Todo vuelve. Hasta la «Leyenda Negra». Tiene razón José Blanco cuando describe los males actuales de la economía española como fruto de una conspiración. Conspiración obra de especuladores extranjeros que invierten en Bolsa procurando comprar barato y vender caro.
Conspiración a la que, desde dentro, apoyan, sin duda, los cuatro millones y medio de ciudadanos que están en el paro; por no hablar de aquellos que con su imprevisión y mano rota han contribuido a que el déficit del Estado supere ya los dos dígitos. Y, qué decir de quienes han permitido que la Deuda -con mayúscula, dado su tamaño- ronde ya los 20.000 millones de euros anuales sólo en intereses. Por no hablar del propio Consejo de Ministros, aprobando un viernes un Plan de Estabilidad y enviando al día siguiente a Bruselas otro diferente.
Sin duda, todos estos hechos y los actores que en ellos han colaborado son quienes han suministrado los elementos para que especuladores ávidos de beneficios y periodistas desaprensivos hayan puesto en circulación una nueva edición de la Leyenda Negra. No falta nada. Ni las evocaciones a la «pérfida Albión», isla de piratas y dársena donde tiene su guarida el «Financial Times», nave de corsarios de papel salmón a la que anteayer acudió sumisa la vicepresidenta Elena Salgado fechando así un patético vasallaje que puesto sobre un diván habría encendido la imaginación del mismísimo Sigmund Freud.
Visitó el periódico, por cierto, el mismo día en el que una de sus blogueras más populares llamaba «paranoico» al señor Blanco. Pero tiene razón el ministro de Fomento: ¡Claro que hay una conspiración! Pero no todos los conspiradores están fuera de España. Algunos los tiene cerca. Se sientan en el Consejo de Ministros.
