López desoye el clamor de su dimisión y Villarrubia no admite culpas
Lejos de amainar la tormenta por la moción de censura en Ponferrada, arrecia la presión interna para que el secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, prescinda del secretario de Organización, Óscar López.
La bomba de Ponferrada sigue provocando daños en el PSOE. Si sus máximos dirigentes creían que con la petición de disculpas por Óscar López y la escena de la puesta a disposición de un cargo se resolvía el asunto, se equivocaban de nuevo.
El secretario de organización del PSOE aguantó el lunes 11 de marzo de 2013 en la reunión del grupo parlamentario socialista una lluvia de acusaciones de diputadas por la «humillación» que ha supuesto el pacto con un acosador para un partido que ha llevado la «igualdad como bandera».
Como subraya Salomé García en ‘La Razón’, la indignación de las diputadas por el caso Ponferrada es compartida por buena parte de la militancia, atónita al comprobar que la solución al conflicto consiste en perder a los cinco concejales del PSOE en Ponferrada y provocar una crisis en el socialismo castellano-leonés.
La exigencia de dimisiones se extiende. Los líderes de Burgos, León y Madrid, Tomás Gómez, las pidieron ayer sin remilgos. En el salón de columnas del Congreso no se pronunció el término «dimisión«, pero tampoco se permitió al número tres del PSOE irse con la absolución del cónclave socialista tras reconocer una vez más su «gran error».
Sus superiores no estaban presentes. Ni Rubalcaba ni Valenciano asistieron al cónclave. López no es diputado, pero acudió a la reunión a dar la cara ante los parlamentarios.
Era la primera vez que el caso Ponferrada se hablaba en una reunión de estas características. Las diputadas le agradecieron la valentía, pero nada más.
Abrió el fuego Rosa Aguilar. Tomó el testigo Laura Seara, exsecretaria de Estado de Igualdad, que fue implacable al señalar el «daño» que este asunto ha hecho al PSOE, tanto en los principios ideológicos como en la estructura del partido en Ponferrada, y por extensión en Castilla y León, donde Óscar López es el cabeza de cartel.
La siguieron en términos similares Delia Blanco, Leire Iglesias, Consuelo Rumí y hasta Carmen Montón, pese a que hace días parecía compartir que la dimisión prometida del acosador bastaba para justificar la moción de censura.
El expresidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, coincidió con el análisis femenino.
Manuel Chaves trató de parar el golpe y habló de «responsabilidad compartida» en el «error«, lo que indignó aún más a las diputadas.
Seara aclaró que eran muchas las que no compartían la decisión y reprochó que se hubieran desoído las voces que se pronunciaron en contra de pactar con un acosador.