La procesión de coches oficiales que se fueron deteniendo el 2 de octubre de 2012, uno tras otro, frente al Palacio del Senado, muestra el rostro frívolo, tópico y hortera de las políticas y los políticos españoles. No son más superficiales, inoportunos y pijos advenedizos porque no entrenan. Da igual que procedan de la capital o de provincias, de familias con recursos o de humildes progenitores que les han pagado estudios superiores a base de estrecheces, sudores y canas.
En cuanto se montan en un coche oficial, les saluda el policía nacional de guardia y les rodean periodistas becarios con micrófonos en ristre, les entra complejo de infalibilidad papal, de omnipotencia divina y de bien de Estado.
NI SENTIDO COMÚN NI SENY CATALÁN
La puesta en escena de la Conferencia de Presidentes ha sido el síntoma inequívoco de que estas señoras y señores no viven con los pies en la tierra. Van por el aire, con un déficit de inteligencia emocional, de empatía hacia los ciudadanos, que debería tener a España con los pelos como escarpias.
¿En qué manos estamos? ¿De qué planeta lejano proceden estos extraterrestres que predican E imponen austeridad y luego hacen un ostentoso pase de modelos con «nuestros» coches oficiales?
Se los han traído de los cuatro puntos cardinales de España, con un chofer pagado por los contribuyentes, el combustible a cuenta de nuestros impuestos y una absoluta falta de pudor hacia el estado económico, social y emocional de la nación.
Incluso el aspirante a jefe del Estado de Cataluña, con una comunidad endeudada hasta las cejas, se trajo el vehículo que pagan sus súbditos para hacer una entrada triunfal en Madrid. Aquí, además del déficit propiamente dicho que trae de cabeza a Rajoy, hay déficit de sentido común, del legendario seny catalán y de sentido de la oportunidad.
NOSTALGIA DEL TAXI DE MIGUEL ÁNGEL REVILLA
Deber ser que se encuentran desnudos, insignificantes, como desechables, sin el atrezzo, el decorado y la parafernalia del poder. Y escenas como la de ayer, en la Plaza de la Marina de Madrid, deberían hacernos reflexionar sobre la posibilidad de que las candidatas y candidatos, antes de pasar por las urnas, pasasen a hacérselo ver por el diván de un psiquiatra.
¿Qué tal un test psicotécnico, un certificado de estado de salud mental, antes del examen electoral de conducción de la sociedad?
Tanto cachondeo en aquella crecidita España de la Champions con Miguel Ángel Revilla, sus taxis, sus anchoas de Santoña, y ahora resulta que el ex Presidente de la Comunidad de Cantabria era un adelantado, un pionero del ejemplo que deberían dar los gobernantes a sus gobernados.
¿Se les habrían caído los anillos a los virreyes autonómicos por utilizar el taxi? ¿Habrían parecido menos importantes, menos poderosos, si no hubiesen descendido de deslumbrantes vehículos de alta gama? ¿Son más tontitos, más vanidosos, más acomplejados de lo que ya parecen?
ENTRE EL PODER DEL DECORADO Y EL DE GANDHI
No se recuerda a ningún dirigente que hubiese transmitido más poder en estado puro que Gandhi con pañales, moviéndose en lentos, jurásicos y masificados convoyes a lo largo y ancho de la India. La madre Teresa de Calcuta, caminando sobre sus dos piernas agotadas de soportar el peso de la miseria humana, transmitía más autoridad moral que los Pontífices en su Papa-móvil. Olof Palme, que ha pasado a la historia como un dirigente paradigmático del siglo XX, se movía en metro por Estocolmo. Hasta Ángela Merkel sigue viviendo en el pisito que tenía antes de acceder a la cancillería de la República Federal de Alemania.
¿Qué parte de que el poder es una actitud personal, y no un aparente y costoso decorado, no acaban de comprender los políticos españoles? Con escenas como las de ayer, se puede dudar si esas señoras y señores están gobernando en 17 Comunidades Autónomas o en 17 réplicas de Babia.
Nota: Calculen ustedes los gastos de chóferes, dietas de desplazamiento, hoteles, comidas, gasolina y peajes de ida y vuelta e inclúyanlo en esa partida tan socorrida del «chocolate del loro» que lleva décadas sirviendo de disculpa a tanto «nuevo rico» de la política.