Sus iniciativas dejan poco margen a Rajoy que tendrá que apostar por él

Ignacio González saca pecho en la Comunidad de Madrid mientras mira de reojo a Génova

El presidente de la Comunidad de Madrid afrontó el debate sobre el estado de la región con la solvencia de los resultados pero la incertidumbre de su futuro

Ignacio González saca pecho en la Comunidad de Madrid mientras mira de reojo a Génova
Ignacio González PD

Un nuevo hospital en Villalba (y van 12) y un Eurovegas de la Justicia, a tenor de la dimensión europea del proyecto

Un nuevo hospital en Villalba (y van 12) y un Eurovegas de la Justicia, a tenor de la dimensión europea del proyecto.

Éstas son las credenciales que Ignacio González presenta en su examen anual del Estado de la Región como mensaje local y nacional. Para los de fuera y, también, para los de dentro de su partido.

Que los ciudadanos perciban que cuando mejora lo «macro» también lo hace lo «micro» (el empleo que comporta la obra pública) y que el resto de España vea que las penurias en Madrid son menos y que allí está el motor de la recuperación: menos paro, más renta, menos fracaso escolar y más PIB. Pese a tanto drama.

Sin pedir rescates. Sin dejar de llenar casi en solitario el fondo de compensación interterritorial. Y financiándose en los mercados más barato que el Estado. Y si de paso en el PP toman nota y le confirman como candidato, tal y como ha reclamado con insistencia, mejor.

Ignacio González es una especie de Xabi Alonso que, por mor del palco de honor de Génova, parece obligado a golear como un Chicharito, saltando desde un banquillo incómodo para alguien con alma de titular.

De maquinaria alemana, como el nuevo fichaje del Bayern, por su rigidez y perfeccionismo, le toca jugar de ariete mejicano, contradiciendo su condición de metrónomo por la inexplicada negativa de la dirección nacional a confirmarle como capitán del PP madrileño cuando más en juego parece la Puerta del Sol y, quizá por ello, La Moncloa.

Hace un año, aunque le pesaba la condición de díscolo pese a sus esfuerzos por demostrar lealtad a Rajoy, llamó al presidente y a la secretaria general antes de protagonizar el debate del estado de la región que ahora también libra contra sus adversarios dentro y fuera de la Asamblea. No quería decir nada que importunara al Gobierno y, pese al malestar con Montoro por su acoso financiero a Madrid, midió todos sus mensajes.

No está claro que se lo agradecieran, a tenor del paradójico estatus del aludido: nadie en ninguna comunidad autónoma puede decir, con datos en la mano, que le va mejor; pero casi nadie entre sus homólogos tiene menos claro su futuro.

González llega a este debate sin saber qué le depara la dirección nacional de su partido.

El contraste con su amiga y defensora Cospedal, pese a que no le gustan sus pullas a Montoro porque teme que le caigan de paso a Rajoy, es elocuente: una llegó a su debate para lucirse con una bajada de impuestos y la seguridad de que repetirá como aspirante y a continuación si gana nadie le toserá en el PP; el otro redujo la presión fiscal hace meses y pese a sus intentos de evidenciar sintonía con Génova y dejar claro que por muy amigo que sea de Aguirre él es él, nada sabe de su destino.

Todo son conjeturas, con un mar de nombres entre Sol y Cibeles (Aguirre, Botella, Cifuentes, Pizarro, Soraya…) que generan una extraña sensación: cuando más fuertes debían mostrarse, más débiles aparentan ser por las inconcreciones, silencios y desapariciones de Génova, soportadas con estoica resignación. De momento.

Porque una corriente del PP, que sopla en Madrid, Valencia o Murcia; ya se plantea qué pasará con Rajoy y compañía si su política nacional, combinada con sus desprecios a los barones, se lleva por delante los principales feudos populares. Pocas razones tendrán, si llega ese momento, para no desafiar a la cúpula y transformar la unidad resignada de ahora en una confrontación directa para salvar al PP de quienes lo hubieran llevado a ese precipicio.

Pero esto es otra conjetura. La única certeza es que González quiere presentarse a las elecciones y que expone un balance contable tan preciso como cualquiera de los cacharritos de última tecnología que le gustan tanto como el chocolate, sin que ello suponga que no hay problemas en Madrid o que sólo con eso se seduce al respetable.

Más eficaz que simpático, más fiable que carismático y más panzer que bólido, aunque en las distancias cortas su «otro yo» le presenta como un conversador afable de humor ácido hasta consigo mismo; a González le cargan amigos y enemigos de campanillas. Hasta le achacan un distanciamiento con Esperanza Aguirre que nunca ha existido y difícilmente existirá.

Con ese equipaje y la sensación de que en Génova no han terminado de valorar su actitud y sus logros, González se da probablemente hasta finales de año para despejar la incógnita. Mientras, guante de seda con los amigos de Moncloa y casco con los rivales, que tiran a matar. Aunque de momento sólo impacten en su chaleco antibalas.

 

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído