Catalunya Sí Que es Pot no ha conseguido superar al PSC y eso solo tiene una lectura: fracaso. La marca en la que se incluye Podemos obtiene dos diputados menos que los que obtuvo ICV en solitario en 2012, con el 90% escrutado. Poco menos del 9 por ciento de votos y 11 diputados.
El objetivo inicial de Catalunya Sí Que es Pot era seducir al antiguo votante socialista para superar al PSC y partir con cierta ventaja respecto al PSOE en las estatales.
El partido del mismo Pablo Iglesias que pedía más humildad al PSOE –‘Pedro, habéis tenido el peor resultado desde 1979’ en mayo de 2015– ha conseguido unos muy discretos resultados en las elecciones del 27-S y se tendrá que aplicar su misma medicina.
La lista de confluencia de Podem, ICV, EUiA y Equo supo en la recta final de campaña que el cacharrazo electoral iba de ser de los que duelen. Por ese motivo, Pablo Iglesias multiplicó sus mítines ante la alarmante pérdida de fuelle.
POLARIZACIÓN Y MAL CANDIDATO
La causa hay que buscarla en la mala elección del candidato Lluís Franco Rabell [el Franco fue eliminado del cartel electoral] y en que el eje de la campaña ha girado precisamente por el apoyo o el rechazo a la independencia de Cataluña. «La polarización nos ha perjudicado», admiten.
Rabell ha sido eclipsado en campaña por Iglesias y Errejón. Elegido a última hora, fue un candidato por descarte, un hombre de paja sin carisma ni pegada mediática. El propio Público, diario oficial podemita, admitía que era un candidato «sin reflejos».
El problema que tiene Podemos en Cataluña es que su discurso de izquierda catalanista lo acapara hoy Ada Colau. Y la alcaldesa de Barcelona ni se ha molestado en ir a los mítines de Catalunya Sí Que es Pot y prefiriendo mandar a sus concejales Gerardo Pisarello y Jaume Asens.
El framing del independentismo ha sido el menos conveniente a los intereses de un partido que se ha mostrado equidistante e incómodo en torno a la cuestión soberanista pese a su defensa del derecho a decidir y la apuesta por la celebración de un referéndum de autodeterminación «acordado» con el Estado.
Su estrategia fue echar redes en el caladero de votos del cinturón industrial de Barcelona y buscar voto desencantado socialista. Su cierre de campaña fue en l’Hospitalet de Llobregat, último gran bastión del PSC y segundo municipio más poblado de Cataluña. No han rascado bola. Rabell puede volver a su activismo de barrio porque esta campaña le ha quedado demasiado grande.