Este año se conmemora el V Centenario de uno de los episodios más importantes, apasionantes y decisivos en las historia de España, la Guerra de las Comunidades, guerra que se llevo a cabo en gran parte de la península, pero que se concentró en la antigua Castilla.
La situación en Castilla se había complicado, la tensión se mascaba en cada rincón y el clima político se había hecho cada vez más inestable tras la llegada al trono de Carlos I en 1518, un Rey que no había pisado hasta entonces España, que desconocía prácticamente todo del país que iba a gobernar y que llegó rodeado de consejeros forasteros y exigiendo nuevas cargas fiscales que exacerbaron el conflicto sobre todo entre grupos sociales que debían hacer frente a la subida de los impuestos y que se veían desplazados de los cargos importantes en la Corte.
La elección de Carlos como emperador provocó la exigencia de un nuevo servicio a las ciudades que se aprobó en las Cortes de la Coruña en marzo de 1520, lo cual avivó el conflicto que se saldó en Segovia con el asesinato de Rodrigo de Tordesillas, procurador que había aceptado las nuevas cargas fiscales.
Reina Juana de Castilla.
La forma de actuar del séquito de Carlos I y del propio Rey, generó no pocas tensiones en la mayoría de las ciudades castellanas, que intentaron con ahínco que fuera la Reina Juana, madre del Emperador, que se encontraba recluida en el Monasterio de Santa Clara en Tordesillas, la única soberana de Castilla.
El Rey y sus partidarios, miembros de la alta nobleza y del clero, ante semejante afrenta, iniciaron las hostilidades contra la cada vez más importante clase burguesa y los grupos populares, lo que hizo crecer la tensión de forma inquietante, hasta que prendió la mecha de la revolución en la ciudad de Segovia, que se alzó contra el Rey, asesinando, como comentamos anteriormente a Rodrigo de Tordesillas
Ejecución de los comuneros en Villalar
Este hecho causó una serie de acontecimientos que llevaron de lleno a la guerra entre ambas facciones, puesto que las tropas imperiales estaban decididas a tomar represalias contra la comunidad de Segovia por haber asesinado al procurador y su idea era emplear la artillería real depositada en el cerro de la Mota de Medina del Campo, sin embargo, la villa medinense, pese a las amenazas y la insistencia se negó a entregar los cañones que servirían para destruir Segovia, y sirvió para el ejército tomara represalias quemando alguna casa del extrarradio, pero que por desgracia, debido a los materiales con los que estaban construidos, se originó un enorme y devastador incendio que destruyó gran parte de la villa y que fue el detonante para que gran parte de las ciudades y villas castellanas se pusieran en contra del ejército Imperial de Carlos I.
Castillo de la Mota en Medina del Campo, Valladolid
La represión llevada a cabo por las tropas del rey, hizo de Castilla escenario de guerra y saqueo. Los campesinos también aprovecharon para liberarse de muchas cargas feudales.
Las tropas de Juan de Padilla, uno de los capitanes comuneros, al frente de las milicias de Toledo, Madrid y Segovia, entraron triunfantes en Tordesillas, convertida de este modo en capital circunstancial de la revolución comunera. Su objetivo principal era obtener el apoyo de la reina Juana, cautiva en su Palacio desde 1509. Alarmados por la situación, los imperiales se rearmaron en Medina de Rioseco y el 5 de diciembre, aprovechando la impericia del capitán comunero Pedro Girón, que había levantado el campamento de Villabrágima para dirigirse hacia Villalpando, retomaron el control de la ciudad.
Batalla de Villalar de los Comuneros
Una serie de batallas en Torrelobatón, Tordesillas y Toledo, así como una serie de intrigas y negociaciones, convirtieron a Castilla en un inmenso campo de batalla que terminó en la campa de Villalar el 23 de abril de 1521, con la derrota total de los comuneros y con sus principales dirigentes, Padilla, Bravo y Maldonado, ejecutados. Un gran número de personas de distinta condición fueron condenadas a muerte y a otras penas, como confiscación de bienes o destierro, hasta que llegó el perdón final, del que fueron excluidos importantes personajes de la revuelta.