La verdadera lucha debe enfocarse en defender la capacidad de diálogo, de llegar a acuerdos y de planificar con un horizonte a largo plazo.

La Fragilidad de una Sociedad Dividida: Un Análisis sobre la Política y la Desinformación

La verdad se diluye más rápido que nunca en un mar de mentiras. La política no puede convertirse en una herramienta de manipulación emocional. Su verdadero propósito debería ser encontrar respuestas reales y soluciones que incluyan a todos.

La Fragilidad de una Sociedad Dividida: Un Análisis sobre la Política y la Desinformación
Los UMDVERDES han sido testigos involuntarios y perseguidos profesional y personalmente por hacer frente a la corrupción de estado.

La Fragilidad de una Sociedad Dividida: Un Análisis sobre la Política y la Desinformación.

En un mundo cada vez más interconectado, la fragmentación social y política se ha convertido en uno de los desafíos más apremiantes de nuestro tiempo. Como bien señala Miguel A. Lezcano, miembro del movimiento democrático Guardia Civil UMDVERDES, en su obra y libro denominado «testigo Involuntario», «Un pueblo dividido es un pueblo débil», una afirmación que resuena profundamente en el contexto actual. La preocupación central no es solo la polarización política, sino la erosión de la base misma de cualquier comunidad: la confianza.

La sociedad se ve cada día más fragmentada por diversas corrientes, donde la verdad se vuelve relativa y cada uno defiende su propia versión de los hechos, sin importar el coste. Este fenómeno, análogo a situaciones históricas como la que vivió en Bosnia, muestra cómo la división es alimentada por mensajes de odio, desinformación y una constante lucha por el poder. El miedo a lo externo, a lo diferente, o a lo que se percibe como extraño o amenazante, se convierte en el combustible que aviva el fuego de la discordia.

A lo largo de la vida política, se ha observado cómo la emoción, cuando se alimenta sin control, puede llevar a decisiones irracionales y destructivas. En España, los discursos populistas no sólo polarizan a la población, sino que crean problemas donde muchas veces no los hay, o bien magnifican los existentes para luego ofrecer soluciones extremas: cerrar fronteras, eliminar el sistema económico global, culpar a las élites y buscar una homogeneidad forzada.

La política no puede convertirse en una herramienta de manipulación emocional. Su verdadero propósito debería ser encontrar respuestas reales y soluciones que incluyan a todos. Sin embargo, un número creciente de personas se sienten atraídas por promesas sin fundamento, seducidas por el llamado a la acción inmediata que ofrece el populismo. La desinformación es una de las tácticas más perversas del populismo, un terreno fértil para el miedo y la confusión. Las redes sociales y las «fake news» ganan terreno con una rapidez asombrosa, mientras que los medios de comunicación, que antaño eran guardianes de la verdad, se encuentran incapacitados para competir con la velocidad y el alcance de estas plataformas digitales. La verdad se diluye más rápido que nunca en un mar de mentiras.

Eventos como las inundaciones de Valencia, donde la tragedia fue aprovechada para agitar el malestar popular a través de la desinformación, demuestran cómo se manipula la desesperación de la gente con fines políticos. Se observa con preocupación cómo algunos partidos populistas se presentan como «salvadores del pueblo», mientras ellos mismos siembran el caos. Esta manipulación ataca la base misma de la democracia y la confianza en las instituciones.

La verdadera lucha debe enfocarse en defender la capacidad de diálogo, de llegar a acuerdos y de planificar con un horizonte a largo plazo. El miedo no puede ganar, y la única forma de evitar que la historia se repita es a través de la reconstrucción de un pacto social, de una política capaz de unirnos, de superar la fragmentación y de ofrecer soluciones basadas en la verdad. La política ha dejado de ser un espacio para la reflexión, el entendimiento y la búsqueda de consensos. La preocupación fundamental es el legado que dejaremos a las generaciones venideras: ¿Cómo crecerán si no aprenden a valorar un debate político sano y constructivo, donde la mentira y la manipulación no tengan cabida?

Es imperativo que la política recupere su rol como herramienta de construcción social, promoviendo el entendimiento y la cooperación, en lugar de una guerra constante por el control de las emociones de la gente. Solo así podremos construir una sociedad más fuerte y unida, capaz de afrontar los desafíos del futuro con resiliencia y esperanza.

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