A 25 días de las elecciones catalanas, Artur Mas ha sobrepasado el punto sin retorno. Se ha tirado de cabeza a la piscina independentista y sabe que no tiene ninguna posibilidad personal de rebobinar estos 51 días de historia de Cataluña.
Donde dijo digo ya no puede decir diego. Su suerte personal y política está echada. Y eso lo convierte en un animal racional muy peligroso, en el trance de jugársela al todo o la nada y acorralado entre la espada de la Constitución española y la pared del Tratado de Lisboa.
¡En menudo lío se ha metido él solito! Por un lado la Carta Magna española, al pie de cuyo ejemplar original figura la firma de Miguel Roca, destacada figura histórica de CIU, veta cualquier veleidad soberanista de las comunidades autónomas. Y, por otro, el Tratado de Lisboa que mantiene el derecho de veto de los estados miembros a cualquier nuevo aspirante (stop a Macedonia, pegas a Turquía), fue aprobado por aplastante mayoría en el Congreso de los Diputados con el voto a favor de sus señorías de Convergencia i Unió de Catalunya. ¡Blanco y en botella, Honorable President!
Mas puede salir chamuscado
Ni los cientos de miles de manifestantes en la Diada, ni los monumentales mosaicos del Camp Nou, ni los gritos de independencia en el minuto 17´14 de los partidos del Barça, ni los sondeos preelectorales, ni las «quintas columnas» de Quim Monzó y Pilar Rahola, pueden despejar la duda de que Artur Mas se haya puesto a jugar con el fuego independentista y pueda acabar quemándose. Se ha tirado un farol electoral para sacarle los votos a las fuerzas políticas catalanas, pero la mayoría aplastante o contundente que reclama le puede dejar más ridiculizado en la historia que una mayoría discreta.
La burbuja independentista catalana está perdiendo aire. Los farmacéuticos están más preocupados por el estado de sus cuentas que por el futuro Estado de Cataluña.
Los empresarios, creadores de empleo por antonomasia, empiezan a vislumbrar la punta de un iceberg de rechazo y desconfianza entre la fiel clientela que se habían labrado a pulso, por calidad y competitividad, y empiezan a padecer insomnio por las noches evocando el legendario iceberg que hundió al Titanic. Durán i Lleida acaba de cantar la gallina en Madrid y ha reconocido las serias dificultades que puede tener Cataluña, algo más que una Comunidad Autónoma, para jugar la Champions.
Sólo Mas y sus trogloditas del gobern, Oriol Pujol intentando despistar con tinta independentista a los tribunales, las minorías separatistas que no tienen nada que perder, los indignados que se han puesto a hacer «castellets» en el aire, los charnegos que se han hecho más papistas que el Papa, los «caganets» con diarrea que se han colado de okupas en el belén que se está montando en Cataluña, emiten alguna señal de preparativos para iniciar el largo éxodo catalán hacia la tierra prometida de Estado soberano.
Sus señorías de CIU siguen en nómina del Estado invasor
Pero faltan gestos definitivos que permitan despejar la sospecha de que Artur Más no ha montado un vodevil, una comedia de enredo, un esperpento con el copyrigth de Valle Inclán. Si fuesen en serio, los 16 diputados de CIU en el Congreso y los 9 senadores ya habrían renunciado a su escaño, a su sueldo, a sus complementos, a sus privilegios, a su inmunidad, en un acto de coherencia patriótica.
No es creíble que unos señores que quieren romper con el Estado español, sigan en nómina en el Estado español. Estarán en su derecho legítimo, pero es un fraude ético y estético. Un fraude extensible a los miembros de CIU que ocupan plazas en el Tribunal de Cuentas, en el Consejo de Televisión Española, en la Junta electoral Central, en cualquier chiringuito con domicilio social en España.
La actitud de Durán Lleida., Pere Macías, Josep Sánchez-Libre, María Mercé Pigen, Carlos Campuzano, Jordi Xudá, Monserrat Picó, y así has 16 señorías amarradas a su escaño soportando «malos tratos» del Estado hasta que el independentismo les separe, o la de Ramón Alturo, Manel Plana, Ferrán Bell.
Joan Bagué y otros cinco senadores, que no se bajan del caballo así les maten, en su camino de Damasco hacia la independencia, es lo que marca la diferencia entre lo que podría parecer Más y el papel que en realidad está representando:
- Uno) Podría ser un Rey Arturo en un Camelot en ciernes
- Dos) Se ha convertido en el actor idóneo para hacer de Ubu President, en una representación de la sátira d Els Joglars adaptada a esta segunda década del siglo XXI.
En este lío catalán sobran muchas palabras superficiales y faltan muchos gestos y mucha coherencia de fondo.