca había jugado con las cosas de comer. Esas eran rabietas reservadas a Esquerra, extravagancias de Laportas, cantos de sirena de Peps y Serrats con sus independencias personales y económicas a buen recaudo en sus cuentas corrientes ¿Pero que levanten el dedo los catalanes convencidos de que la independencia es comestible, crea empleo, rebaja la deuda y el déficit, sube las jubilaciones, baja los impuestos y redime a sus Comunidad del calificativo financiero de bono basura?
 
La venganza del flautista de Hamelín
 
La huida hacia adelante del President, reconvertido en un vengativo y revanchista flautista de Hamelín que pretende arrastrar a los catalanes hacia un viaje a ninguna parte, se sabe cómo va a empezar, pero resulta imposible intuir cómo acabará. ¿Cuántos creen de verdad que puede tener un final feliz? ¿Cuántos intuyen que todo puede acabar como el rosario de la aurora? ¿Hasta dónde le seguirá el PSC…?

Tenemos por delante unas elecciones, cumbres Madrid-Barcelona, quizá un referéndum clandestino, seguramente diluvios de manifestaciones, hasta averiguar si el ruido se corresponde con las nueces.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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