La historia es real aunque la cuente Arcadi Espada, a veces dado a la fabulación y lo novelesco, por más que su editor nos recuerde que «la relación de lo evidente con la verdad» es lo único importante en su obra.
A lo que íbamos. En octubre de 2014 dos hombres llamaron a la puerta de la empresa Digital Origin, una empresa dedicada al negocio de la banca on-line y que emplea a 120 trabajadores. Cuando se les preguntó dijeron:
– Inspectores.
La recepcionista anunció la visita a la persona que iba a atenderles y ésta masculló por lo bajo:
– ¡Hacienda!
– No son de Hacienda -le informaron. Dicen que son inspectores lingüísticos.ç
Dijeron cosas muy usadas sobre Cataluña, el catalán, los catalanes y las obligaciones de la normalización. Pero uno de ellos añadió algo nuevo. Un punto arrogante.
– Además. A partir del 9-N todo esto va a cambiar aún más.
Esta delirante historia se recoge en una antología de textos de los diarios de Arcadi Espada, aparecidos en el diario El Mundo, sobre el proceso independentista catalán, reinterpretados por la artista y diseñadora Ana Cortils y que conforman ‘Diarios de la Peste’ editado por Funambulista.
Es una mirada diferente sobre el esperpento catalán. Una mirada fellinesca poblada de patéticos payasos unidos en una única candidatura y un único objetivo: destruir el Estado.
Y Espada, en la mejor versión de la sátira volteriana, se los toma a risa:
«Para los nacionalistas, el día de la libertad plena, esplendorosa, fundacional será el día en que vayan por el mundo con todo pagado. De ahí que el santo patrón de la Cataluña libre y lubricada ya no sea San Jorge, sino don Francisco Pujols».
El escritor catalán autor de ‘Contra Catalunya’ destroza los mantras nacionalistas con la misma prestancia con la que sacude los complejos de la clase política de Madrid: «Transversal, pomposa, fúnebre, siempre dispuesta a dejarse engatusar».
Por eso Arcadi recuerda que «la traición nacionalista al sistema de valores tradicional se hizo con la complicidad de los principales partidos españoles». Se lo recuerda a Alfonso Guerra, que se quejó de que los nacionalistas le habían engañado.
El columnista de El Mundo alerta sobre la trampa de la reforma constitucional que sobrevuela Ferraz y Génova hace ya mucho tiempo: «La única reforma que les vale a los nacionalistas es la que les permita decidir su futuro mediante la inclusión de un derecho a la autodeterminación».
Y a los espíritus blanditos y voluptuosos que divagan sobre la identidad catalana, Espada les corre a garrotazos con este brillante párrafo extraído de su libro ‘En nombre de Franco’:
La destrucción de los judíos europeos plantea cuestiones interesantes en torno de la identidad nacional. La identidad es algo frágil y arbitrario. Alemanes que habían participado en la defensa de su país durante la Primera Guerra, y algunos de ellos condecorados por su valor patriótico, fueron enviados a las cámaras de gas por ser judíos. Su alemanidad, muy contrastada a veces por el tiempo, de poco les sirvió ante los «verdaderos alemanes». La identidad nacional no es así una circunstancia objetiva cualquiera, que se derive del lugar donde uno haya nacido o viva, de una memoria compartida y de una cultura común, sino un corte arbitrario, ideológico, por así decirlo, donde algunos ciudadanos quedan segregados del cuerpo común.
A medio camino entre el periodismo y el método cientifico, Espada advierte que de los nacionalismos se conoce a la perfección su capacidad de falsificar la historia pero que «para falsificar el presente, sin embargo, se necesita una sociedad realmente lerda y agradecida». La adhesión al grupo es más importante que la verdad. Esperen si no al 27-S. Queda poco.