Portavoces muy cualificados de las Comunidades de Madrid, Extremadura y Aragón, todas ellas gobernadas por el Partido Popular, han reaccionado contra el posible establecimiento por parte del Gobierno de un límite de déficit público distinto para Cataluña, que consideran que no sólo quebraría un principio igualitario otrora defendido por el propio Gobierno, sino que además redundará en perjuicio de las Comunidades que sí han hecho sus deberes con no poco sacrificio. —SIGA LEYENDO EN LA GACETA—
La Presidencia extremeña, mediante un comunicado de prensa, lo ha resumido con toda claridad: en materia de déficit, primero se modificó la Constitución; luego se afirmó que era obligatorio para todos cumplir el nivel de déficit impuesto, y «ahora Hacienda quiere flexibilizar a quien dice no a la Constitución y también no a Hacienda». A los responsables de esas tres Comunidades autónomas, al igual que a millones de ciudadanos, tiene que parecerles un sarcasmo muy difícil de digerir que ahora se pida «generosidad», «altura de miras» y «grandeza» para aceptar este nuevo giro político, porque a lo que suena es a esto: sed generosos, tened altura de miras y grandeza y aceptad que yo ceda al último chantaje de los separatistas catalanes.
Es fácil equivocarse al enjuiciar el modo de conducirse de Mariano Rajoy, y tomar por abulia o apatía ese aparente dontancredismo con que obsequia a la parroquia. Más bien, a juzgar por los resultados, se trata de una táctica que tiene muy en cuenta el poder corrosivo del paso del tiempo, por una parte, y que usa la inmovilidad como arma para evitar debates indeseados; sin embargo, cuando ha considerado que procedía tomar decisiones, lo ha hecho y a veces sin muchas contemplaciones; recordemos lo que ocurrió en el PP vascongado cuando Rajoy imprimió un giro a su política que dejaba atrás las acusaciones a Zapatero de «traicionar a las víctimas» para sustituirlas por la explicación de que si no se liberaba a Bolinaga se habría «prevaricado»: tres puntales populares se evaporaron del paisaje político vasco silenciosamente, con el solo ruido provocado por San Gil, que por lo demás no tardó mucho en amortiguarse hasta desaparecer. Los dirigentes autonómicos que ahora protestan deberían tener precedentes como este muy en cuenta.
Luego habrá quienes se pregunten, perplejos, qué están haciendo mal para que crezca el alejamiento progresivo de los ciudadanos respecto de los partidos a los que un día votaron.